Selva Almada, escritora argentina: “Se ha roto el prejuicio de que las mujeres solo éramos leídas por mujeres”

Selva Almada
Selva Almada. Foto por Grillo Valdez.

La oriunda de Entre Ríos acaba de publicar en Chile su novela No es un río, vía Literatura Random House. En ella, cierra una especie de "Trilogía de varones", pues al igual que sus anteriores novelas se sumerge en el mundo de la masculinidad con el paisaje de su provincia como telón de fondo. En conversación con Culto, ahonda sobre su escritura y su relación con el feminismo.


Le han hecho varias veces el comentario, y desde el otro lado de la pantalla, esboza una leve sonrisa al respecto. Selva Almada (Argentina, 1973) acaba de publicar en Chile su última novela No es un río, vía Literatura Random House, que es el cierre de una “Trilogía de varones”, dado que sus dos anteriores novelas El viento que arrasa (2012) y Ladrilleros (2013) también se centran en protagonistas masculinos. Aunque la trasandina le baja un poco el perfil a eso.

“No es que lo haya pensado desde un comienzo, eso floreció cuando empecé a escribir esta última novela -cuenta a Culto-. No es una trilogía en un sentido tradicional, en que hay que leerlas en un orden. Son tres historias que tienen en común que todas son protagonizadas por varones y que el foco de la trama son estas relaciones familiares, de amistad o de poder”.

En todo caso, Almada aclara que fue más una casualidad. “No suelo pensar mucho lo que escribo, pasó que con esta última comencé a llamarla Trilogía de varones. Igual me arrepentí un poco, porque todas las charlas y entrevistas se enfocan en eso (ríe)”.

Oriunda de la provincia de Entre Ríos, Selva ambienta la novela como no, en el río Paraná, que es el que se encuentra cerca de su natal Villa Elisa, y donde pasó parte de su primera juventud.

“Es la geografía de mi provincia, mi tierra”, reafirma con orgullo. De hecho, No es un río abre con una escena bastante llamativa. Dos amigos llevan de pesca al hijo de otro fallecido camarada. Ahí, en el río atrapan una enorme mantarraya a punta de disparos.

“Esa anécdota es real -cuenta-. Es algo que a mí me contaron, eso pasó justamente en el río Paraná. Creo que nunca lo menciono en la novela, pero sí estaba pensando en él y en las islas que lo pueblan. Lo que me impresionó fue que hubiese una mantarraya gigante en aguas dulces, pero sobre todo, que se la rematara de un tiro”.

Fue ese episodio el que disparó la novela, aunque el proceso de escritura fue bastante accidentado. La idea llegó fue en 2013 y la trabajó de modo intermitente para retomarla en 2015. Finalmente, a contar de 2018 ya se puso de lleno en ella. “Tuvo muchos paréntesis pero siempre volvía, abría el archivo, releía lo que estaba, anotaba alguna idea”, explica la autora de Niños.

“Fue un proceso un poco intenso, de buscar un tono que me cuajara con eso que yo quería decir, que tampoco sabía bien qué era, porque tenía esa pulsión de la historia de los amigos, del amigo muerto, y no tenía mucho más”, añade.

- ¿Leyeron la novela otras personas?

- Sí. Estuve muchísimos años en el taller de Alberto Laiseca. Ahí todas las experiencias de lectura son muy compartidas, desde llegar al taller, compartir con los compañeros. Tener la posibilidad de compartir algo inédito a mí me sirve un montón cuando estoy escribiendo. Tengo amigos que me quedaron del taller que son escritores como Julián López, a veces nos juntamos a leer. Ellos también mostraban fragmentos de sus libros. Y en la última etapa, mi interlocutora fue mi editora, le iba mostrando el manuscrito. Le iba consultando sobre situaciones y personajes de la novela. Hablaba bastante con ella y era un diálogo que sentía que me enriquecía.

- Como mujer, ¿cuesta meterse en la piel y mundo de personajes hombres?

- No. No me resulta difícil, tuve mucho contacto con varones de chica. Durante muchos años, siempre mis vínculos fueron con mis hermanos, mis tíos, mis primos, siempre muy rodeada de varones. No es un universo que sea desconocido para mí. De todos modos, en la ficción, el desafío de la escritura es también poder ponerte en los zapatos de alguien que no sos vos. ¿Cómo hacer un cuento ambientado en Marte si nunca has ido a Marte?

-¿En qué autores pensabas o estabas leyendo mientras escribías No es un río?

- Mucha lectura de poesía, sobre todo en el último tramo. Leí Juan L. Ortiz, Ricardo Zelarayán, quien tiene una novela que se llama Piel de caballo que la leí hace muchos años cuando recién me mudé a Buenos Aires, y me cambió la mirada que tenía hacia la escritura del interior, siempre era un poco folklórica, costumbrista, y Zelarayán me hizo descubrir otro tipo de literatura que se podía hacer con esos elementos. También Francisco Madariaga, un poeta correntino que le escribe mucho al agua y la naturaleza; y un músico, Ramón Ayala, que tiene libros de poesía.

“Que haya una ley no alcanza”

“Soy feminista”, dice decidida cuando se le consulta por el 8M y el rol que los movimientos feministas han tomado en los últimos años. El tema adquiere especial relevancia cuando se piensa que históricamente la literatura ha sido territorio masculino. Hoy, las cosas son distintas y las mujeres han irrumpido fuerte en el canon.

“Hay una mayor visibilización de los libros escritos por mujeres en Argentina, y me parece que en Latinoamérica. Hay una movida de escritoras mujeres fuerte, que están escribiendo cosas muy importantes para la literatura de sus países, y me parece que hacen una literatura muy buena, no es solo por el auge del feminismo que están siendo leídas y publicadas”, dice Almada.

En ese sentido, agrega: “En Argentina se ha roto el prejuicio de que las mujeres solo éramos leídas por mujeres. Me parece que los lectores varones están dispuestos a leer autoras mujeres”.

-¿Es más fácil ahora escribir siendo mujer?

- Las condiciones de trabajo, de producción, siguen siendo difíciles para las mujeres, sobre todo para aquellas que optan por tener una familia, por tener hijos. Todavía los salarios de las mujeres son más bajos que los de los hombres, y la carga que tiene que ver con el cuidado de los hijos, del hogar siempre recae sobre las mujeres. Me parece que las mujeres escribimos en peores condiciones materiales que los hombres.

- ¿Qué escritoras incluirías en el canon de la literatura trasandina y sudamericana?

- Puedo hablar de las argentinas, que son las que más conozco. Hay clásicas como Alfonsina Storni, Sara Gallardo, Silvina Ocampo, Marta Lynch. De las contemporáneas Mariana Enriquez, Gabriela Cabezón. Y un montón más, en realidad se me ocurren más nombres de escritoras mujeres que de hombres.

-En Argentina se aprobó la ley de aborto, ¿la consideras suficiente?

- No. Es una ley que tenía que existir, pero no porque haya una ley significa que está todo solucionado. Ahora el tema va a ser cumplir la ley, porque hay resistencia, hay cláusula de objeción de conciencia que muchos médicos y médicas van a utilizar para negarse a realizar abortos. Que haya una ley no alcanza, hay que acompañarla con concientización, educación, campañas de información. Es casi el principio de algo que hay que ir construyendo para que funcione.

No es un río

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