Gabriela Mistral, viajera: “La embriaguez de viaje aumenta por año”
Vagabunda eso he sido, se llama el volumen publicado recientemente por la casa editora Alquimia, que recopila escritos de la Premio Nobel de Literatura sobre viajes. Hay poemas, textos en prosa, recados, ensayos, etc. Desde el valle del Elqui, la Patagonia, Michoacán, la Pampa argentina, El Salvador, Napoles, Petropolis.
Lo tituló El valle de Elqui, un sentido poema donde Gabriela Mistral le cantó a su lugar de origen. “El valle de Elqui tiene montañas / que buscan a Dios en la noche / y lo hallan en amaneciendo. / Son altas y son hermosas. / Ellas lo cantan en el día / y lo velan cayendo la noche”. No solo porque siempre le tuvo un amor desmesurado a su terruño, sino porque inquieta como era, escribía sobre cada lugar que visitó o residió, que dada su condición de diplomática, fueron varios, repartidos en más de un continente.
Así, la casa editora independiente Alquimia Ediciones acaba de publicar Vagabunda eso he sido, un volumen que recopila textos de la Premio Nobel de Literatura 1945 sobre viajes. No solo pensando en el extranjero, sino también dentro del país. “Una de sus pasiones vitales más importantes en Mistral fue el viaje -comenta a Culto el director de Alquimia, el poeta Guido Arroyo-. Este libro pone en relieve esa deriva. La capacidad que tenía para retratar los espacios que transitaba, la agudeza de su ojo de cronista. El desplazamiento es una clave crucial de su escritura. En sus poemas muchas veces, el territorio, el viento, el paisaje se vuelven un eje poético central. De ahí que un libro como este permite conocer a mayor cabalidad la envergadura de su obra. A la vez, como editorial, nos interesa mucho adentrarnos en los textos más vitales de los autores”.
“Creemos firmemente que en ellos se encuentra un costado luminoso y revelador. La crítica tradicional, muchas veces, se centra sólo en las ‘obras cumbres’. Desde mi punto de vista, hay que tener la mirada opuesto, y buscar en los textos breves, las cartas, los diarios de vida, las tensiones más reflexivas y críticas de las y los autores”, agrega.
Entonces, en el libro primero pasan los textos de Mistral sobre la Patagonia, su clásico recado sobre las Alamedas chilenas, y el valle central. Sobre este último, escribió: “La horizontalidad del valle no es perfecta; hay que recordar que se trata de una vertiente cordillerana; pero en sus mejores partes hay una planicie que le vale el nombre de llano, que lleva en la geografía. Corre de Santiago a Puerto Montt, en una línea fácil y elegante, gozo del geógrafo como del caminador. Las colinas boscosas de antes, ahora lomerío de trigales, y uno que otro monte aislado, mejor que alterar subrayan su maestría de valle tipo”.
También hay textos sobre el paisaje mexicano, Cacahuamilpa, Michoacán, la pampa argentina, Petrópolis (Brasil); sobre Europa, donde pasa por Nápoles y Florencia (Italia), Brujas (Bélgica), Barcelona (España). Sobre esta última anota: “Los sudamericanos hacen dengues y ponen mal gesto a la modernidad de Barcelona. Pujos arqueológicos y pininos de viajero correteador de ciudades sacras...industria en auge, campo labrado, comercio vivo, puerto con una belleza hecha de ajetreo y gente sin hambre y que lleva la jocundia de los bien avenidos no solo con el mar, sino con su tiempo”.
¿Cómo podemos caracterizar estos textos? Nos responde uno de los editores de Alquimia, Felipe Reyes: “Para Mistral todo es material para la escritura: el paisaje, el clima, la gente, la historia del lugar en el que está; nada escapa de su ojo, de su reflexión y sensibilidad única, y sus crónicas de viaje son también la bitácora de una vida errante, como ella misma declara (de ahí el título del libro). El testimonio del tránsito de una mujer que desde muy temprano trazó su propio camino, vital y, sobre todo, en la escritura”.
La selección y edición de los textos corrió por cuenta de la escritora Natacha Oyarzún Cartagena, quien nos comenta cuáles de los textos más le llamaron la atención: “En El paisaje mexicano, es alucinante observar cómo establece conexiones entre el valle de México y el valle de Chile. La luz, los cielos o la ausencia de una cordillera cortando el horizonte. Su origen está fuertemente arraigado en cada una de sus reflexiones, y suele ser un punto de partida a la hora de pensar la naturaleza. Fue igualmente estimulante descubrir el éxtasis que le generó el Golfo de Nápoles, su descripción del azul y del gemido del mar. Todo en ese texto es alegría. Muestra de su enorme lazo con la Tierra. Finalmente, destaca Viajar, un texto que bien podría ser leído como un manifiesto sobre el viaje. Allí se plantea contraria a la superficialidad con que viajan los ricos y cómo han arruinado una experiencia que antes dividía la vida en dos, siendo todo azar y misticismo”.
Viajar, el texto al que alude Oyarzún, es el que cierra el libro. Es un escrito fechado en diciembre de 1929 y publicado en el diario El Tiempo, de Colombia. Ahí Mistral reflexiona sobre el hecho de viajar. “La embriaguez de viaje aumenta por año: en el 2000 se señalará como a un albino a aquel que no lleva en el cuerpo el olor de sus cuatro continentes, y el no haber estado en Melbourne o en el Tíbet creará a un hombre situación embarazosa en una conversación. El antiguo asombro de Simón el Estilita pasará al que nació, dio hijos y murió en su tierra”.
“Viajan algunos ya con displicencia; en el ojo sin avidez, en la llegada a Niza como al patio de su casa, se reconoce que ese tiene ya volteada la bolsa de maravillas del caminar y querrá ya otra cosa: por ejemplo, los circos sin viento de la luna. Lástima de ricos que se han estropeado una fiesta más, a fuerza de sobajearla demasiado”.
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