Carlos George Nascimento: el hombre que creó la industria editorial chilena
El escritor y editor Felipe Reyes acaba de rescatar la historia del primer gran editor literario del siglo XX chileno en Nascimento. El editor de los chilenos. Publicado por Lumen, en sus páginas cuenta cómo un inmigrante portugués que no sabía nada del negocio del libro puso una librería, se arriesgó con una editorial, apostó por los autores chilenos y dio a conocer a nombres clave como Teresa Wilms Montt, Gabriela Mistral o Pablo Neruda. En Culto recorremos esa historia junto a Reyes.
La pregunta, intempestiva, sorprendió a Carlos George Nascimento, pero Eduardo Barrios no estaba jugando. “¿Y por qué no lo hace usted?”. Por entonces, el novelista y taquígrafo en la Cámara de Diputados -acaso el primer fenómeno editorial chileno del siglo XX con El niño que enloqueció de amor (1915)- buscaba publicar una nueva novela. Se llamaba El hermano asno, pero no tenía una editorial que lo apoyara. Por entonces, la norma era que los autores se autopublicaran, asumiendo todos los costos y obstáculos imaginables. De repente, Barrios pensó que el nuevo propietario de la Librería Nascimento podría ayudarlo. Quién mejor que alguien que trabajaba con libros.
Pero Carlos George Nascimento dudó. Había llegado a Chile en 1905, proveniente de la isla portuguesa de Corvo. La idea inicial era quedarse con su tío Juan, propietario de una librería en la Plaza de Armas, pero este no quiso saber nada de su sobrino y no lo ayudó. Decepcionado, Carlos debió tomar el tren a Concepción, donde fue recibido por otros inmigrantes portugueses quienes le dieron un trabajo como dependiente en una casa de empeños.
Sin embargo, el tío Juan murió en 1917. Avisado, Carlos partió junto a su esposa chilena, Rosa Elena Márquez, a recibir su parte de la herencia. Ahí le comentaron que la librería en el centro se puso a la venta. Los días pasaban y no llegaban compradores. Entonces, Carlos, sin saber nada del negocio, y guiado nada más que por el espíritu aventurero decidió arriesgarse. Dejó su apacible vida en Concepción, contrajo una deuda y se hizo del negocio. La tienda, ubicada en Ahumada 125, seguiría llamándose Librería Nascimento, y marcaría un hito en el mundo editorial chileno para siempre.
Esta historia es la que se cuenta en el flamante libro Nascimento. El editor de los chilenos, del escritor y editor Felipe Reyes a través del sello Lumen. Se trata de una reedición del título publicado en 2014, pero ahora trae capítulos nuevos y otros ampliados. “La idea surgió a partir de la búsqueda y lectura de obras chilenas de la primera mitad del siglo XX, ese fue el primer acercamiento -comenta Reyes a Culto-. Y, en esa búsqueda, darme cuenta que muchas de esas obras habían sido publicadas por la misma editorial. Entonces surgió la pregunta: ¿quién era Nascimento? ¿Solo una marca, un nombre de fantasía o el apellido de su fundador? Como es el caso de varias editoriales del mundo que llevan el nombre de su creador. Todo esto al mismo tiempo en que yo entraba al oficio editorial, lo que ha sido mi vida laboral hasta el día de hoy. Este libro de alguna manera es una especie de ‘declaración de amor’, con sus luces y sombras, a este oficio”.
A diferencia de otros personajes de la historia de Chile en el siglo XX, de Nascimento había muy poca información. Esa quizás fue la principal dificultad que debió sortear Felipe Reyes a la hora de trabajar en el volumen. “Casi la totalidad de sus contemporáneos ya estaban muertos, y, en más de 50 años de actividad, Nascimento no llevó un diario, dio muy pocas entrevistas, y no se conservan cartas escritas por él, registros íntimos que hubieran permitido conocerlo un poco más, acercase más a él. Sin embargo, a través de las innumerables crónicas literarias en que aparece mencionado, el testimonio de sus familiares y las memorias de algunos escritores a los que publicó me permitieron conocerlo un poco más (o al menos la ilusión de eso)”.
Nace un sueño
La respuesta de Nascimento a la idea de Barrios fue un rotundo “No”. Todavía estaba fresca en su cabeza la deuda para pagar la adquisición de la librería, y no estaba en condiciones de arriesgarse. Pero Barrios, terco, no iba a aceptar una negativa tan fácil. Consiguió el financiamiento a través de un amigo y volvió a Ahumada 125 para tratar de convencer al portugués. Ahora, con el dinero sobre la mesa, el inmigrante aceptó. Sin saber nada del negocio editorial, decidió simplemente lanzarse por amor a los libros. “Sabía tanto vender libros y de hacerlos, como lo que hoy sé de aviación”, dijo años después.
El hermano asno, entonces, fue el primer título de la flamante Editorial Nascimento. Y su éxito fue inmediato. El severo crítico literario Alone dijo: “Es sin duda la producción más perfecta de su autor”. El negocio nació con una buena estrella, y de paso, Nascimento ganó un socio. “Eduardo Barrios fue el primer autor, pero también el primer ‘asesor’ literario que tuvo el editor -comenta Reyes-. El contacto con Barrios le permitió vincularse con otros escritores, con una incipiente escena literaria, y comenzar a leer de forma sostenida a los autores y autoras nacionales, comprendiendo que este es un oficio que se hace “a fuego lento”, con la lectura y la práctica sostenida. Después de los primeros años de la editorial, sin duda sus decisiones fueron cada vez más personales en cuanto a qué publicar, pero siempre tuvo otras opiniones y recomendaciones de escritores y críticos cercanos a la editorial”.
La gracia de Nascimento es que decidió apostar 100% por libros chilenos, algo que por entonces nunca se había visto. Eran frecuentes las importaciones desde el exterior, pero no existía una industria nacional del libro. “Se editaban libros, sin duda, fundamentalmente textos legales o de historia, la literatura quedaba a los vaivenes de la auto-publicación, pero es en las primeras décadas del siglo XX en que se pasa de la imprenta a la editorial, y se establece el rol del editor en su sentido moderno: que es quien decide qué publicar, en qué formato, qué tiraje, etc. Y en eso Nascimento contribuyó de forma definitiva”, señala Reyes.
“De ahí viene precisamente título del libro: Nascimento se propone apostar desde un comienzo por los escritores y escritoras nacionales casi como una declaración de principios, a diferencia de Laureano Rodrigo, por ejemplo, fundador de editorial Ercilla, quien decía que los escritores chilenos escribían mal y no vendían”.
De Wilms Montt a Donoso
Pronto, Barrios notó que Nascimento tenía una debilidad por la poesía, acaso el menos masivo de los géneros literarios. Sin embargo, decidió arriesgarse. “Publicó poesía desde un comienzo pese a (contadas excepciones) sus malos resultados comerciales, por eso el editor decía que publicar poesía era ‘una forma elegante de suicidio’”. Uno de sus primeros descubrimientos al respecto fue el de una joven poeta, de versos intensos, delicados, largos y dramáticos, quien en diciembre de 1921, a los 28 años, se suicidó con una sobredosis de veronal: Teresa Wilms Montt.
La autora, quien arrancó de Chile tras escapar de un convento al que había sido recluida a la fuerza por su esposo tras descubrirla siendo infiel, se había radicado en París. En Chile no existían libros de su autoría, la mayor parte de su material lo había publicado en Argentina y en España. En 1922, un año después de su muerte, mientras leía la revista argentina Nosotros, Carlos George Nascimento se topó con unos versos de Wilms Montt que lo sacudieron. Ahí decidió publicarla en Chile. Para ello, preparó una antología titulada Lo que no se ha dicho y ante su sorpresa, el libro agotó la primera edición. La autora se convertía en best seller sin llegar nunca a saberlo.
La decisión de publicar a Wilms Montt no pasa desapercibida para Reyes. “Me parece importante destacar que Nascimento, desde sus comienzos, siempre publicó a mujeres, en una época en que ni siquiera tenían derecho a voto y la literatura era un espacio totalmente masculino. La lista es larguísima, con nombres como la misma Wilms Montt, Gabriela Mistral, Marta Brunet, María Luisa Bombal, María Carolina Geel, Chela Reyes y tantas otras más”.
De hecho, Nascimento publicó por primera vez en el país a Gabriela Mistral. En 1922, y por iniciativa del académico español Federico de Onís, apareció en Nueva York Desolación, su debut editorial que compilaba buena parte del material poético que hasta entonces había reunido. El libro tuvo una excelente acogida y esa noticia llegó a los siempre atentos oídos del portugués, quien en 1923 lo editó en Chile. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido en el exterior, donde tuvo siempre buen reconocimiento, en Chile las críticas fueron mixtas, algo que la acompañó por el resto de su vida. “Prueba de ello es la bochornosa y tardía entrega del Premio Nacional de Literatura, otorgado en 1951, seis años después del Premio Nobel”, señala Reyes.
Nascimento fue también quien publicó a Pablo Neruda, en 1924. El joven poeta de Parral ya había debutado el año anterior con Crepusculario, autopublicado gracias al financiamiento del crítico literario Alone. El volumen tuvo buena recepción, aunque circuló muy poco. Fue Eduardo Barrios quien le recomendó a Nascimento que lo publicara. Así Neruda llegó a la editorial con un manuscrito, era su inmortal Veinte poemas de amor y una canción desesperada y fue un éxito. Ante ello, Neruda le ofreció a Nascimento una antología del poeta francés Anatole France, este la aceptó, pero también le encargó que escribiera una novela que contuviera “algún crimen”.
Neruda cumplió. Entregó El habitante y su esperanza, en 1926, un intento de novela corta, que sin embargo es una sucesión de relatos breves más que una novela en sí. Es que contar historias no era lo suyo y lo aclara en el prólogo: “He escrito este relato a petición de mi editor. No me interesa relatar cosa alguna”. El libro no tuvo mucho éxito, aunque el vínculo entre el poeta y el editor se mantuvo.
A lo largo del siglo XX, el negocio editorial de Nascimento siguió creciendo de manera exponencial. Se hizo con su propia imprenta y publicó la friolera cifra de 5 mil títulos. Con el tiempo, dio a conocer a nombres capitales como María Luisa Bombal (cuyas novelas La última niebla y La amortajada originalmente salieron primero en Argentina antes que en Chile), Vicente Huidobro, Pablo de Rokha, Alfonso Alcalde, Nicanor Parra (de quien publicó Poemas y antipoemas), Marta Brunet, Manuel Rojas y José Donoso (de quien publicó su primera novela, Coronación), entre otros.
Carlos George Nascimento falleció en 1966. Su hijo Carlos continuó con la librería y la editorial hasta 1986, año en que cerró sus puertas definitivamente. Felipe Reyes hace un paralelo entre las funciones de editor en los tiempos de Nascimento y los actuales. “Creo que lo que ha cambiado en el oficio tiene que ver con otros asuntos fundamentales como las condiciones de producción, los tipos de impresión, la materialidad, los tirajes, los modos de difusión y comercialización del libro, etc., pero el trabajo de la edición de textos propiamente como tal no ha cambiado demasiado a como se hacía hace 100 años atrás. Considero que hoy en día es una labor, un oficio, que se debate entre su propia mitología (despojándola de la condición de precariedad que rodea al rubro) y la sobrevivencia de un negocio en permanente cambio y bajo el yugo de las tendencias y el mercado”.
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