Melvyn Stokes, historiador del cine: “Para 1939, Lo que el viento se llevó es una película progresista”
“La pregunta es si podemos cambiar la historia y eliminar las partes que no nos gustan”, afirma el investigador británico en torno al célebre filme que ha vuelto a estar en la polémica. Autor de un libro acerca de El nacimiento de una nación, Stokes plantea que el largometraje de 1915, con su “racismo extremo”, está en un plano muy distinto al de la cinta de Victor Fleming.
El pasado 7 de junio se llevó a cabo en Bristol, Inglaterra, una de las muchas manifestaciones que replicaron las protestas en EEUU por la muerte de George Floyd. En la ocasión, la estatua del comerciante de esclavos Edward Colston fue derribada y llevada a la bahía de la localidad donde, pintarrajeada y en medio de festejos, fue arrojada al agua.
Si viviera en Bristol, dice desde Londres Melvyn Stokes, “podría haber sido uno de esos que llevaron la estatua a la bahía”. Y ya que está en eso, piensa que las estatuas confederadas del Sur de EEUU deberían también ser dadas de baja. Sin embargo, no aplicaría el criterio de las estatuas a las películas (“no estoy a favor de suprimirlas”), y menos aún a Lo que el viento se llevó (1939), uno de los blancos más recientes de la movida cultural antirracista.
Hito en la historia del cine, la adaptación de la novela homónima de Margaret Mitchell ha estado bajo fuego en años recientes y los nuevos aires de “sensibilidad racial” volvieron a ubicarla en la mira, en especial tras la columna de John Ridley en The Los Angeles Times: el guionista de 12 años de esclavitud solicitó que se sacara de la parrilla de HBO Max un filme que “no sólo ignora los horrores de la exclavitud”, sino que “perpetúa algunos de los estereotipos más dolorosos relativos a la gente de color”. La película fue retirada por el señalado streaming el 10 de junio, para volver dos semanas más tarde en compañía de dos videos con elementos contextualizadores.
-¿Qué le diría a la gente de HBO Max?
-Si el punto radica en decir, esta es una película de 1939 y en ese contexto trató de no ser una película controvertida, no me parece mal que vaya precedida por una presentación o por una discusión. Puede decirse que es una película que refleja las actitudes de 1939, pero en ciertos aspectos es más bien progresista para 1939.
La historia en pedazos
El nacimiento de una nación (David W. Griffith, 1915) es uno de los pilares de la narrativa fílmica, como admitirá cualquiera que conozca la historia del séptimo arte. Pero es también una obra teñida por la infamia, al proponer nada menos que una glorificación del Klu Klux Klan. Stokes, profesor del Departamento de Historia del University College de Londres, escribió un libro al respecto -D.W. Griffith’s the Birth of a Nation: A History of the Most Controversial Motion Picture of All Time, 2008- y tiene claro que no se trata de meter dos productos al mismo saco.
El nacimiento…, afirma, “es realmente una película horrenda y racista, y no hay cómo sortear ese punto: es muy violenta; tiene que ver con la persecución de gente negra; en ella no trabajó gente negra (eran actores blancos maquillados); los héroes son los miembros del Klan, que no es la forma en que las cosas ocurrieron tras la guerra civil ni cuando el Klan renació, en la década de 1910. No hay forma de defender esa película”.
Sin embargo, agrega, “Lo que el viento se llevó se propuso deliberadamente no ser El nacimiento de una nación. [El productor] David O. Selznick, a lo largo de toda la realización, sostuvo conversaciones con la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (Naacp). Así, las cosas que obviamente producían disgusto en El nacimiento… ya no están presentes: los negros están encarnados por actores negros, incluyendo la primera intperprete negra en ganar un Oscar; no hay nada del KKK -un personaje va a una reunión del Klan, pero no se lo menciona-; no se usa the ‘N’ word (nigger)”.
Por lo tanto, para los términos de 1939, la película con Vivian Leigh y Clark Gable supuso un intento de alejarse del “racismo extremo” de la película de Griffith. Porque, si las controversias y protestas en torno a esta última fueron útiles para su productor/director, Selznick “no quería gente protestando a la salida de los cines o que impidieran mostrar la película”.
A juicio de Stokes, la cinta de 1939 es “anodina en muchos sentidos”, ya que “todas las cuestiones controvertidas de El nacimiento…, como el mestizaje, sencillamente no aparecen”. El filme intenta, prosigue el argumento, “actualizar las cosas en los términos de 1939. Ahora, la pregunta podría ser, ¿podemos tomar hoy estos estándares de 1939 y ver cómo calzan, de alguna manera, en el mundo contemporáneo? Obviamente, muchos de ellos no calzan”.
Otra cosa es que el filme suponga una lealtad confederada. Los dos personajes principales -Scarlett y Rhett- “están fuera de la vieja Confederación: Rhett no combate en la guerra civil sino hasta el final, y cree que todo el asunto es un error ridículo. En la víspera de la guerra, dice con mucha franqueza que todo lo que el Sur tiene es ‘algodón, esclavos y arrogancia’. En cuanto a Scarlett, ella dice en un momento: ‘¡Todos ellos me enferman! Metiéndonos en esto con sus fanfarronadas y su jactancia’. Si había una manera de desvincularse de la causa confederada, esta era una forma de enunciarlo”.
El otro punto, afirma, es la imagen de los afrodescedientes en la película: “Es posible leer la película a contrapelo y ver que hay en ella muchos elementos más bien críticos de la esclavitud. Por ejemplo, está la realidad del trabajo infantil cuando vemos a las jóvenes blancas tomando una siesta en [la plantación de] Twelve Oaks. Vemos a las muchachas negras abanicándolas y tienes un close up de una niñita negra que obviamente está muy cansada, con mucho calor, secándose la frente”. Después de todo, “esta es una película acerca del Sur, pero que ofrece una visión algo distante, incluyendo las relaciones interraciales”.
-¿Cómo se encara el hecho de que películas de hace más de 80 años pueden no calzar con lo que hoy sentimos o pensamos de las cuestiones raciales o de la igualdad?
-Esta es una película con un reparto mayoritariamente blanco y agunos impulsan entre sí un cierto mensaje que tiene menos que ver con las cuestiones raciales de la década del 30 que con la depresión económica de esos años. A fin de cuentas, Lo que el viento se llevó es una historia de supervivencia contra viento y marea. Así es como se la interpreta, no sólo en los EEUU de 1939, sino también en la Europa de la II Guerra y después: en Londres se estrenó durante los bombardeos de 1940 y se siguió dando durante cuatro años. Para esos lugares y en ese tiempo, fue una película sobre la supervivencia humana, sobre atravesar una guerra.
-¿Qué puede decirle Lo que el viento se llevó al público de hoy?
-Al público de hoy no tiene nada que decirle, fuera de ser una película romántica tradicional. Incluso, es más bien del género que hacía llorar a las mujeres, una women’s weepie. Desde los 20 y hasta fines de los 60, Hollywood percibió que las mujeres eran quienes decidían lo que veían sus esposos, sus novios o sus hijos. Así emergieron los women’s weepies o melodramas donde le ocurrían cosas malas a las mujeres y que las espectadoras veían junto a cajas de pañuelos. Lo que el viento se llevó es una women´s weepie tradicional: al final, todo le sale mal a Scarlett. Es un melodrama, y los melodramas le resultan hoy anticuados a mucha gente. Hay tantas cosas que la hacen verse como un producto de los años 30: está rodado en un Technicolor exuberante, tiene diálogos forzados, etc.
Ahora, si nos movemos a una discusión acerca de los valores, ¿debemos cambiar junto con ellos? ¿Deberíamos ser tan críticos con el pasado a la luz de la experiencia y de las sensibilidades contemporáneas? No lo sé. Hay acá muchas ambivalencias. Algo que se puede hacer con un filme polémico es sacarle algunos pedazos, pero, ¿quién decide cortar tal o cual pedazo del pasado? ¿Será la persona que escribió la columna en The Los Angeles Times? ¿Sabemos lo que los afroamericanos de hoy opinan realmente de Lo que el viento se llevó?
Adicionalmente, ¿por qué se debería prohibir por alguna razón, cuando hay tantos elementos en juego y cuando hay tanta gente que aún la disfruta? ¿Estamos diciendo que no deberían disfrutarla? ¿Estamos siendo así de dictatoriales?
¿Cómo manejar esta mala conciencia en torno a productos culturales que nos agradan pero que algunos consideran ofensivos?
En parte, esta es una consecuencia de la libertad. En teoría, hoy somos más libres que en los 30, con un sistema de calificaciones que nos dice qué películas podemos ver. Desde el punto de vista de 1939, esta es una película progresista cuyo productor sabía exactamente qué era aceptable y qué no. La pregunta es si podemos, simplemente, cambiar la historia y eliminar las partes que no nos gustan.
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