Aziz Ansari: el genio des-cancelado
La tercera temporada de la serie Master of none ha venido a constatar que el actor y director es una de las mentes brillantes de la TV actual. De paso, ha sacado del confinamiento a Ansari, tras una denuncia anónima y desproporcionada que estuvo a punto de sepultar su carrera.
Para partir: Aziz Ansari es uno de los mejores creadores de ficción televisiva actual. Su obra cumbre, la serie Master of none, es el retrato definitivo de la generación millennial, divida en tres partes: la primera temporada es sobre la amistad y la soltería; la segunda sobre el amor (quizás la mejor comedia romántica de la última década) y el tercer ciclo, estrenado hace algunos días en Netflix, sobre el matrimonio y el fracaso. La última entrega, eso sí, cuenta con apenas cinco capítulos, todos dirigidos por Ansari, y él aparece en tan solo dos escenas. Hay que explicar y recordar el por qué.
En enero de 2018, una mujer con seudónimo publicó un testimonio en una página web llamada Babe.net -que ya no existe-, donde narraba una cita que había tenido con Aziz Anzari. Esa noche, y tras cenar, fueron a la casa de él y los avances sexuales la hicieron sentir incómoda. Tras un “no” literal de ella, vieron un capítulo de Seinfeld, ella tomó un Uber, él le envió un mensaje de texto y ella le dijo que lo había pasado mal, que no había sabido “leer” lo que ella estaba sintiendo. Él se disculpó en ese mismo mensaje. Tiempo después, y en medio del movimiento #MeToo y de las acusaciones contra el productor Harvey Weinstein y el actor Kevin Spacey, la chica hizo la “denuncia” a través del sitio web y significó la “cancelación” de Ansari. Las redes sociales lo tacharon de “depredador sexual”, “violador” y otras frases por el estilo. A pocos les importó leer el texto que se había publicado y se quedaron con el título.
El actor y comediante de stand-up quedó situado en el mismo nivel que Weinstein y Spacey, aunque la publicación dividió entre los más vociferantes y quienes tacharon aquella noche solo como “una mala cita”. Una de las defensas más llamativas vino de parte de una columnista de The New York Times. La columna se llamaba “Aziz Ansari es culpable. De no ser un lector de mentes”, donde la autora, que se declaraba feminista, hablaba de que la denuncia anónima no tenía fundamentos para hablar del actor como un abusador y que solo había sido una cita fallida, donde además Ansari no tenía una relación de poder con la mujer, al contrario de Weinstein o Spacey, y por tanto era un encuentro entre dos adultos que finalmente no habían congeniado.
Si hay algo negativo de la llamada “cultura de la cancelación” es cómo ha metido en el saco desde personas con frases poco afortunadas en Twitter hasta depredadores sexuales como Weinstein que sí han tenido que enfrentar a la justicia. En tiempos donde todo es blanco o negro, Ansari ha tenido que lidiar con el trolleo injustificado, porque la palabra “abusador sexual” no se condice con el relato de aquella noche que la misma chica anónima relató. Que quede claro: una cosa es el abuso sexual y otra una pésima cita, en la que dos personas no conectaron del todo, pero donde no hubo violencia verbal ni física.
Afortunadamente, el tiempo ha ido poniendo las cosas en su lugar y Netflix, con quien tiene contrato, supo separar aguas y no dejarse llevar por la turba. Bajo esa plataforma estrenó a mediados de 2019 el especial de comedia Right now, dirigido por Spike Jonze, donde hablaba de los tópicos que más le importan: su generación, el amor, la familia, las contradicciones del mundo actual, el racismo. Del escándalo también hablaba, pero de modo sutil.
Dos años después, ha estrenado la tercera temporada de Master of none, donde ha optado por relegar a Dev, su personaje, y no hay rastros de Francesca, la italiana con quien tenía una amistad que pasaba hacia el amor y que tenía capítulos increíblemente bien escritos, incluyendo los dos últimos. Si aún no la han visto, deberían anotarla como una urgencia para ver. Para quienes la hayan visto, una escena inolvidable: la pareja bailando la canción Un año de amor, en la versión italiana de Mina, cuando la tensión entre ambos ya no da más, pero ella está comprometida con otro hombre y ellos son amigos a punto de traspasar la línea.
En esa temporada, que tiene capítulos preciosos como el de un grupo de jóvenes de Nueva York, hay otro dedicado exclusivamente a Denise, la mejor amiga de Dev. Acción de gracias, el episodio, trata sobre una chica negra lesbiana que le cuenta a su madre su orientación sexual y debe ser uno de los grandes momentos televisivos de “salidas de clóset” y de las más esperanzadoras. Emoción pura. El capítulo se ganó un Emmy a Mejor Guion y, ahora, Ansari decidió darle la tercera temporada a ese personaje, interpretado por Lena Waithe, también coguionista de este tercer ciclo.
Filmada en cine, en 35mm, con una cámara que a ratos solo muestra cotidianeidad básica, pero que acelera el tranco cuando aparecen las discusiones del matrimonio protagonista, es indudable deudora del cine de Bergman (Escenas de la vida conyugal) y de Woody Allen (en especial Interiores). ¿La trama? Un matrimonio de dos treinteañeras negras -vaya riesgo para una ficción televisiva, donde personajes así suelen ser secundarias y jamás protagonistas-, donde una está siendo muy exitosa gracias a su primer libro pero ese éxito la está carcomiendo, y otra sueña con tener una tienda de antigüedades, pero ahora es una empleada en ella y ve cómo su esposa se queda trabajando hasta tarde. Ella quiere ser madre, su pareja no está convencida. Y eso significará un quiebre doloroso, horrible en algunos diálogos, realista y que dará saltos en el tiempo.
Lo que importa en Master of none no es tanto la historia que cuenta sino cómo la cuenta. Con detalles excepcionales con los que probablemente cualquiera se sentirá identificado, lo que le otorga aún más valor, porque se trata de un matrimonio entre dos mujeres, donde una parte del mundo sigue discriminándolas. Acá, en cambio, eso es solo un detalle de la trama, como podría haber sido una pareja heterosexual la protagonista. Los problemas son los mismos de cualquier relación. Las risas de las dos primeras temporadas han quedado de lado. ¿Hay algo por que reírse en el último año, acaso? Llega justo, tras 15 meses de pandemia y sucesivas cuarentenas que tiene a medio mundo con síntomas depresivos debido al encierro. La fiesta se acabó y Ansari junto a Waithe han sabido leer el momento actual: los cinco capítulos -el primero y el cuarto duran 60 minutos, los otros tres, media hora- son tristes, melancólicos y luego con chispazos de esperanza. Como la vida que hemos vivido en el último año.
Especialmente avasallador es el capítulo 4, que deja a Naomi Ackie como única protagonista, y sus deseos de ser madre a través de un tratamiento de fertilización in vitro. Su proceso es tan solitario, rudo y emotivo como no ha habido otro capítulo de una serie este año. El tránsito que debe vivir una mujer para quedar embarazada está tan bien narrado, que no le sobra un solo segundo y podría perfectamente funcionar como una película en sí misma.
Detrás de esa magia ha estado Ansari. El genio des-cancelado que estuvo a punto de sucumbir por acusaciones infértiles y desproporcionadas en la ola del #MeToo. Un autor con letras mayúsculas que, afortunadamente para muchos, ha podido romper con la cultura de la cancelación para ofrecer hoy una serie de televisión brillante en tiempos de poca luminosidad.
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