Piglia según Libertella: historia de un apasionado ensayista de la oralidad
Ricardo Piglia a la intemperie se llama el interesante perfil que el escritor argentino Mauro Libertella acaba de publicar con Ediciones UDP. En sus páginas repasa la vida del autor de Plata Quemada, desde sus primeros años a su muerte por ELA. No solo lo reconoce en su dimensión como escritor y un apasionado de los libros, también sus contradicciones, sus diferencias con César Aira y su relación con el dinero. En charla con Culto, Libertella desmenuza el volumen.
En la casa de Mauro Libertella siempre hubo libros. Quizás es lo que más le gusta en la vida, y se entiende pues es hijo de dos afamados escritores argentinos: el narrador Héctor Libertella y la poeta Tamara Kamenszain. En ese macizo que se encuentra de tanto en tanto en las casas, llamado biblioteca, Mauro conoció a un autor que tenía la misma pasión desbocada por los libros. Así lo cuenta a Culto. “Como el dinosaurio de Monterroso, Ricardo Piglia siempre estuvo ahí. Cuando nací, ya había publicado Respiración artificial, de modo que me antecede. Además, al tener padres escritores, en mi casa se habla de autores y de libros y el nombre de Piglia sonaba, era una palabra que estaba en la charla”.
“Pero digamos que recién cuando entré a la Facultad de Letras lo empecé a leer ya como escritor. Me voló la cabeza Crítica y ficción, su libro de conversaciones, y sigue siendo mi libro preferido de él, tantos años después. Quizás con sus Diarios. En la Universidad, Piglia era un semidios. Se lo citaba en todas las cátedras, en todas las materias se leía algún ensayo suyo (casi nunca sus novelas). Ahí terminé de entender la centralidad que tenía en el campo literario argentino de cambio de siglo”.
Desde esa cercanía con la obra de Piglia, fue que al tener la posibilidad de trabajar en un perfil de un autor argentino, eligió justamente al oriundo de Adrogué. Hoy, ese trabajo ya se encuentra en las librerías nacionales a través de Ediciones UDP. Se llama Ricardo Piglia a la intemperie, escrito con la notable voz narrativa de Libertella, uno de los buenos narradores argentinos sub 45 y que logra conducir un relato sin que el lector desvíe la atención. Y Piglia, lo sabemos, un ineludible. El autor de Plata quemada, La invasión o Los casos del comisario Croce está en el olimpo de las letras argentinas junto a Pizarnik, Arlt, Cortázar y Borges. “Hace unos años publiqué un retrato de Mario Levrero en esta misma colección de la UDP [Vidas Ajenas] y un tiempo después (creo que fue en 2021) me convocaron para hacer otro. Me ofrecieron algunos nombres que tenían en carpeta y cuando vi el de Piglia una luz se encendió y supe, muy rápidamente, que quería hacer un libro sobre él. Y arranqué”.
En sus páginas, Libertella aborda la vida de Piglia de forma lineal, desde sus primeros años en Adrogué -un pueblito perdido en la zona sur del Gran Buenos Aires-, a su paso como universitario por La Plata, su llegada a Buenos Aires y su breve paso por Estados Unidos. Todo marcado por esa pasión inconmensurable que sentía por la literatura y los libros. Era lo único que le importaba, tanto que en su juventud no le importaba vivir de paso en hoteles y piezas y sobrevivir con solo un par de pilchas. Lo que le importaba era tener la soledad y el espacio para leer y escribir.
“Para mí siempre lo más difícil de los libros es encontrar la estructura -nos cuenta Libertella-. Y eso es especialmente complejo en libros para los que tenés tantos materiales diversos en la mesa: relato, testimonios, citas de libros, crítica literaria. ¿Qué forma darle a todo eso y no morir en el intento? En el libro sobre Levrero había optado por una estructura no lineal y por temas: Levrero y el dinero, Levrero y las mujeres, Levrero y el mundo editorial. Esta vez me incliné por el relato lineal de una vida, pero incorporando en el medio algunos capítulos más ensayísticos o de debates literarios (Piglia vs Aira, por ejemplo, o Piglia y la política). Sin embargo, tuve que mantener la correa del animal bien apretada porque el texto es un caballo desbocado que todo el tiempo se te escapa para todos lados. A veces lo dejás escapar un poco, a veces no”.
¿Cómo fue el proceso de escritura?
Bueno, cuando terminé el libro sobre Levrero me prometí no volver a hacer trabajos así por bastante tiempo, porque es como subir una montaña de la que no terminas de ver la cima hasta que estás ahí. Muchas entrevistas para hacer, muchos libros para leer, una estructura que encontrar, un tono que capturar. Pero así como es un trabajo muy desgastante, también es apasionante, tiene algo detectivesco y también algo impúdico, de voyeur, de meterte en la vida de otros. Primero leí todo lo que encontré biográfico sobre Piglia, que no hay tanto. Luego todas las entrevistas que concedió, que son geniales: fue, sobre todo, un gran ensayista de la oralidad. Luego sus novelas y finalmente me volqué al proceso de entrevistas. En algún momento me pareció que ya era momento de empezar a escribir, pero una vez que estás escribiendo un libro así te das cuenta de que todo lo que te falta, de modo que las entrevistas siguen ocurriendo, ya para completar un dato o para sumar un nuevo. Todo eso cuaja y luego de una larguísima caminata, el libro está terminado.
Libertella aborda la vida de Piglia no solo a través de material documental sino también con fuentes orales, vivas. Habló con gente cercana al autor. Como por ejemplo, Beba Eguia, su segunda esposa. “En general no fue difícil contactar a la gente; al ser parte todos de un mundo bien pequeño como es la literatura argentina, con la mayoría ya nos conocíamos de antes. Fue importante tener el visto bueno de Beba Eguia, la mujer de Piglia. Hubo gente a la que le dije que Beba me había hablado y eso (creo) hizo que se decidieron a hacerlo ellos también, sobre todo la gente vinculada con los años finales de Ricardo, que fueron muy duros por la enfermedad que atravesó. También hubo una o dos personas que no quisieron hablar, con argumentos atendibles. Fue importante, para dar un ejemplo, poder hablar con el hijo de Josefina Ludmer, que fue una pareja central en la vida de Piglia. Él en general no habla del tema y me dedicó algunos minutos y lo considero un testimonio valioso en ese sentido”.
Además, este perfil tiene el mérito que muestra a Piglia como un ser algo contradictorio. Pues si bien bien tenía una visión muy austera de la vida, viviendo una vocación casi monacal por la Literatura, le importaba tener cierta calidad de vida e incluso postuló y ganó el Premio Planeta. Claro que esto le costó la gran polémica de su vida, pues se generó un escándalo al saberse que estaba arreglado de antemano pasando por encima de las bases del premio.
“Creo que todas las personas son contradictorias y Piglia también lo fue y me alegro si el retrato logra capturar esa contradicción, porque supongo que los retratos se escriben para eso también -destaca Libertella-. Respecto de los elementos que mencionas, creo que entran dentro de una línea muy interesante de la vida de Piglia, que es su relación con el dinero. ¿De qué vive un escritor? Es una pregunta que está siempre en corazón de la tradición literaria pero de la que se habla menos de lo que me gustaría. Los Diarios de Piglia pusieron en primer plano esa faceta de su vida, porque son cuadernos en los que se habla concretamente de dinero. Creo que Piglia era alguien al que casi no le interesaba otra cosa que no fueran los libros, de modo que no necesitaba dinero para buena ropa, o pasajes de avión o comidas exóticas. Pero no fue un hippie o un monje, siempre cobró bien por sus trabajos y le importaba vivir bien, dentro de sus intereses. Lo de por qué postuló al Premio Planeta es discutible y creo que es un debate que nunca se va a saldar, pero es cierto que en los años 90 vivía de colaboraciones, de trabajos eventuales, de clases sueltas, de guiones, y necesitaba el dinero más que en otros momentos”
Incluso, Piglia aceptó ir a hacer clases a Estados Unidos, pero se devolvió. “Lo de Estados Unidos también merecer ser conversado largamente, pero creo que esos años lo ordenaron de una manera muy virtuosa: tuvo un sueldo bueno y una jubilación, pero además tiempo mental y una biblioteca impresionante para trabajar. Pero una vez que se jubiló, no tenía sentido que se quedara en Estados Unidos. No le gustaba estar fuera de Buenos Aires”.
También abordas la dimensión del Piglia amante, y cómo dejó a Josefina Ludmer para irse -y casarse- con Beba Eguía, ex novia de un amigo suyo. ¿Te interesaba “humanizar” al personaje más que alimentar un mito?
En el caso de Piglia, las mujeres más importantes de su vida tuvieron una influencia muy concreta en su trabajo literario, sobre todo Ludmer y Eguia. Creo que hablar de esos vínculos es hablar de la evolución y los cambios del trabajo literario de Piglia. Pero además sí: me gustan las historias personales, las historias de amor, las historias de familia, de modo que cuando leo un retrato o una biografía quiero que me cuenten todo eso, como también quiero que me cuenten chismes, infidencias. Y respecto de no alimentar el mito, creo que es uno de los desafíos mas complejos cuando uno aborda personajes tan encumbrados. En algún momento del texto deslizo algunos reparos respecto de su narrativa, por ejemplo. Y su relación con las mujeres también podría ser cuestionable en algunos puntos, en el sentido en que Piglia por momentos se manejaba con códigos o parámetros de la masculinidad de su época. Eso, creo, queda sugerido y hay algunos testimonios que tocan el tema.
Profundizas en los años en que Piglia estudió Historia. ¿Qué le aportó la formación de historiador a su literatura?
El decía que no estudió Letras porque la carrera de Letras corre el riesgo de aplastar el deseo de escritura literaria. En todo caso, creo que su formación de historiador se ve muy nítidamente en el trabajo de revisionismo que hizo de la tradición literaria argentina. Reordenó los lugares de los autores, los linajes, diseñó un recorrido (primer vino este, luego aquel autor, más adelante este otro) que fue el que se impuso en la academia (Aira armó un contra-recorrido). Creo que su formación de historiador empujó ese talento.
Piglia hizo clases, incluso en la TV. ¿Consideras que él tenía cierta vocación de maestro?, ¿piensas que se veía a sí mismo como un maestro?
El nunca renegó de su carácter de docente, aunque Aira usó eso como una forma de injuriarlo (“es un buen profesor”, dijo cuando le preguntaron por Piglia como escritor). Creo que la transmisión era algo que le importaba mucho, y a lo largo de la escritura de este libro me topé con mucha gente que me hablaba de su generosidad. Pensé mucho en eso y creo que su gusto por la docencia era parte de esa generosidad de la que tanto me hablaron. Por otra parte, no creo que se viera a si mismo únicamente como maestro, sobre todo se veía como escritor, pero él hizo de la docencia una parte (y una parte muy importante) de su literatura. De hecho, ya se publicaron varios libros con sus cursos completos.
Como solía ocurrir en el mundo literario del siglo XX, entre los escritores solían haber “bandos”, como la dicotomía entre el mismo Piglia con César Aira y por extensión, con Osvaldo Lamborghini. Para Libertella, más que una pelea entre personas que no se simpatizan o que tienen una visión diferente de la literatura, se trataba más bien de dirimir el canon de la literatura argentina. “Creo que ambos se disputaban cierta centralidad de sentido en la literatura post-Borges. ¿Qué es la literatura argentina, qué tiene que ser, cuáles son los autores que importan? Esas son las preguntas que estaban, tácitas, en sus disputas. Siempre hubo conflictos entre los escritores de un mismo país, y a veces uno extraña un poco esa época, ahora que el debate pasa mas por chicanas en redes sociales, si es que a eso le podemos llamar debate. Que dos escritores tan importantes entren en colisión solo habla bien de un momento de la literatura nacional”.
Él hablaba de su “generación”. ¿Consideras que Piglia dialogó con la literatura anterior a él?
Sí, muchísimo. De hecho, fue uno de sus trabajos más sostenidos: leer a la tradición. Tradición era una de sus palabras preferidas, de las que mas usó. Daba la sensación de haber leído todo lo que vino antes de él o, en todo caso, fue del que mejor lo leyó. A Borges, a Arlt, a Sarmiento, a Macedonio Fernández y un largo etcétera.
¿Cuánto influyó la dictadura militar en el Piglia que publicó Respiración artificial?
Como muchas de las dictaduras del continente, la argentina fue complicada y marcó a todos los escritores y artistas que la atravesaron. En el libro menciono un poco el debate entre los que decidieron irse y los que prefirieron quedarse. Ahí también hay una contradicción en Piglia: trató de irse, no pudo porque Ludmer tenía un hijo chico y el padre no lo autorizó y entonces Piglia cambió su posición o su discurso y dijo que elegía quedarse. Él era alguien que circulaba mucho por bares, por reuniones, se veían con gente, y la dictadura hizo que todo eso fuera de pronto peligroso o sospechoso. Simultáneamente, en esos años empezó la revista Punto de Vista, que fue fundamental en su recorrido intelectual. De modo que fueron años muy duros pero también muy productivos: Punto de vista, su primera novela, su relación con Ludmer.
Piglia escribió novelas, pero también tiene volúmenes de cuentos notables, como La invasión. ¿En qué terreno crees que se expresó mejor, novela o cuento?, ¿cuál es tu libro favorito de él?
Creo que su fuerte es el hibrido entre el ensayo y la narración, y eso se ve en libros como Prisión perpetua, Formas breves, Critica y ficción, algunos cuentos, algunos tramos de sus novelas y los Diarios. Incluso en sus libros de clases. También tiene libros fallidos, pero ¿qué escritor no los tiene? Mi libro preferido es Crítica y ficción, pero me gustan todos los que mencioné.
Pensando en alguien que no lo conoce, ¿por dónde se puede comenzar a leer a Piglia?
Diría Prisión perpetua. Son relatos largos o nouvelles, el primero es bien autobiográfico, tiene su tono, esa escritura cálida y amable, de gran inteligencia, sutil y al mismo tiempo portentosa.
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