Columna de Rodrigo González: Misión de Rescate 2 y Elementos, popcorn premium para el invierno
No es un período tan execrable como lo pintan, en cualquier caso. Durante los años de pandemia el negocio de la exhibición casi se fue a pique por la ausencia de estos tanques y muchos pensaban que la era de las Misión imposible o Transformers sería leyenda.
Llegó aquella época del año en que la pantalla grande se llena de superproducciones y las multisalas ofrecen más o menos la misma película, pero con leves diferencias de sabor o color. No es un período tan execrable como lo pintan, en cualquier caso. Durante los años de pandemia el negocio de la exhibición casi se fue a pique por la ausencia de estos tanques y muchos pensaban que la era de las Misión imposible o Transformers sería leyenda.
En ese mismo tiempo, Netflix aprovechó de inyectarle presupuesto a sus ambiciones y creó Misión de rescate (2020), una producción sobre los 60 millones de dólares que en medio del confinamiento de hace tres años le dio el necesario ritmo y escapismo a un mundo más que cruel. Ahora se acaba de estrenar su continuación, Misión de rescate 2 (2023), que debe competir con los blockbusters para adultos, adolescentes y niños que retornaron a las multisalas.
De cierta manera Misión de rescate 2 es mejor que todos ellos. Se alimenta de la moral (o falta de ella) y del virtuosismo de la serie John Wick (también la dirige un ex doble, Sam Hargrave) y el dinero parece bien utilizado en la pantalla. Eso la diferencia de la recién estrenada Flash (2023), que costó 200 millones de dólares y para muchos tiene efectos de PlayStation 3.
El protagonista es Tyler Rake (Chris Hemsworth), mercenario australiano que se salvó por gracia del inverosímil guión de la primera parte y que ahora debe ir a salvar a su cuñada Ketevan (Tinatin Dalakishvili), una mujer georgiana que está presa junto a su marido e hijos en una cárcel de ese país. El esposo la golpea, la esclaviza y francamente corresponde al tipo de subhumano del que celebraremos su pronto fin a manos de Rake. El problema es su hermano mayor, Zurab (Tornike Gogrichiani), más malo y más inteligente, zar local de las drogas, y desde ahora, enemigo público número 1 del mercenario.
Lo mejor de Misión de rescate 2 es un extraordinario plano secuencia de cerca de 25 minutos que al inicio de la película transcurre entre la cárcel y un tren en movimiento. No es un plano secuencia puro y sin cortes, pero parece que lo fuera. Y en el cine, como en la política, parecer es tan importante como ser.
La que no parece tanto es Elementos (2023), la nueva película de Pixar, un estudio algo aquejado de fatiga de materiales. La dirige Peter Sohn y sin ser una mala propuesta, no tiene tal vez el grado de evocación de filmes Pixar recientes como Luca (2021) o Red (2022). La gente se acostumbró al sorprendente e irreal promedio de una obra maestra al año de este estudio en los años 2000 y, para ser honestos, nadie puede sostener tal creatividad hasta el infinito y más allá.
Aún así, Elementos está sobre la media y es bastante mejor que La sirenita (2023), el otro filme animado de Disney en cartelera. La historia es elemental, aludiendo al título original: en un mundo donde todo se subdivide en aire, agua, fuego y tierra, una chica de fuego conoce a un muchacho de agua y ambos de enamoran a pesar de los obstáculos. Por abajo existe, por supuesto, una serie de mensajes que remiten a problemas contemporáneos como la inmigración y la intolerancia en las grandes ciudades desarrolladas.
Pero eso importa poco. Lo que vale es un nivel de candor y capacidad de asombrar que hace aún confiar en que Pixar seguirá nadando en el turbulento y cada vez más competitivo mar de la animación. Digan lo que digan, Elementos es una película de guión original, no una secuela ni el enésimo subproducto basado en un personaje de cómic. Popcorn, pero premium.
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