Una música futura, o la duda eterna
La nueva colección de cuentos de María José Navia lleva adelante la tarea de mostrar temáticas propias de nuestro tiempo, en acciones de personajes que muchas veces quieren salir de un destino desencantado que parece inexorable. La gracia es que siempre deja una estela de preguntas sin responder y es el lector quien debe decidir. Requiere una lectura atenta, participativa.
Los libros de cuentos son cajas de sorpresas. Pero en Una música futura, vemos –con agrado– cómo María José Navia, logra darle una cohesión a los siete relatos que conforman esta colección.
En este caso, la clave es mirar los personajes. En general, en ellos predomina una visión de mundo en que se cuestiona la realidad en la que viven. Hay una cierta tonalidad de desencanto, pero del que quieren escapar. Sea los adictos a la tecnología en “Cuidado”, o la pareja sin hijos de “Los tíos”, que de alguna manera siente una presión social de la cual buscan zafar; Los niños del relato “Una música futura”, huyen de la pobreza para caer en una guarida de la que también quieren huir; o el sufrido Gabriel, en “Vueltas”, quien quisiera poder escapar de lo que le está tocando vivir; o la chica que protagoniza “Tiempo compartido”, presa de un idioma que no conoce, y de sentimientos que le causan dudas.
Todos estos padecimientos, tan propios de nuestros días, María José Navia los trabaja de una forma en que el lector se acerca a través de los actos. Es decir, conoce a los personajes más por sus acciones que por su diálogo interior. Y en ese proceso siempre hay algo que ocurre. Algunos logran huir de su destino, otros, quizás lo harán.
Sobre esto último, hay un uso de finales abiertos, como en “Los tíos”, “Cuidado”, o “Todo incluido”, en que deja una duda que finalmente el lector debe hacerse cargo de resolverla. En rigor, es una tendencia en los cuentos de hoy.
Podemos afirmar que hay una cierta crítica al corazón mismo del imperialismo. Tanto en “Una música futura” como en “Panda” –ambos ambientados en Estados Unidos–. En el primero, hay una intención de criticar a modo de subtexto a las políticas de inmigración, y sobre todo cómo quienes sufren principalmente son los niños. En el segundo, un modelo de sociedad que tiene casi normalizada la violencia, y que ha causado que sean también los menores los que la sufran en espacios que debieran ser seguros, como las escuelas.
Se rescata también la idea de mantener una cierta igualdad entre lo masculino y lo femenino. A tal punto que “Vueltas” se trata de una amistad entre una mujer y un hombre, algo que parece olvidado en la narrativa –y en la poesía aún más–. Aunque también se deja entrever cierta crítica al imaginario social de la familia, como en “Los tíos”. La incertidumbre es la que guía ese cuento. Pero, ¿acaso no es eso lo que hace que un texto sea bueno? Que no se entregue toda la información. Ocultar. El necesario dejo de misterio. Esa es una gran característica de estos cuentos, que abren el espacio para poder dialogar.
La homosexualidad también está presente en esta colección. La vemos de una forma muy sutil en el cuento “Tiempo compartido”. No de una manera panfletaria, de denuncia o de fotografías de realidades crudas. María José Navia opta por otro camino, el de la cotidianeidad. O más específico, cómo la curiosidad llega a esta chica, de un modo natural, diario. No banaliza ni sacraliza la homosexualidad, la hace parte de algo que ya es una realidad instalada.
Una música futura es un libro reflexivo. Plantea que hay ciertos problemas, ciertos ruidos que nos tocan a todos, y pone el terreno para que sean los lectores quienes piensen qué harían. No tiene la intención de ser un libro-guía. Más bien, se engancha del tópico universal de la literatura, el de las preguntas. Cosa que se agradece ante tanta novela con tintes autobiográficos que vomitan todo el material con el fin de satisfacer el ego del autor. El egoísmo es enemigo de la buena literatura.
En ese sentido, el tono oscuro de varios de los cuentos, no solo es acertado para el relato en si mismo, sino también aporta una cuota de incertidumbre a esa duda eterna que se arrastra en todas las páginas. Ese es quizás el verbo que resume todo el libro. Dudar.
¿Qué es lo incorrecto y lo correcto en Una música futura? Cuesta afirmarlo con certeza. Los personajes son siempre complejos, nunca unitarios en su actuar. La chica que protagoniza un hecho macabro en “Panda” es también víctima. ¿Quién toma la decisión correcta en “Los tíos”?, ¿actúa correctamente la chica protagonista en “Tiempo compartido” cuando se ve ante un escenario complicado?
En cuanto a la estructura, esta forma de duda eterna se lleva a cabo en diferentes formatos. Cuentos bien realistas, otros más fantásticos. No hay ninguna pretensión de experimentar, se leen de manera fluida y dentro de un marco más o menos tradicional del formato cuento, y además, con mucha cultura pop.
Se usan básicamente narradores personajes, y en el caso del cuento “Una música futura”, son dos voces quienes llevan el relato. Es poco habitual en un formato reducido como el cuento que la multiplicidad de voces funcione, porque requiere de un espacio más grande para que esas voces agarren forma y podamos reconocerlas. María José Navia lo consigue. Pero, requiere un lector atento. Ese, en particular, es un cuento que elige a su lector (“Panda”, también lo es).
Una música futura forma parte de los lanzamientos imperdibles de este distópico 2020, tan lleno de preguntas y tan pocas certezas. Es la música perfecta para continuar en ese ejercicio del cual nunca la buena literatura debe alejarse.
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