Werner Herzog: “Para un artista siempre será mejor que le roben las ideas a que lo ignoren”

Herzog
Werner Herzog, que en pocas semanas cumple 80 años, lanzará sus memorias la próxima semana en Alemania.

Tras dos años de reclusión pandémica, el cineasta alemán está de vuelta con dos libros y dos películas. Uno de ellos es El Crepúsculo del Mundo, novela a partir de la historia de Hiroo Onoda, el soldado japonés que vivió 30 años en la jungla filipina creyendo que la Segunda Guerra aún continuaba.


Acostumbrado a no dejar correr el tiempo, Werner Herzog (1942) tuvo que forzosamente colgar las armas de trabajo a mediados del 2020. El confinamiento se imponía y aunque su férrea salud siempre lo ha blindado en sus casi 80 años de vida, esta vez era mejor ser precavido y no salir a filmar. Fue así como el cineasta alemán encontró la coartada perfecta para escribir no sólo uno, sino que dos libros.

El primero de ellos, ya disponible en Chile, se llama El crepúsculo del mundo (Blackie Books, 2022) y es su primera novela. El segundo es un texto de memorias que traducido del alemán se titula Cada uno para sí y Dios contra todos (Jeder für sich und Gott gegen alle, en el idioma original). Aparece la próxima semana en ese país y a inicios de 2023 debería estar ya en edición en español. Además, y casi para no perder la costumbre, Herzog filmó dos documentales cuando ya el coronavirus amainaba: The fire within: A requiem for Katia and Maurice Krafft, sobre dos vulcanólogos franceses fallecidos en un accidente en 1991, y Theatre of thought, acerca del funcionamiento del cerebro humano.

Con su característica elocuencia y concentración, Herzog entrega a través de esta conversación por Zoom más o menos las mismas señales de energía que mostró en vivo y en directo en Chile a inicios de diciembre de 2018. Invitado esa vez por el programa La Ciudad y las Palabras, el cineasta ofreció una larga charla al aire libre y con acceso gratis en el Campus Lo Contador de la Universidad Católica. Frente a un público voluminoso y participativo, relató anécdotas, recordó rodajes, citó libros y más de alguna vez habló de episodios históricos.

Una de esas viñetas, aludida en forma somera, fue el caso de Hiroo Onoda (1922-2014), el soldado japonés que siguió batallando prácticamente solo en una isla de Filipinas durante 30 años, sin darse por enterado que la Segunda Guerra Mundial había acabado. Primero con tres compañeros y al final solo, Onoda vivió oculto en la jungla, defendiéndose de una población que se fue haciendo hostil y esperando el inexistente ataque fatal del enemigo.

Finalmente no hubo emboscada, sino que el encuentro providencial con un compatriota que lo convenció de que el mundo ya no era el mismo y que había que volver a Japón. Esta historia es la que Werner Herzog cuenta en El crepúsculo del mundo, una ficción con un pie en la historia y otro en la mente de su creador. A final de cuentas, Onoda es un primo hermano de los protagonistas de Aguirre, la ira de Dios (1972) y Fitzcarraldo (1982), seres que sólo se completan a sí mismos en las circunstancias peligrosas de la jungla y el combate.

Desde su casa en Los Ángeles (California), el realizador se adentra en una historia que está casi hecha a medida de sus ambiciones.

La historia de Hiroo Onoda pareciera ideal para filmarla. ¿Contempló alguna vez esa posibilidad?

En principio pensé en hacer un largometraje sobre él, pero rápidamente me di cuenta de que su historia tenía que ser un libro, debía ser escrita. Hay cuestiones que no se pueden traspasar bien a la pantalla: los sueños febriles en la selva, la forma en que el tiempo pasa, a veces de manera convulsa, o el mismo presente.

Al igual que Onoda, usted también conoció de cerca la jungla, particularmente cuando rodó Aguirre y Fitzcarraldo.

Es una coincidencia que los dos hayamos tenido intensas experiencias en la selva. Ambos sabíamos lo que era estar ahí, aunque mis conocimientos no se comparan a los de Onoda, que estuvo 30 años en el lugar. Sin embargo, el hecho de que yo comprendiera lo que significa estar en la jungla permitió una inmediata conexión entre ambos.

¿Cómo lo conoció?

Fue una situación más bien embarazosa. Era el año 1997, mientras yo dirigía la puesta en escena de una ópera en Tokio. Cuando se está en Japón, eres un huésped en ese país y nadie debería subestimar la importancia del emperador. Debes respetar su cultura japonesa y en mi caso no lo hice al declinar una invitación para reunirme con él. Después me sentí muy avergonzado por mi actitud, pero curiosamente, y al mismo tiempo, se me dio la posibilidad de conocer a Hiroo Onoda. Tuve la sensación de que había algo importante en él que yo quería descubrir profundamente. Deseaba estar en contacto con el hombre en persona.

¿Onoda tenía una especie de sexto sentido para la sobrevivencia?

No, no se trata de un sexto sentido. Lo que poseía era un profundo entendimiento de la guerra y una gran capacidad para mantener la disciplina bajo presión. De lo contrario, no puedes sobrevivir a 111 emboscadas, como fue su caso. Estadísticamente eso es casi imposible, a menos que seas muy profesional, muy cuidadoso, muy disciplinado y capaz de comprender todo lo que pasa en la jungla. Debes ser hábil y leer los movimientos que te rodean.

¿Por qué él decidió soslayar todas las señales de que la guerra había acabado?

Había varios detalles que le permitían deducir que la guerra no había concluido. En algún momento un avión pasa por la isla y lanza folletos escritos en japonés, pero con evidentes errores de ortografía. Eso le hizo pensar que venían del enemigo o de la CIA, quienes no pudieron escribir correctamente en su idioma. Había evidencias cotidianas como los escuadrones de aviones de guerra que pasaban sobre su cabeza en dirección oeste y que en realidad correspondían a la Guerra de Corea, el conflicto que siguió a la Segunda Guerra. O los 52 acorazados que llevaban bombarderos en la misma dirección varios años después y que eran parte del escenario de la Guerra de Vietnam. Hiroo Onoda vio todo eso y, en estricto rigor, lo interpretó correctamente como una continuación de la Segunda Guerra. Leía muy bien los signos bélicos del momento, pero se equivocó en la conclusión final. Sus observaciones eran muy inteligentes, pero luego las ponía en un contexto que era un sistema de creencias para él. Todo esto se parece un poco a cómo se originan las sectas, donde hay convicciones y certezas bastante absurdas.

portada libro herzog
El Crepúsculo del Mundo (2022) es editado en Chile por Blackie Books.

¿Cómo lo hizo para filmar dos películas en un período con restricciones sanitarias?

Para mi última película, por ejemplo, trabajé con un equipo muy pequeño de colaboradores y me desplacé más que nada entre laboratorios. Y esto lo hice 10 días después de que se acabara el confinamiento.

¿Se refiere a Theatre of thought? ¿De qué trata?

Es sobre el cerebro humano. Más bien sobre lo que yo llamo el teatro que hemos construido para poder vivir. Son los mundos artificiales de nuestra época. Uno de ellos son los videojuegos, un entorno completamente ficticio que no tiene nada que ver con nuestra realidad. Un muchacho puede convivir con dragones, flechas, castillos y muertes y preferir esa realidad a la auténtica. A veces hay casos clínicos tan graves que la única solución es la hospitalización. Otra cuestión muy curiosa son los experimentos donde se muestra a ratones que prefieren vivir frente a mundos artificiales. ¡Son videojuegos para ratones! Creo que por eso es una película salvaje: es sobre quién es el “ghostwriter” de nuestros comportamientos, quién inventó nuestros rituales, quien creó la realidad en que vivimos. Se estrenará dentro de dos semanas en el Festival de Toronto (Canadá) y el de Telluride (EE.UU.). El otro documental, The fire within, se exhibió hace poco más de un mes en el Festival de Documentales de Sheffield, en el Reino Unido.

¿Por qué sus memorias se llaman Cada uno para sí y Dios contra todos, el título original de la película que luego se conoció como El enigma de Gaspar Hauser (1974)?

La verdad es que el título original del filme nunca funcionó. Nadie lo entendió bien y era común que en las reseñas se enredaran y pusieran cosas como El Dios solitario y los hombres que luchan o cualquier frase parecida. Cada cual lo escribía a su manera. Así es que no me quedó otra opción que renombrar la película y ponerle El enigma de Gaspar Hauser. En el prólogo de las memorias digo que en el fondo le estoy dando una segunda oportunidad al viejo título.

¿Aquel título revela algo de lo que quiere contar en sus memorias?

No quiero adelantar mucho hasta que el libro se publique y hable por sí mismo. Lo que puedo decir es que no es una autobiografía tradicional, sino que más bien una serie de memorias sobre las ideas que he tenido, acerca del origen de ellas. Por ejemplo, en vez de hablar de nuevo sobre la película Aguirre, la ira de Dios (1972), de la que ya he dicho mucho en mi vida, me refiero a un personaje real como John Okello (1937-1971), revolucionario africano que a inicios de los años 60 lideró una rebelión en Zanzíbar al mismo tiempo que daba discursos totalmente desquiciados ante sus seguidores. Algunos de los ecos de sus discursos están también en las palabras desequilibradas de Aguirre, el personaje de mi película. Así es como procedo en las memorias, refiriéndome a la raíz de las ideas y obras en mi vida.

Hiroo Onoda
Imagen de juventud de Hiroo Onoda, el personaje de El Crepúsculo del Tiempo, de Werner Herzog.

¿Hay posibilidades de que vuelva a Chile?

Estoy tratando. Dé por descontado que siempre quiero volver a Chile. Es uno de los países donde aprecian lo que yo escribo. Y todos saben que desde los años 70 vengo diciendo que mi sensación es que lo que he escrito sobrevivirá mejor que mis películas. El problema es que en este momento están pasando muchas cosas, una especie de avalancha de actividades. En fin, hay muchas cosas por hacer y no puedo dividirme en cinco, aunque lo quisiera. Si vuelvo a Chile no quiero hacerlo con las manos vacías. Quiero ir con nuevos libros y leer ante la gente. Quiero mostrar mis nuevas películas también. Y debo mencionarle, a propósito, que en Theatre of thought hay una parte filmada en Chile.

¿Qué incluye de Chile?

Es cuando en el Congreso aprobaron a inicios del 2021 el proyecto de ley que regulará los neuroderechos (legislación que rige la relación entre hombres y máquinas, específicamente con internet). Hemos aceptado la libertad de expresión como un derecho fundamental, pero actualmente la libertad de pensamiento puede peligrar si a alguien, por ejemplo, se le inserta un chip en el cerebro. Esa libertad debe ser protegida y Chile es el primer país en el planeta en incorporar un cambio constitucional al respecto. Ustedes son la vanguardia. España trató de hacer algo, pero no fructificó. En las Naciones Unidas también lo intentaron, pero pueden pasar fácilmente 20 o 30 años hasta que puedan incorporar un nuevo derecho humano Es muy complicado para ellos.

¿Tiene alguna opinión sobre el proceso constituyente en Chile?

No. No tengo una opinión, porque no tengo conocimiento de la nueva propuesta de Constitución. Lo único que conozco es aquel maravilloso detalle del proyecto para regular los neuroderechos (en la actual Constitución).

¿Cuál es su postura sobre la guerra entre Ucrania y Rusia?

No quiero profundizar sobre aquel conflicto ahora. Es muy complejo todo y en este momento no se puede hablar de una manera muy matizada. Todo es blanco y negro. Es difícil referirse al tema o hacer declaraciones públicas. Lo que sí puedo hacer es recomendar que vean mi documental Conociendo a Gorbachov (2018), en el que mantengo un diálogo con él. Creo que puede ilustrarnos al respecto.

Muchos lo recuerdan por sus apariciones en la primera temporada de la serie The Mandalorian, en el rol del principal villano. ¿Ha tenido otras ofertas recientes de este tipo en la televisión?

Bueno, yo no compito por ese tipo de personajes en realidad (ríe). Nunca he estado en un casting. Me hicieron recientemente una oferta, pero es algo que no tiene mucho que ver con The Mandalorian. Aún no he visto el guion, y mientras no lo haga no puedo aceptar nada. No puedo hacer estas cosas así simplemente

.¿Está trabajando en alguna nueva película?

En este momento estoy involucrado en dos o tres proyectos.

¿Es posible saber algo de ellos?

No, porque tal vez para uno me demore 10 años en lograr financiamiento, y si lo doy a conocer acá corro el riesgo de encontrarlo en internet transformado en la película de otro (ríe). No tiene sentido.

A propósito de internet, actualmente El enigma de Gaspar Hauser y varias de sus mejores películas de los años 70 se pueden ver en muy buenas condiciones en YouTube, subidas por usuarios.

¿Usted dice copias piratas?

Sí.

A ver, ordenemos un poco la casa. En primer lugar, El enigma de Gaspar Hauser es una muy buena película. Tiene cerca de 50 años y aún resiste el tiempo. En segundo término, para un artista siempre será mejor que le roben las ideas a que lo ignoren.

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