El desconocido habitante perpetuo de la Plaza Italia

Baquedano

Bajo la estatua del general Baquedano, en la palestra pública durante los últimos días, se encuentra la cripta al soldado desconocido. Se trata de la tumba de un efectivo muerto en la batalla de Tacna, cuyo cadáver fue rescatado en 1900 por un mayor del Ejército, quien lo mantuvo de manera temporal en su domicilio hasta su actual ubicación, en el límite de las comunas de Santiago y Providencia. Sin embargo, hay ciertas pistas que podrían dar luces de quién se trataba. Acá, la particular historia detrás de este hito urbano.


Si bien, la idea original de su viaje era supervisar la construcción de una cripta en el lugar exacto donde se libró la batalla de Campo de la alianza, o de Tacna, seguro que el entonces mayor del Ejército Enrique Phillips nunca pensó lo que se iba a encontrar. Corría el año 1900, y la provincia aún estaba en manos chilenas.

Mientras caminaba por el sitio, en medio de la tierra, el desierto y la sal, Phillips descubrió algo que le llamó la atención. Según consta en el Anuario 27º de la Academia Historia militar, el oficial se topó con los restos íntegros de un soldado chileno, cuyo cadáver y uniforme habían sido conservados casi intactos por la pampa en un polvoriento osario.

“El soldado falleció durante la Batalla de Tacna o Campo de la Alianza el 26 de mayo de 1880. No está muy claro que pasó con su cuerpo en los meses posteriores”, explica a Culto el historiador Rafael Mellafe, especializado en la guerra del Pacífico.

Presto, Phillips ordenó a quienes le acompañaban desempolvar el cadáver del soldado y acomodarlo en un ataúd. Hasta ahí, todo más o menos bien, hasta que saltó la pregunta, ¿dónde colocarlo? Phillips no se complicó y decidió guardarlo en su casa, en Santiago.

Ahí, el ataúd se mantuvo por más de 30 años.

De La Serena a Italia

Por mientras, la ciudad de Santiago iba cambiando. A partir de la década de 1870 se había iniciado un proceso de modernización urbana, y el sector de la actual Plaza Italia funcionaba como una especie de límite. Esto, por iniciativa del intendente Benjamín Vicuña Mackenna, quien a través del “Camino de cintura” había pensado dividir Santiago en dos sectores mediante una circunvalación: uno el centro; el otro, los arrabales.

Del mentado camino, en aquella época solo se alcanzaron a construir los tramos sur (la actual avenida Matta) y oriente (Vicuña Mackenna).

Posteriormente, en la zona se ubicó la Plaza La Serena, en homenaje a la ciudad nortina. Pero en 1892, con motivo de los 400 años del encuentro de Cristóbal Colón con el nuevo mundo, se renombró con el sitio con el apellido del navegante florentino.

En 1910, el lugar se engalanó con una escultura que puede apreciarse hasta hoy: el Monumento al genio de la libertad, más conocido como El ángel y el león. Se trataba de un regalo del gobierno italiano a Chile, por el centenario de la Independencia. La obra fue esculpida por el italo-argentino Roberto Negri y se ubicó al centro de la rotonda.

Fue en 1928 cuando la estatua se desplazó al oriente, y en su lugar se colocó la efigie del general Baquedano, esculpida por Virginio Arias, estatua que en estos días ha vuelto al centro de la agenda pública debido al fuego que se le prendió el pasado viernes, y este lunes, un grupo de personas la intentó derribar.

Desde el estallido social, la estatua -protegida por la Ley 17.288 de Monumentos Nacionales- ha generado noticia. Fue removida temporalmente en noviembre de 2019 por la municipalidad de Providencia, con el fin de repararla, pero en enero de 2020, el Consejo de Monumentos Nacionales definió mantenerla en su actual emplazamiento.

¿Identidad desconocida?

Fue un día lluvioso, poco más de un mes después de la caída de Carlos Ibáñez. El 25 de agosto de 1931, y con la situación del país algo más tranquila, el mismo Enrique Phillips -ya por entonces coronel en retiro- llegó a la Plaza Baquedano. En el lugar, y bajo una lápida esculpida por Guillermo Córdova, se depositó el ataúd del soldado que había viajado desde Tacna y que había descansado transitoriamente en la casa del militar.

Luego, el obispo Rafael Edwards bendijo la cripta y a continuación, pese a la lluvia, un grupo de veteranos de la guerra desfiló por el lugar.

Según plantea el historiador Mauricio Pelayo González en su libro Los que no volvieron: los muertos en la Guerra del Pacífico (2019, Ril Editores), señala que en la batalla de Tacna fallecieron 704 efectivos nacionales, y añade un dato interesante: a principios del siglo XX, el editor del “Álbum Gráfico Militar de Chile”, José Antonio Bisama Cuevas, se aventuró a tratar de encontrar la identidad del soldado desconocido. Estudiando los restos, concluyó que se trataba de un miembro del Batallón Cívico Movilizado de Artillería Naval.

De esa manera, para Pelayo, la identidad del habitante innominado de la Plaza Italia correspondería a uno de “los 29 Navales que murieron en el combate”.

Cripta
La lápida en la cripta del soldado desconocido, en Plaza Baquedano.

La idea de una cripta al soldado desconocido no es nueva. “Todos los países que han tenido guerras tienen monumentos a los soldados desconocidos -explica Mellafe-. En París, debajo del arco del triunfo está enterrado un soldado que representa a todos los caídos que Francia ha tenido a través de su historia. En Bruselas, Bélgica, también existe uno que representa lo mismo en los caídos durante las guerras mundiales. En el Reino Unido, hay varios monumentos recordatorios en las ciudades más importantes. En Estados Unidos, hay en el campo de batalla de Gettysburg, en Washington y en Pearl Harbor, aunque esos caídos no son desconocidos”.

Para el historiador, se trata de una iniciativa que pretende preservar la memoria. “Todos los países que te menciono y muchísimos más tienen este tipo de recordatorios históricos para honrar y preservar la memoria de sus héroes, su pasado y son una forma de identificación de los pueblos”.

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