De Eastwood a González Iñárritu: los cineastas recuerdan el Festival de Cannes
El diario The New York Times recogió las experiencias de 23 cineastas que pasaron por el festival de cine que debería haber comenzado esta semana y que la pandemia postergó hasta nuevo aviso.
Todos los meses de mayo, la pequeña ciudad costera de Cannes encontraba su razón de ser en el festival de cine que se realiza ahí desde hace 81 años. Hoy, con la pandemia de coronavirus desatada en todos los frentes, la urbe es sólo una escenografía sin personajes, vacía de turistas, de alfombras rojas y de trajes de etiqueta. Pero, antes que nada y después de todo, es una ciudad sin cineastas.
El diario The New York Times recogió los testimonios de 23 directores de cine que atesoran grandes recuerdos del encuentro de la Costa Azul francesa. A lo largo de su historia, hay algunos directores que se hicieron famosos ahí, otros que renacieron después de ser invisibilizados en sus países y están los que, como siempre, fueron a divertirse, pero tal vez no cambiaron el curso del cine.
A la larga, en cualquier caso, Cannes será siempre un referente del cine mundial. Basta sólo recordar que una película como Parasite, de Bong Joon-ho, ganó el año pasado la Palma de Oro en este festival. Sólo después de eso vinieron los laureles del resto del 2019 y, finalmente, los cuatro Oscar de hace tres meses, entre ellos el de Mejor Película.
He aquí algunos recuerdos de cineastas bendecidos por el Festival de Cannes.
Alejandro González Iñárritu:
“Fui por primera vez al Festival de Cine de Cannes para presentar Amores Perros (2000). En realidad, fue la primera vez que asistí a un festival de cine en mi vida. Nuestro presupuesto era tan escaso que decidimos quedarnos en una ciudad a 25 minutos de Cannes, ya que las habitaciones eran mucho menos caras.
Un día, fui invitado a una sesión de fotos con todos los otros directores justo antes de las 7 p.m. cuando se proyectaba la nueva película de Wong Kar-wai, Con ánimo de amar. Mi esposa María y yo pensamos que tomar un taxi a las 6:15 sería lo suficientemente seguro como para llevarnos allí a tiempo. No teníamos idea de que los taxis estaban ya todos pedidos: aunque yo estaba con un esmoquin y ella con un vestido largo y tacones altos, no tuvimos otra opción que correr. Había 35 grados de calor y los autos parados en el taco. Mientras corríamos, mi esposa se quitó los zapatos. Yo me saqué la chaqueta, luego la humita y después uno, dos y hasta tres botones.
Llegamos a las 7:01 p.m. Me puse la chaqueta. Sentí el sudor corriendo por todo mi cuerpo. ¡Sonrisa! ¡Flashes! ¡Click! ¡Flashes, Cheeeese! Para un cineasta, la experiencia de ingresar al legendario Palais Des Festivals, con dos mil asientos, es similar a la de un niño católico que va al Vaticano.[Desde atrás, vimos Con ánimo de amar en una pantalla 40 veces más grande que nosotros. Luego, María y yo caminamos en completo silencio durante casi 10 minutos. De repente nos detuvimos junto al mar. María me abrazó y comenzó a llorar sin parar en mi hombro. Yo hice lo mismo. Con ánimo de amar nos dejó sin palabras y muy conmovidos. Ese momento me recordó por qué, aunque a veces es tan estúpidamente difícil, yo quería ser cineasta”.
Clint Eastwood:
“He estado varias veces en Cannes. En el 2017 hubo una proyección por los 25 años de Los imperdonables: esa fue la última vez. Fue bastante agradable tener una nueva audiencia mirando una película ya antigua.
No había visto el filme durante años, así que yo mismo estaba interesado. A veces te olvidas de lo que has hecho antes en una película y te preguntas qué diablos es todo. Muchas cosas vuelven a ti cuando las ves de nuevo..
En la primera oportunidad que fui a Cannes, con El jinete pálido (1985), todo fue muy interesante y al mismo tiempo abrumador. Había que correr mucho, estaba lleno de gente y todo tenía que ser de inmediato. Sin embargo, cuando llegas un poco más tarde a alguna parte, las cosas se ponen más fáciles; simplemente dices ‘Ok, no voy a extenderme demasiado en lo que yo mismo diga, porque probablemente tendré que responder muchas preguntas’”.
Wes Anderson:
“Solo he estado una vez en Cannes, para el estreno de Moonrise Kingdom (2012). Su director Thierry Frémaux sabe realmente cómo organizar un festival de cine. Hubo buenas películas de todos los rincones del planeta, pero ¿Qué podría ser mejor que ver una copia perfectamente restaurada de 251 minutos de Erase una vez en América a orillas del Mediterráneo?”
Jean-Luc y Pierre Dardenne:
“En mayo faltará algo para todos los que aman el cine. Para nosotros es una pérdida especial, porque Cannes es nuestra segunda casa, nuestra patria adoptiva, una que ha acogido con satisfacción nuestras películas. Esperamos volver el año que viene, con Spike Lee como presidente del jurado. Mientras esperamos a mayo de 2021, creemos que deberíamos usar esta pausa en nuestras actividades para reflexionar sobre nuestro trabajo: el cine.
Algunos dicen que el futuro de las películas residen en el espacio privado de las plataformas de transmisión. La prueba de esto es supuestamente el uso creciente de esas plataformas en cuarentena. Pero, ¿No demuestra esto solamente que las transmisiones se adaptan a las necesidades de una sociedad encerrada, de la que la vida social real ha desaparecido? ¿Realmente queremos vivir en un mundo tan paranoico? ¿No somos acaso seres sociales que anhelamos vivir en el espacio público, especialmente en las salas de cine donde vemos películas en una pantalla más grande que nosotros y luego nos juntamos en cafés y restaurantes para hablar de aquello? ¿No debería esto despertarnos para exigir a nuestros líderes que extiendan los derechos básicos a la salud, la educación y la cultura? Quizás estamos en los albores de un nuevo tipo de solidaridad. Sólo depende de nosotros”.
Hirokazu Kore-eda:
“Siempre recordaré cuando caminé por la alfombra roja por primera vez. Fue en el 2001 y yo tenía 38 años. Mis memorias no tienen nada que ver con el orgullo o la autoestima, ni siquiera con una sensación de logro.
Antes que nada, estaba impresionado. Experimenté de primera mano el gran alcance del cine y su gran historia. Y luego, una vez que acepté mi minúsculo aporte y mi inmadurez como director, experimenté la alegría. Tuve la conciencia de que aunque no era más que una gota de agua yo ya estaba fluyendo con el caudaloso río del cine. Fue la constatación de que estaba profundamente conectado con el mundo, desmintiendo la soledad que a menudo siento al hacer una película”.
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