La dramática historia de los Tupamaros que cruzaron Los Andes: un nuevo libro de Fernando Butazzoni
Nosotros los Vencidos se llama lo último que el autor uruguayo publica en nuestro país. En formato crónica, relata la historia de un grupo de tupamaros uruguayos que estaban en Chile al momento del golpe militar en 1973 y que se arriesgaron en una huída con dificultades. Aquí, su autor habla con Culto del proceso para materializar el texto.
A sus vividos 70 años, el escritor uruguayo Fernando Butazzoni aún conservada una espinita en su vida. “Desde comienzos de 1973″, señala, cuando estaba justamente en nuestro país. Ahí fue testigo de una historia que decidió contar: la de seis jóvenes uruguayos, pertenecientes a los Tupamaros, que al encontrarse sin armamentos, poco dinero y aislados en el Cajón del Maipo, decidieron tomar la decisión más arriesgada. En realidad, era una locura con pocas posibilidades de éxito.
En vez de asilarse en una embajada, ya que Santiago hervía de militares y de controles vehiculares, optaron por cruzar la Cordillera, hacia la Argentina, solo con las ganas, un poco de pertrechos y ropa. Nada más. Allende Los Andes aún había democracia, bajo el gobierno de Raúl Alberto Lastiri. Pero las cosas no salieron bien. Tras ser capturados, de esos seis muchachos, tres están desaparecidos.
“Yo estuve en el Cajón del Maipo, y sabía muy bien que cruzar por la cordillera hacia Argentina sin preparación ni guía era un suicidio…Pero ellos lo intentaron. Y hubo sobrevivientes porque fueron capturados antes de ingresar en la alta montaña. De otro modo, los seis habrían muerto allí. Así que tuve y tengo hasta hoy una especie de remordimiento, de complejo de culpa: yo podría haber sido uno de ellos”.
Así, Butazzoni le dio vida a un libro que en formato crónica narra la particular historia de sus compatriotas. Se llama Nosotros los vencidos, publicado vía Alfaguara, y ya se encuentra en las librerías nacionales.
¿Qué fue lo que más lo sorprendió de la historia de los 6 uruguayos en el Chile del golpe del 73?
La tenacidad con la que enfrentaron una persecución implacable. Estuvieron seis días con sus noches en la montaña, sin ropas adecuadas, sin comida casi, y no se resignaron. Fueron protagonistas de una historia extraordinaria, pero la vivieron de manera humilde y callada. Incluso ahora, medio siglo después, no es fácil hablar con ellos de esas cosas.
¿Cómo fue el proceso de reconstrucción de esta historia?
Fue largo, complejo, apasionante. Hablé con mucha gente, en Uruguay, en Chile, en Suecia, en Buenos Aires. Luego obtuve una copia del expediente del juicio a los militares chilenos que acabaron condenados por esos crímenes. No eran soldados de línea, ni conscriptos. Uno de los condenados era general, había uno o dos brigadieres, un par de coroneles. Bueno, con todo eso pude armar pedacito a pedacito el rompecabezas. Fue muy importante para mí poder comunicarme con un par de militares que estaban en el regimiento de Puente Alto en 1973, que fue allí donde desaparecieron esos tres muchachos. Al final tenía la historia (casi) completa. Me faltaba escribirla.
¿Considera que es un libro de crónicas, una novela, un ensayo? ¿Un híbrido?
En realidad no me interesan mucho las etiquetas. Creo que es todas esas cosas y algunas más, es una memoria, un acta, una autocrítica. Digamos que es una manera de hacer periodismo mediante la literatura y de usar las herramientas del periodismo para hacer literatura.
¿Por qué decidió hacer un relato fragmentario y no uno lineal?
La estructura de un libro, de cualquier libro, si es la adecuada viene junto con la idea, con la historia. En Chile ocurrieron muchas cosas al mismo tiempo, y en muchas partes. Pero cada una de esas cosas tenía un pasado, un origen, una causa. Entonces no era posible contar con honestidad esa multitud de historias sin descuartizarlas primero y luego articularlas entre sí, porque así fue como ocurrieron. Es alucinante comprobar cómo en el norte de Chile y en la región Metropolitana acontecían episodios idénticos, propiciados por el golpe de Estado, y que se conectaban de forma casi sobrenatural en la tragedia. Lo mismo pasó allá en el desierto, en Pampa de Chaca.
¿Cómo se conecta esta historia con su propia vivencia?
Para mí fue como volver a aquellos años, que fueron años de aprendizaje humano, de reflexión espiritual y de tropezones severos. Creo que en Chile me gasté dos o tres vidas de las siete que tengo. Y eso que era muy joven. Pero fue una experiencia que marcó mi vida, para bien y también para mal, por qué no admitirlo. Muchas veces nos cuesta aceptar lo malo, pero en esas experiencias negativas hay un tesoro de aprendizaje y crecimiento. Por eso el título me parece muy ajustado. No es mío, sino de uno de los protagonistas del libro, que hoy vive en Montevideo, como yo. Nosotros los vencidos, eso es el libro, es la esencia del libro.
¿Cómo recuerda esos años?
Años de vértigo, de tumultos y también de esperanzas que al final no se concretaron. Y también, en mi caso particular, años de fuga. Casi le di la vuelta al mundo huyendo…¡Pero no me atraparon!
¿Qué rol juega la memoria en este libro?, ¿Considera que la memoria es un aspecto crucial en estos días?
La memoria es una parte indivisible de las personas y de las sociedades. Olvidar lo que sea es, en general, una forma de condena. El ser humano es palabrero. Memorioso y palabrero. Nunca debemos resignarnos al silencio y al olvido.
En Chile se conmemorarán pronto los 50 años de golpe militar, ¿influyó esta efeméride en la publicación de este libro?
No, en absoluto. El libro tenía una primera versión hace ya unos cuantos meses, pero le fui haciendo cambios de última hora. También recordamos los 50 años del golpe en Uruguay, y no tengo nada preparado sobre eso. No me gustan los oportunismos mediáticos, en realidad los detesto, y detesto a quienes lo practican. Los libros tienen su vida propia, su camino. Hay que dejarlos que anden por el mundo, a su ritmo, con su paso propio.
¿Qué piensa de rumbo de los países latinoamericanos tras el retorno a las democracias?
Pienso que los ricos son ahora más ricos, los pobres son ahora más pobres y pienso que muchas cosas han cambiado para que todo siga igual. Como cantaba la Violeta Parra: “Cuánto será mi dolor”.
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