Hernán Rivera Letelier: “Los homenajes se les hacen a los muertos, y cuando me hacen uno, me pregunto: ¿me estaré por morir?”
El destacado autor nacional acaba de publicar La vida oculta de un escritor, en que narra la trastienda de los personajes que le dieron fama. En charla con Culto, desmenuza sus trucos como si fuese un mago. Habla de su salud, la vida después de haber ganado el Premio Nacional de Literatura y la Inteligencia Artificial. "Un amigo le pidió a la Inteligencia Artificial que escribiera un cuento al estilo de Hernán Rivera Letelier. El sistema usó mis palabras, pero el texto era una mierda", cuenta.
El mismo día que Hernán Rivera Letelier nos recibe en las oficinas de Penguin Random House Chile, está de cumpleaños. Sopló 73 velitas, y en el hotel donde se aloja en Santiago le hicieron una celebración. Se le ve sonriente, feliz por el cariño recibido. Pese al Parkinson que lo aqueja, notorio al momento de hablar, no tiene ganas de tirar la toalla.
“Estoy asustado, porque me han hecho muchos homenajes, y siento que cada homenaje es como una palada de tierra (ríe). Los homenajes se les hacen a los muertos, y cuando me hacen uno, me pregunto: ¿me estaré por morir?”.
Su salud ha sido tema en los últimos años, con dos infartos y la mencionada enfermedad que le dificulta la vida. A pesar de eso, todavía puede tipear en el computador. “Por lo menos estoy, eso es mucho ya. Con mi salud, hay días buenos y días malos, pero tengo la cabeza buena. Así no me vuelvo loco”.
Usted sufrió dos infartos, ¿cómo ha estado del corazón?
Me canso. Cuando me muevo mucho me canso, pero los dedos funcionan bien todavía para el computador, para escribir. Ya no soy el más rápido del oeste, pero con los dedos, le damos.
Y así no más, Hernán Rivera Letelier no para de escribir. Acaba de publicar La vida oculta de un escritor (Alfaguara), un particular libro donde narra la trastienda de los personajes que le dieron un nombre. Pasan -entre otros- el Cristo del Elqui, el Fantasista, Malarrosa, la contadora de películas y por supuesto, una sabrosa historia sobre la Reina Isabel, la prostituta que inspiró su novela debut, y que le cambió la vida.
En rigor, lo que hace Rivera Letelier es contar cómo surgieron los personajes de sus novelas. Incluso, lleva el ejercicio más allá y comenta qué fue de las vidas de ellos una vez que han aparecido en sus libros. Para ello, se apoya en la dupla protagonista de sus volúmenes policiales: el Tira Gutiérrez y la hermana Tegualda.
“Un día, empezando la pandemia, estaba sacando la basura y me encontré con mi vecino. Siempre cruzamos palabras de buena crianza, y me dice: ‘Acabo de leer la cuarta parte de su trilogía policial’, como burlándose de que era la cuarta parte de una trilogía (La muerte es una vieja historia, 2015; La muerte tiene olor a Pachulí, 2016; La muerte se desnuda en La Habana, 2017). Yo le dije que ese era el apéndice de la trilogía (El secuestro de la hermana Tegualda, 2021). ‘Si ya lo vi en la tele sacándose el pillo con lo del apéndice’, me dijo (ríe). Y me dijo: ‘Lo que me gustó mucho fue que un personaje de la segunda parte esté acá en la cuarta parte’. De ahí se fue cada uno a su casa, y me quedé pensando en todas las veces que me han dicho lo mismo, de que la gente se emociona al ver un personaje de un libro aparecer en otro”.
Ese ejercicio, por ejemplo, lo ha hecho con Olegario Santana, de Santa María de las flores negras (2002), quien reaparece con 90 años en El arte de la resurrección (2010); o Felimón Otondo, el boxeador enamorado de Golondrina del Rosario en Fatamorgana de amor con banda de música (1998), reaparece en Mi nombre es Malarrosa (2008).
Así le dio forma este libro, La vida oculta de un escritor, publicado por Alfaguara. “Me di cuenta que a la gente le interesaba saber qué pasaba con los personajes y ahí se me ocurrió. Te juro que cuando este escribiendo no sabía qué mierda estaba haciendo, si una novela, si una crónica, o un ensayo. No me encajaba en nada. Pero sentía que estaba quedando bien. Se la mandé a mi agente y me dice al día siguiente ‘Esta es una novela, está buenísima y va a ser de culto para tus lectores’. Así que me conformé.
¿No cree que sea una novela?
No. Yo aún no creo que sea una novela. O es una especie de novela porque nadie sabe qué es lo que es una novela, o qué no lo es. Cuando apareció Rayuela, de Cortázar, todos decían que no era una novela. O el Ulises de Joyce, lo mismo. Entonces, ¿qué es una novela? Es el género más abierto que hay. En una novela puede entrar la poesía, el cuento, el teatro, la filosofía, todo eso cabe. Lo único que no tiene que entrar es el aburrimiento. Lo único que tiene que tener una buena novela es no aburrir. Mis novelas pueden ser buenas o malas, pero aburridas no son.
¿Cómo fue para usted reencontrarse con el Tira Gutiérrez y la Hermana Tegualda?
Cuando se me ocurrió esta idea de mostrarle a la gente qué había sido de los personajes, me dije que si me pongo a investigar yo, no tiene ni un brillo. Así se me ocurrió “contratar” al Tira y a la hermana, y me funcionó perfecto.
En este proceso de repasar sus novelas, ¿hay alguna a la que le habría cambiado algo? ¿O reescribiría?
Yo no leo mis novelas porque me dan ganas de tarjar, de cambiar, de borrar, de agregar. Una novela no se termina nunca. La novela es perfectible hasta el infinito, por eso digo que una novela no se termina, sino que se abandona. Para escribir esta cosita no me tuve que leer nada, me lo sabía todo.
¿Por qué decidió exponerse? Esto es como un mago que va revelando los trucos de su magia
Claro, yo sabía que estaba dando a conocer cosas que ningún escritor haría, que ningún mago haría, como dices tú. Pero yo me sentía bien haciéndolo, por ahí, un entrevistador me preguntó si acaso yo me estaba despidiendo con este libro. Yo le dije que no tengo idea, pero ya tengo empezado otro libro.
¿Hay algún escritor del que le hubiese gustado leer un libro como este?
De García Márquez, es como mi maestro. De Cortázar, Juan Rulfo, de Leopoldo Marechal, son mis dioses, son mis copilotos.
En el libro, usted comenta que a veces la gente le pide que escriba novelas, o ciertas historias.
Sí, llegan niñas a mostrarme poemas, señoras a contarme su vida, gente que quiere que les lea sus novelas, sus cuentos. Yo les pregunta una sola cosa, y así sé que lo que están escribiendo es bueno o no. ¿Usted quiere escribir o ser escritor? Se quedan pensando, porque no es lo mismo. La mayoría quiere ser escritor, porque están obnubilados con el éxito, el dinero. El que escribe por eso, no va a llegar. En cambio, el que escribe porque sí, porque se siente bien haciéndolo, porque no puede estar sin escribir, ese algún día llega. Como empecé yo, que comencé a escribir mis poemas sin ninguna ambición, sino porque me sentía bien haciéndolo, me salvaba del hastío planetario de la pampa, porque sin la poesía no creo que haya podido aguantar mucho tiempo en la pampa.
El año pasado recibió el Premio Nacional, ¿cómo ha cambiado su vida en este tiempo?
Me siento halagado, los primeros poemas (que leí) estaban en los libros de lectura, de pronto encontraba un autor que era Premio Nacional, y yo pensaba que eran unos genios y yo que no tenia ni estudios pensé que no podía llegar a eso. Yo no tenía por dónde llegar, mis padres analfabetos, en la casa no había ningún libro, aprendí a leer a los 7 años, llegué a sexto básico. ¿Por dónde? Entonces, esto que me está pasando nunca lo soñé. Pero es cierto que más que un premio a mi talento, es un premio a mi perseverancia. Llevo 34 años escribiendo sin parar, sin descanso, todos los días. Hasta los 40 escribía poemas, empecé a los 18 años. Y a la novela hay que darle, hay que estar todos los días. Hay escritores que pueden ser muy buenos, pero no tienen el aguante para estar siempre con la misma historia. Hay que tener aguante y fuerza de voluntad para hacer una buena novela, eso es aparte del talento que tengai o no. Yo reviso 70 veces 7 cada obra, yo no entrego la primera versión. Los editores y editoras me dicen que soy el que menos pega les da, porque yo las entrego casi listas, tienen que trabajar lo mínimo.
¿En el mundo literario le han comentado algo?
No me han mirado ni me han dicho ninguna huevá. La gente en la calle, me para, me abraza, me dicen que cuando supieron del premio saltaron de alegría, como si fuera algo suyo. Pero ningún crítico me ha dicho nada, salvo mis amigos que son 4 o 5. Vi a un escritor reconocido, que yo suponía que éramos amigos, me vio en una feria que se hizo en Providencia y ni me pescó. Yo me hubiera acercado a darle la mano, pero no lo hizo. Eso da pena.
¿Qué opina de la Inteligencia Artificial? Chat GPT puede escribir un texto en solo segundos y con pocas instrucciones.
Un amigo, en Antofagasta y que entiende de eso, le pidió a la Inteligencia Artificial que escribiera un cuento al estilo de Hernán Rivera Letelier. El sistema usó mis palabras, pero el texto era una mierda. Se notaba que no tenía técnica, y en la literatura lo principal es la técnica, el estilo, la forma. El arte es igual a la forma. Además que la Inteligencia Artificial no tiene musa, no tiene duende, no tiene ángel.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.