Peter Brook, director inglés: “Hoy, en un mundo de conflictos, escuchar es más importante que nunca”
El aclamado artista de 97 años ha sido un renovador del teatro contemporáneo y es uno de los realizadores más influyentes. Tras sus éxitos en la Royal Shakespeare Company en los 60, el autor de El Espacio Vacío emprendió una búsqueda artística que lo llevó por África y Asia para lograr un teatro más vital y auténtico, que apunta a lo esencial. Tempest Project, basada en La Tempestad, de Shakespeare, es su última experimentación. Con producción Fitam, una versión chilena llegó a la sala Antonio Varas.
Acamparon en el bosque, a pocos kilómetros de una aldea nigeriana. Al anochecer, junto al fuego, la troupe de 30 actores de Peter Brook comenzó a improvisar canciones. El grupo llevaba semanas recorriendo África en bus y ofreciendo presentaciones con elementos mínimos, sobre una alfombra, en pequeños pueblos sin luz. De pronto, en aquella noche de 1971, aparecieron niños, y los llevaron hasta su aldea, donde se estaba celebrando una ceremonia fúnebre. Los actores se sentaron bajo los árboles a escuchar y mirar las danzas. Bien entrada la noche, se les invitó a cantar. Y en ese entorno, cargado de energías y emociones, el grupo interpretó una canción que resultó “extraordinariamente intensa” y “provocó una verdadera comunión entre los aldeanos y nosotros”, recordaría el director.
-En el teatro lo que se crea no queda en un museo o en una tienda, sino en el instante. Lo que allí sucedió fue una instancia más de ese teatro. Usted se preguntará: pero ¿qué dejaron? Yo creo que la pregunta es: ¿qué compartimos? -dijo.
Desde mediados de los 60, Peter Brook viene formulándose ese tipo de preguntas: cuestionándose por la naturaleza del teatro y la representación, la innovación, la relación con el espacio y la comunicación con el público. Parte de esas reflexiones las puso por escrito en El espacio vacío, en 1968, el año de los movimientos sociales. En este ensayo ya clásico escribe contra el “teatro mortal”, el teatro convencional, y a favor de una expresión vital, llena de energía y sentido ritual, que persigue la conexión invisible con elementos esenciales.
Allí anotó el primer párrafo más célebre de los libros sobre el arte teatral:
-Puedo tomar cualquier espacio vacío y llamarlo un escenario desnudo. Un hombre camina por este espacio vacío mientras otro le observa, y esto es todo lo que se necesita para realizar un acto teatral.
Con ese espíritu de búsqueda, en febrero de 2020 Peter Brook y su colaboradora Marie-Hélène Estienne se reunieron con un grupo de actores de diferentes nacionalidades en el Teatro Bouffes du Nord, en París. El edificio del siglo XIX es la sede de su Centro de Investigación Teatral desde 1974. A los 95 años, el consagrado director inglés emprendía una nueva exploración en torno a La tempestad, de William Shakespeare.
Estrenada en 2021 en Francia, Italia y España, desde su título el montaje revela su ánimo experimental: Tempest Project. La obra es una adaptación que sintetiza el texto de Shakespeare, reduce escenas y personajes y responde a su idea de que el texto no es intocable:
“Una producción que corta, transpone e incluso reescribe una obra clásica, y al hacerlo acerca la esencia de esa obra a una audiencia moderna, está prestando un servicio más legítimo que la producción que preserva el cuerpo de la obra, pero echa de menos su alma”, afirmó.
Después de varias suspensiones por la pandemia, la obra se estrenó en Montpellier. Entonces, la directora de Fitam, Carmen Romero, se contactó con Marie-Hélène Estienne. “Carmen nos pidió que hiciéramos algo para su festival y pensamos ¿por que no hacer Tempest? Y una aventura increíblemente hermosa comenzó”, cuenta por e-mail.
Con producción Fitam, la encargada de dirigir la adaptación chilena fue Amalá Saint-Pierre, guiada desde Francia por la pareja de realizadores. “Son unos verdaderos maestros”, dijo Saint-Pierre. “Sus indicaciones son bastante simples, pero actoralmente generan grandes cambios”, aseguró. La puesta en escena, protagonizada por Pablo Schwarz, Diana Sanz, Noelia Coñuenao y Álex Quevedo, tuvo funciones en el verano y regresó el jueves a la Sala Antonio Varas del Teatro Nacional Chileno (ju. a sá. 20.00 h).
Hoy, con 97 años, Peter Brook es una de las figuras más influyentes del último medio siglo. Admirador de Artaud y Beltolt Brecht, de Grotowski y de Samuel Beckett, Premio Princesa de Asturias de las Artes, ganador del Premio Laurence Olivier y de dos Tony Awards, Brook ha tocado prácticamente todos los géneros, desde los dramas clásicos y la farsa hasta la puesta en escena de mitos indios. Pero siempre ha tenido un aprecio inestimable por Shakespeare
-Cada obra de Shakespeare tiene en su esencia una vibración muy pura. Esto es lo que siempre ha tocado a la gente a lo largo de los siglos. Acérquese a una obra suya con las ideas existentes y encontrará que cada línea tiene un espacio infinito -dice ahora a LT Domingo a través del e-mail.
El sueño de Brook
“Brook ha estado haciendo todo lo posible para cautivar al público de todo el mundo desde que saltó a la fama a los 20 años como el niño prodigio del West End de Londres. Es difícil pensar en otro director de teatro cuya obra haya sido tan singular en su multiplicidad”, afirmó Ben Branley, crítico teatral de The New York Times.
“La genialidad de Brook, en definitiva, ha estado siempre en la búsqueda de nuevas formas de representar la realidad en el escenario”, acotó el escritor teatral Michael Billington en The Guardian. “Sin embargo, si tuviera que elegir la cualidad clave que ha animado la carrera de Brook, sería su insaciable curiosidad. Está fascinado por todo, desde las minucias de la tecnología hasta la última producción teatral y el significado del universo”.
Hijo de una pareja de científicos judíos lituanos, Brook nació en Londres en 1925 y creció en un ambiente de gran estímulo intelectual (a los nueve años emprendió la lectura de Guerra y paz, de Tolstoi). Estudió en Oxford, adonde llegó con deseos de dirigir cine y fundó la Sociedad Fílmica, pero se graduó como un teatrista precozmente brillante: a los 21 años dirigió Fausto, de Christopher Marlowe, con asesoría de Aleister Crowley.
Al año siguiente comenzó su largo vínculo con Shakespeare: dirigió Trabajos de amor perdido y una juvenil versión de Romeo y Julieta; cosechó elogios con Laurence Olivier en Titus Andrónico y Paul Scofield en Hamlet, y estremeció con una violenta versión de La tempestad.
Ya entonces exhibía una decidida voluntad innovadora y controversial. En la Royal Opera House, donde fue director de producción, realizó un aplaudida puesta en escena de Boris Godunov y una versión de Salomé de Strauss con diseños de Salvador Dalí, atrevida y polémica. “Esta nueva producción es el abismo”, comentó el Daily Telegraph.
Designado director de la Royal Shakespeare Company en 1962, volvió a montar La tempestad y llevó a escena un Rey Lear donde comenzó a dibujar un nuevo camino: luego de construir un costoso diseño con hierro oxidado y puentes que subían y bajaban, lo descartó. “Desmonté la maqueta casi completamente, sin dejar prácticamente nada, pero lo poco que quedó era muchísimo mejor. Este fue, para mí, un momento decisivo”, escribió. “Empecé a entender por qué el teatro era un evento. Porque no dependía de una imagen, o de un contexto particular; el evento, por ejemplo, consistía simplemente en que un actor cruzara el escenario”.
Inspirado en Artaud, creó el laboratorio de investigación Teatro de la Crueldad, donde montó a Jean Genet y el Marat/Sade, de Peter Weiss, un montaje “brutalmente físico y electrizante”, según la crítica.
“Brook absorbió todo lo nuevo y radical. Happenings y Samuel Beckett, Durrenmatt y Peter Weiss, Brecht y el ballet: los absorbió para alimentar su trabajo futuro”, escribió su biógrafo, Michael Kustow.
Su versión de Sueño de una noche de verano fue otro hito del teatro británico: la obra se desarrolló dentro de una gran caja blanca, con actores en zancos o colgando de trapecios, vestidos en seda brillante, con bobinas de metal en lugar del bosque. Se le llamó “el sueño de Brook”. The Sunday Times la consideró “más que refrescante, magnífico, el tipo de cosa que uno ve solo una vez en la vida, y solo en un hombre de genio”.
A partir de entonces Brook se alejó de la escena inglesa: se trasladó a París y fundó el Centro de Investigación Teatral, con actores de diferentes nacionalidades. Viajó por África, Asia y Norteamérica en busca de nuevas experiencias, presentándose en aldeas en el Sahara o entre adolescentes afroamericanos en el Bronx. Trabajó con Ted Hughes en Orghast, una obra sobre el mito de Prometeo que estrenó en Persépolis; adaptó el poema persa La conferencia de los pájaros; transformó el poema épico hindú Mahabhárata en un montaje de nueve horas, con ayuda de monjes y expertos en sánscrito, y exploró en la neurociencia con Oliver Sacks en El hombre que confundió a su esposa con un sombrero.
Seguidor del filósofo y místico ruso Georges Gurdjieff, Brook filmó Encuentros con hombres notables, inspirado en su vida. Antes había llevado al cine Rey Lear, Marat/Sade y El señor de las moscas, de William Golding.
Más que un gurú, como algunos lo miran, Brook “es un oyente concentrado e impasible que está encendido por una búsqueda apasionada de un teatro más profundo y verdadero”, dice su biógrafo.
Tempest Project es la estación más reciente de esa búsqueda.
“Bravo para el pueblo de Chile”
“El teatro existe únicamente en el momento preciso en que esos dos mundos -el de los actores y el del público- se encuentran: una sociedad en miniatura, un microcosmos cuyas partes se juntan todas las noches en el mismo espacio. El papel del teatro es dar a este microcosmos el efímero y ardiente sabor de otro mundo, con el cual nuestro mundo presente pueda integrarse y transformarse”, afirma Brook.
En su vasta trayectoria, el director inglés ha perseguido la comunicación más fluida con el público, con montajes que buscan eliminar lo superfluo y aproximarse a la esencia de las obras. Y así como ha salido al encuentro de otras culturas para enriquecer el teatro, en su trabajo favorece también elencos multiculturales, como es el caso de la versión francesa de Tempest Project. La versión chilena incorpora actores de origen mapuche.
Shakespeare ha sido una constante en su repertorio y esta es su cuarta adaptación de La tempestad. “Como siempre, el modelo es Shakespeare. Su objetivo es siempre sagrado, metafísico, pero nunca comete el error de permanecer demasiado tiempo en el nivel más alto. Sabía lo difícil que nos resulta mantenernos en compañía con lo absoluto, y por eso nos envía continuamente a tierra”, dice.
En 1968 usted publicó El espacio vacío, que ha sido un libro de enorme influencia. Desde la perspectiva actual, ¿qué sería el “espacio vacío” hoy?
Creo que uno debe abordar todas estas cuestiones no como un filósofo, sino como una simple persona humana. El vacío siempre ha existido, estaba allí en el Universo antes de la Creación y siempre estará allí.
Tempest Project es una adaptación de La tempestad que sintetiza el texto en busca de lo esencial. ¿Cuál es esa esencia?
Si podemos aprender a escuchar, surgirá por sí misma. Hoy, en un mundo de conflictos, escuchar es más importante que nunca.
Más allá de cualquier etiqueta, Brook ha subrayado que el teatro es vida. Y ahora resalta que “con todo lo que el teatro puede traer, cura conflictos”.
Estrenada en 1611, La tempestad es la última obra de Shakespeare y en ella exploró en la venganza, el amor, la muerte y la búsqueda de libertad. Temas que Brook espera que resuenen hoy. “Si no resuena, hay algo trágico en las condiciones de la sociedad”, dice a través del e-mail.
¿Cómo se logra conciliar la experimentación y la comunicación con el público?
Si queremos que el teatro esté vivo, todos los motivos son válidos, pero debemos buscar y experimentar de nuevo, sin detenernos nunca.
En Chile, con motivo de la nueva Constitución, se ha debatido mucho en torno a garantizar los derechos culturales. ¿Qué piensa al respecto?
Toda dictadura afirma un camino y cierra todos los demás. Bravo para el pueblo chileno por haber elegido al Presidente que tiene ahora y abrir el camino de la libertad, que incluye por supuesto abrir el campo cultural a todos.
Su obra ha marcado el teatro contemporáneo y usted es considerado un clásico vivo. ¿Cómo valora su propia trayectoria?
Solo hay vida. ¡Todavía estoy vivo!
Me gustaría terminar con un viejo dicho alemán: mañana, mañana -nunca hoy. ¡Eso es lo que dice la gente perezosa!
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.