Las obras efímeras y monumentales de Christo

Christo
Christo y Jeanne-Claude cubrieron el Reichstag en Alemania en 1995, que reunió a 5 millones de personas.

Ambicioso y de vocación pública, el trabajo del artista búlgaro conjugaba belleza y espectacularidad.


De dimensiones colosales, ambiciosa y a menudo enigmática, la obra del artista búlgaro Christo cautivaba al público. El trabajo del instalador conceptual convocaba multitudes, aun si el sentido de su arte a gran escala solía ser esquivo. “Todas las interpretaciones son válidas”, decía el artista conceptual fallecido el domingo en Nueva York.

Nacido en 1939, Christo estudió en la Academia de Bellas Artes de Sofía, y en 1958 se trasladó a París, donde conoció a Jeanne-Claude, su pareja y compañera de trabajo, fallecida en 2009. Si Christo ya envolvía objetos pequeños, a partir de entonces amplió su perspectiva a edificios históricos o grandes espacios de resonancia pública.

Radicados en Nueva York en 1964, la pareja llevó adelante obras que en el papel parecían imposibles. “Todos nuestros proyectos son absolutamente irracionales sin justificación para existir”, dijo Christo en una conferencia en 2016 en la Escuela de Graduados de Diseño de Harvard.

Por la escala y la vocación pública de su trabajo, demoraban años en obtener permisos, requerían de numerosos colaboradores y grandes sumas de dinero. Contrarios a los auspicios, Christo y Jean-Claude autogestionaban sus recursos.

Con ese método, lograron obras que conjugaban espectacularidad y belleza. Como en Valley Curtain, en Colorado, en 1972, donde unieron dos montañas con una cortina naranja de 400 metros por 28 horas.

Del mismo modo en 1985 engalanaron el Pont-Neuf de París; pero lograron su obra más espectacular 10 años después: tras la caída del Muro de Berlín, y luego de 24 años de insistencia, la Alemania unificada vio el edificio del Reichstag vestido con telas de aluminio que bailaban con el viento. “Fue una de las cosas más hermosas que he visto”, dijo Christo.

En 2005 instaló 7.000 umbrales con telas naranjas en el Central Park cubierto de nieve, y su próximo proyecto consistía en vestir el Arco del Triunfo en 2021. Observada con suspicacia en el medio cultural al comienzo, su obra efímera encerraba un indiscutible magnetismo y dejó una huella monumental en el imaginario del arte.

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