Woody Allen en sus memorias: autodeprecatorio, bromista, neurótico
En A propósito de nada, sus polémicas memorias, el cineasta cuenta su desde su crianza hasta su paso de escritor de comedia a la actuación y la dirección, además de su compleja relación con la actriz Mia Farrow —que lo ha acusado de abusos sexuales— y su amor por Soon-Yi Previn, hija adoptiva de Farrow. Comenta el libro el crítico del diario irlandés Independent.
“¿Qué es lo que más lamento? Solo haber recibido millones de dólares para hacer películas, haber gozado de un control artístico total y no haber hecho jamás un gran filme”.
Es una buena manera en la que el celebrado cineasta e ícono cultural Woody Allen cierra estas tan discutidas memorias. Concluir que ninguna de las calificaciones de sus películas entraría bajo el título “gran” muestra una extraña falta de aceptación de la evidencia disponible (premios, aclamaciones, honores, retrospectivas, etc.).
Pero también no tener nada en el apartado “arrepentimiento” del libro de cuentas sobre su vida personal es quizá un signo mayor de la rigidez de los 84 años. Da testimonio de lo que puede ser el defecto más rotundo y claro de Allen: la incapacidad de ver la realidad de su entorno a nivel de suelo.
A propósito de nada (Alianza/Zig-Zag, 2020) es, por decirlo suavemente, la papa más caliente que podrá verse en el mundo editorial de este año. Hachette, su casa editorial original, abandonó el título después de que su personal realizara una huelga a principios de marzo en protesta, exigiendo que se dejara sin efecto el proyecto y se presentara una disculpa.
Detrás de la protesta estaba la acusación persistente de la expareja de Allen, Mia Farrow, y la hija adoptiva de la pareja, Dylan, de que Allen abusó sexualmente de la niña cuando ella tenía siete años. Allen ha negado de manera rotunda las acusaciones y, a pesar de perder la custodia, fue posteriormente absuelto por dos investigaciones separadas.
Dylan y su hermano Ronan (un periodista de investigación que ayudó a exponer a Harvey Weinstein) se han puesto del lado de Farrow y están separados de Allen. Mientras tanto, Moses, otro de los niños adoptados de Farrow, ha escrito extensamente en apoyo de Allen, alegando graves inexactitudes en su historia y abuso físico y psicológico por parte de la propia Farrow. Esto está respaldado por otra adoptada, Soon-Yi Previn.
La propia Soon-Yi, por supuesto, terminaría teniendo, a espaldas de Farrow, una aventura con Allen, 35 años mayor que ella. A pesar de que era una mujer joven en ese momento, la revelación pareció convertirse en una prueba de apoyo en el tribunal de la opinión pública. Lo extraño de toda esta situación es demasiado para muchas personas, a pesar del hecho de que Allen y Soon-Yi siguen siendo una devota pareja hasta el día de hoy.
La editorial Arcade (y en castellano, Alianza) intervino para publicar las memorias de Allen, sabiendo que él estaba dando su propia versión de lo que fue en un momento el episodio sensacionalista más espeluznante de Hollywood. En una industria golpeada por una recesión pandémica, la editorial vio una oportunidad en un mercado tranquilo. Y a pesar de la opinión que uno tenga del hombre y de su vida personal, él ha sido absuelto de cualquier delito a los ojos de la ley. Quemar su manuscrito sería ciertamente, como lo dijo Stephen King, un motivo de inquietud.
La crianza judía, la cinefilia, el ascenso como escritor de comedia y stand-up de renombre, y luego su paso a la actuación en la pantalla y finalmente a la dirección; todo esto se convierte en algo así como un preámbulo tan pronto como Allen conoce a su pareja neoyorquina y figura de Hollywood, Mia Farrow.
A partir de aquí, su tono —autodeprecatorio, bromista y (sorpresa, sorpresa) neurótico— cambia ligeramente de marcha cuando se encuentra de frente con esta relación fundamental. Mucho de la parte central del libro se dedica a los entresijos de su tiempo juntos y a la dolorosa saga en curso que, en última instancia, ha hecho que los miembros más jóvenes de la familia llevaran la peor parte.
En la gran tradición de las memorias del mundo del espectáculo, se saldan algunas cuentas. Condena tanto la política de "las fanáticas del “#MeToo” de creer siempre a la mujer (“contádselo a los chicos de Scottsboro”, unos adolescentes afroamericanos acusados injustamente de violar a mujeres blancas) como a las actrices que temen mancillar sus carreras defendiéndolo (“A mí me pareció irónico puesto que esa era exactamente la razón que esgrimían las mujeres para justificar que no hubiesen denunciado en público a todas las personas que las acosaron durante tantos años... no trabajar conmigo se había convertido en la última moda, como cuando de pronto todos empezaron a interesarse por el kale”).
Nótese el tono poco sincero, como si Allen fuera un personaje exasperado en una de sus películas. En otros lugares, aparece magullado pero transparente. Lamenta abiertamente la cantidad de páginas dedicadas a las acusaciones y admite que no se hace ilusiones de que pueda inclinar la opinión existente (“Creo que si hoy mismo Mia y Dylan se retractaran y afirmaran que todo ese asunto no fue más que una gran broma, todavía muchos se aferrarían a la idea de que yo abusé de Dylan”).
“Todavía hay dementes que piensan que yo me casé con mi hija, que Soon-Yi era hija mía, que Mia era mi esposa, que yo adopté a Soon-Yi, que Obama no era estadounidense. Pero jamás tuvo lugar juicio alguno. Jamás fui acusado formalmente de ningún delito, puesto que quedó claro para los investigadores que no había ocurrido nada”.
Nadie se verá forzado a leer a Allen expresando su opinión en el invierno de sus años, y aquellos que lo hagan también tendrán una notable carrera detallada para ellos directamente desde la fuente, a menudo de manera divertida. Pero Allen tampoco se hace ningún favor a sí mismo, especialmente cuando escribe sobre las mujeres con las que se encontró dentro y fuera del set.
A medida que traza su filmografía y su vida amorosa, comienza a sentirse inevitablemente que recordará a las mujeres involucradas en un lenguaje ligeramente “de la vieja escuela”.
Describe de manera grosera a la actriz francesa Léa Seydoux como una mujer hermosa que merece una nota “sobresaliente”, y agrega: “Tal vez si tengo suerte encuentre algún papel perfecto para ella en alguna de mis películas; por ejemplo, ella podría interpretar a un ama de casa solitaria y sedienta de amor y yo a su entrenador personal”. Cuando eligió en su elenco a Penélope Cruz (“uno de los seres humanos más sexis de la faz de la tierra”) junto a Scarlett Johansson (“sexualmente radiactiva”) en Vicky Cristina Barcelona, no puede evitar comentar cómo la pareja “hizo que el valor erótico de cada una de ellas se cuadruplicara”.
Para ser justos, debe recordarse que Allen tiene un historial de vívidos personajes femeninos, maravillosamente complejos, en todas partes de su producción, desde Annie Hall hasta Blue Jasmine. Ciertamente, hay un aire efusivo de reverencia en su mirada que trasciende la pura lujuria, y siempre menciona el oficio y la habilidad.
Pero es impropio de alguien de su edad y estatura babear en la página de esta manera, incluso si, en última instancia, siempre es el más afectado por sus propias bromas.
“No soy nada interesante, soy extremadamente superficial y desilusiono a los que llegan a conocerme”, se encoge de hombros en algunas páginas hacia el final de este frustrante libro, al parecer resignado a ese destino como si estuviera más allá de sus manos.
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