Antonio Díaz Oliva, autor de La experiencia deformativa: “La mejor literatura es la que no parece literatura”
El escritor y periodista habla con Culto sobre su último lanzamiento, un libro de cuatro cuentos largos, o "novelas atomizadas" como prefiere llamarlas. En el volumen mezcla realidad con distopías, y tuvo como influencias a libros, pero también películas y series. Además, habla de su participación en la próxima edición del Festival Puerto de Ideas.
Vía Meet recibe a Culto desde su residencia en Chicago, EE.UU. Las persianas a su espalda dejan ver algo de sol, pero es una ilusión, porque según cuenta Antonio Díaz Oliva (Temuco, 1985), las temperaturas están bastante bajas y el cielo gris.
“Llevo menos de tres meses, todavía no he sobrevivido a mi primer invierno acá, pero toda la gente dice que va a ser bien terrible”, relata al otro lado de la pantalla. Vive allá porque su pareja consiguió trabajo en la Universidad de Chicago, “así que estoy haciendo algo bien latinoamericano”; dice con su sentido del humor.
Y ese sentido de humor de alguna manera se trasunta en sus textos. Bajo ese concepto fue que escribió los relatos que componen La experiencia deformativa, su más reciente publicación vía Neón Ediciones. Si bien, cualquier profesor de literatura diría que es un libro con cuatro cuentos -largos-, él prefiere llamarlas “novelas atomizadas”. “Es que no son cuentos tipo Carver ni Cortázar. Tienen mucho material, mucho detalle”, aclara.
-Son cuentos bastante largos, algunos casi con aliento de novela. ¿Nunca pensaste en transformar alguno en novela?
-Se fue dando y, me parece que una nueva realidad irreal es una exploración de los géneros literarios, entonces me interesa que sean textos que están ahí a medio camino. Los libros de cuentos, pese al cliché que la gente piensa de que son más fáciles de leer, mentalmente necesitan habilidades más difíciles que la novela, porque hay que entrar y salir de historias. Emocionalmente, uno va cambiando los narradores. Diez cuentos, son diez narradores en los que uno tiene que acostumbrarse y meterse. En cambio, esto es hacer un cuento que va camino hacia la nouvelle, pero tampoco alcanza a ser una nouvelle 100%, y tiene ciertos momentos novelísticos. Me interesaba porque estaba escribiendo sobre esta nueva irrealidad. Como entre una nueva normalidad y una nueva irrealidad.
Díaz Oliva señala que comenzó a escribir estos cuentos hace nueve años, cuando vivía en Santiago centro, en la calle Rosal. En 2016, publicó algunos en el volumen La experiencia formativa (Neón Ediciones). Así que en 2018, a modo de talla, propuso a la editora y escritora María Paz Rodríguez (Niñas ricas, Mala madre) hacer una “continuación espiritual” del mencionado libro.
“Y ella me dice, ‘súper, firmemos contrato ahora’. Y lo que era una broma se convirtió en mi proyecto del momento –cuenta Díaz Oliva–. Lo que confirmó lo que me gusta de la literatura que es cuando uno anda con la guardia baja, nacen las mejores ideas.”
Lo que más valora de estos relatos el también autor de Piedra Roja, el mito del Woodstock chileno (RIL Editores, 2010), es la espontaneidad con que nació el volumen. “Creo que la mejor literatura es la que no parece literatura. Yo no tenía la intención de escribir este libro, y al final lo escribí sin haberlo planificado tanto. Y ya que nació a partir de una broma, quiero que tenga diálogo con el libro anterior, y ya que se llama La experiencia deformativa, quiero que sean cuentos deformativos, que jueguen a derrumbar un poco lo anterior manteniendo cierto diálogo”.
-En tus cuentos mezclas realidad con ciertas distopías (como “entre maniquíes y seres vivientes”, o “Accidentes felices”). ¿Por qué esa decisión?
-Es la forma en que veo la vida. Yo vivo como en mis cuentos. Creo que este es el libro que más plasma mi visión de cómo estoy viendo la realidad, que siempre ha sido un poco de extrañamiento frente a la realidad, y creo que después de octubre, y ahora con la pandemia, la realidad se ha vuelto irreal.
No es extraño que los libros y seres que a Díaz Oliva le gustan, también hagan esa particular mezcolanza. Dice que la gusta la serie Atlanta (disponible en Netflix), “porque justamente muestra la realidad de los afroamericanos en Estados Unidos a través de lente del extrañamiento, lo cual es una realidad muy extraña”.
También lo ha influenciado mucho el escritor chileno Juan Emar. “Hace poco publicaron un diario de viajes de él, y él cuenta que en el fondo, todo depende cómo veas la realidad, y que si te fijas en ciertos detalles al final lo ‘normal’ es una convención, y que todo puede ser extraño. De ahí viene mi mezcla”, señala Díaz.
-¿Algunos otros libros o series que hayan servido de influencia para este libro?
-Me interesa mucho que cada texto que escribo tenga una sombra literaria, porque creo que esa sombra acompaña la lectura de los cuentos. A veces ayudan a empujar los cuentos, a veces es una niebla. En el tercer cuento (“La miniaturista”) la sombra literaria de José Donoso es más o menos obvia, pese a que en ningún momento se menciona a Donoso, pero es más por la anécdota de mi abuela, y porque lo puse como “el obsceno escritor”.
Lo de la anécdota de la abuela se debe a que ella, en su juventud, tuvo un romance veraniego con el autor de El lugar sin límites, y luego se reencontraron de adultos. Situación que Díaz Oliva narra en su cuento.
¿Otras influencias? “En el cuarto cuento, una de las sombras fue la película Hijos de los hombres (2006), de Alfonso Cuarón, que es de ciencia ficción. Y el título viene de un poema de Enrique Lihn, que está en A partir de Manhattan. También Leonora Carrington, ella tiene muchas escenas pesadillescas y oníricas, saqué mucho para el segundo cuento –cuenta Díaz Oliva–. También Lucía Berlin, que todo Chile la leyó al mismo tiempo (ríe). Es como extraño, pero comparándola con los lectores de EE.UU., los chilenos creemos que Lucía Berlin es chilena, como vivió en Chile . Y me sirvió mucho una escritora escocesa llamada Muriel Spark, que solo está publicada en Argentina, pero que estamos intentando publicarla y traducirla con María Paz Rodríguez”.
-Si bien La experiencia deformativa es una “continuación” de otro libro, ¿por qué lo titulaste así?, ¿por qué no elegiste el nombre de alguno de los cuentos, como suele hacerse?
-Justamente lo que tiene que hacer un escritor es ir en contra de lo que se espera, creo que la literatura más interesante es la que a primeras no suena a literatura. Sobre todo en el anterior (La experiencia formativa), que el título puede ser visto un poco como sicologizante. Podría ser una forma de humor, y pensé, qué pasa si al segundo libro le subo el volumen y le pongo “Deformativa”. Y además tiene que ver con que cada uno de los personajes de este libro se encuentran ante momentos de su vida en que se termina deformando todo. Además, el libro salió en una coyuntura en la cual estamos viendo cómo se deforma todo a nuestro alrededor.
-¿Qué tal el trabajo junto a Neón Ediciones?
-Súper bien. Con La experiencia formativa me gané el premio a mejor libro inédito del Consejo de la Cultura, y no tenía editorial en Chile y fue la Ro (Maria Paz Rodríguez) la que se acercó y me dijo que quería publicarme, que iba a empezar a una editorial que se llama Neón y se ha producido algo que siempre tiene que producirse, que es una simbiosis. Ella ya me conoce, conoce mi humor, sabe cuándo editarme, y ha sido muy provechoso en ese sentido. Además, le dije que quiero empezar a traducir, creo que hace falta que se traduzca en Chile, como a un español más chileno en vez de ibérico o argentino o mexicano, y me interesa mucho la idea de remixear clásicos, de armar mis propios libros, que la editorial tenga libros que suenen como a nuevos pero que en el fondo son remixes, que es un poco lo que ha hecho con Virigina Wolf, con Henry David Thoreau. Al final, las editoriales independientes son como pequeñas aldeas, y están las editoriales, el gran hermano del mundo editorial hispano, y Planeta que es como el medio hermano de mundo editorial hispano. Entonces, es súper interesante el ecosistema que se ha producido con las editoriales independientes porque son muchas. Las ferias independientes son grandes y ya son conocidas fuera de Chile.
Lecturas periféricas
-Vas a estar dando una charla en Puerto de Ideas (“Los mundos literarios de un autor”) para estudiantes de cuarto medio, y además charlando con Irvine Welsh. Cuéntanos sobre eso.
-Me invitaron. Yo conocía Puerto Ideas, justo necesitaban a alguien para que entrevistara a Welsh, obvio que dije que sí y recuerdo exactamente el instante en la biblioteca de Santiago, ahí en Matucana, donde saqué una copia de Anagrama de Acid house, no leí Trainspotting sino mucho tiempo después, pero Acid house tiene cuentos que me parecen interesantes. Un cuento narrado por una mosca, por ejemplo. En esa época leí todo lo que había en la biblioteca de Santiago, había una sección donde estaban Bukowski, Welsh y muchos libros de Anagrama de los años ’80, como tipo La Movida. A él (Welsh) le conté que si uno pone Depeche Mode en Valparaíso todo el puerto baila, como viene de Escocia, le pareció muy extraño. Decía que Escocia y Chile son países periféricos, no es que estén al centro de la cultura mundial. Lo otro, es que [los alumnos de 4to medio] van a leer mis cuentos de La experiencia deformativa y el ejercicio que van a tener que hacer es que tienen que escribir un lado B de un cuento. Pueden seguir algunas de las historias, o puedan contarme algo que vean desde su casa, a los vecinos. Es como un ejercicio voyerístico, me gusta mucho. Las veces que lo he hecho, como en la feria de Guadalajara, es súper interesante y ayuda mucho a reavivar el mundo de la lectura e irlo sacando de cierta solemnidad, que sea más cercano.
-¿Estás trabajando en algún nuevo libro?
-Siempre tengo 3,4 proyectos a la vez y los voy cambiando. Escribo por las mañanas como 3 horas, y escribo por períodos de 3 meses máximo, por lo general son dos meses, y después me saturo del proyecto y tengo que cambiar e irme a otra cosa. El próximo año viene la reedición del libro Piedra roja, pero es básicamente otro libro y se convirtió en una historia oral de la contracultura chilena de los años 70 al 73. Entrevisté a Ariel Dorfman, a Raúl Ruiz, a músicos, y amplié mi tesis de que el festival Piedra Roja solo se conoce porque Enrique Lafourcade escribió Palomita blanca como 6 meses después, y con eso se mitificó el evento, que fue un evento menor. Lo otro es una novela, y una de las tramas es un profesor chileno que llega a una universidad gringa y que está en este camino del profesorado, como una serie de pasos que tienes que seguir para ser profesor de planta y lo que este profesor hace es mentir, diciendo que es hijo de desaparecidos de la dictadura. Es una parodia del mundo universitario, pero esa es una parte de la novela. La vengo escribiendo desde hace cuatro años.
La experiencia deformativa ya se encuentra disponible en librerías y en el sitio web de Neón Ediciones.
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