Albert Einstein y su pensamiento político: pacifista, antinazi y liberal
Albert Einstein. Mi Visión del Mundo, se llama el volumen que llegó a las librerías chilenas vía Tusquets. Se trata de un volumen que compila escritos, cartas y discursos del científico donde expresó sus visiones de sociedad y la contingencia de su tiempo. Habló de pacifismo, el nazismo, el problema de Palestina y su rol en la bomba atómica.
Siempre fue un adelantado. En 1931, Albert Einstein visitó Palestina, por entonces, en manos de Reino Unido, que lo obtuvo como botín tras arrebatárselo al Imperio Otomano, faltando a su compromiso con los árabes que ayudaron a la derrota de los turcos en la Primera Guerra Mundial. Restaban unos años para que el territorio fuese autónomo, pero ya se hablaba de su destino. Y ya convertido en celebridad, dado su Premio Nobel de Física en 1921 y su Teoría de la relatividad, Einstein no se restó de opinar.
En un discurso pronunciado en Palestina, Einstein abogó por la existencia pacífica entre el pueblo palestino y el hebreo, anticipándose a los conflictos que ocurrirían en la zona a partir de 1948, con la creación del Estado de Israel. Un problema que al científico le tocaba de cerca, puesto que él mismo era judío, aunque no practicante. “Establecer una cooperación satisfactoria entre árabes y judíos no es problema inglés sino nuestro. Nosotros mismos tenemos que ponernos de acuerdo respecto a las exigencias de ambos pueblos para una vida comunitaria. Una solución justa y satisfactoria para las dos partes debe basarse en esta convicción: el objetivo capital y espléndido cuesta tanto como el trabajo mismo”.
Este discurso, y otros, pueden encontrarse en el reciente libro Albert Einstein. Mi visión del mundo, que acaba de llegar a las vitrinas nacionales a través de Tusquets. En sus páginas, se reúnen una serie de escritos y discursos donde pone de manifiesto su visión humanista y pacifista. Además de democrática. Todo en un lenguaje llano, accesible. No se pone en una vereda intelectualista, sino en la del ciudadano de a pie, pero consciente del peso de su nombre.
Por ejemplo, en 1931 publicó un texto en Nueva York donde revelaba sus idearios políticos, y se podría decir que coqueteaba con el liberalismo. Esto se entiende en su contexto, puesto que en ese año ya estaban establecidos la Unión Soviética y la Italia Fascista. Y Adolf Hitler aparecería triunfante solo dos años después. “Mi ideal político es la democracia. El individuo debe ser respetado en tanto persona. Nadie debería recibir un culto idolátrico...los sistemas autocráticos y opresivos degeneran muy pronto. Pues la violencia atrae a individuos de escasa moral, y es ley de vida el que a tiranos geniales sucedan verdaderos canallas. Por eso estuve siempre contra sistemas como los que hoy priman en Italia y en Rusia”.
“Para hablar con propiedad, el Estado no puede ser lo más importante: lo es el individuo creador, sensible. La personalidad. Solo de él sale la creación de lo noble, de lo sublime. Lo masivo permanece indiferente al pensamiento y al sentir”.
Otro ámbito de su pensamiento, es que Einstein siempre se declaró pacifista. De hecho, en 1952 escribió un artículo para la revista japonesa Kaizo, donde desarrolló sus postulados en este aspecto. “Consolidar la paz internacional fue una meta de los hombres verdaderamente importantes de todas las generaciones. Pero el desarrollo de la técnica transforma este postulado ético en un problema existencial para la humanidad civilizada de hoy. La participación activa a fin de resolver el problema de la paz es una responsabilidad moral que ningún hombre consciente puede dejar de lado”.
Y por supuesto, no elude su posición respecto a la bomba atómica, en cuyo desarrollo tuvo un rol periférico, pero lo tuvo (tal como se ve en la película Oppenheimer). “Mi participación en la construcción de la bomba atómica se limitó a un único hecho: firmé una carta dirigida al presidente Roosevelt. En ella el énfasis se ponía en la necesidad de preparar experimentos para estudiar la posibilidad de realizar una bomba atómica. Era consciente del horrendo peligro que la realización de ese intento representaría para la humanidad. Pero la probabilidad de que los alemanes estuvieran trabajando en lo mismo me empujó a dar este paso. No me quedó otra salida, aunque siempre he sido un pacifista convencido. Matar en la guerra no es en mi opinión mejor que un asesinato vulgar”.
“Pero en tanto las naciones no se convenzan, mientras no rechacen la guerra con acciones comunes y resuelvan sus conflictos y defiendan sus intereses con disposiciones pacíficas basadas en las leyes, se creerán obligadas a prepararse para la guerra”.
Einstein, por supuesto, dada su condición de judío y de liberal, se opuso con fuerza al nazismo. En marzo de 1933 firmó una declaración. Ya había dejado el país meses antes, en diciembre de 1932, con rumbo a Estados Unidos para ser parte del Institute for Advanced Study. Pero el ascenso de Hitler en enero de 1933 lo hizo decidir quedarse en norteamérica. Dicha declaración también se encuentra en este libro y señala en su parte más medular: “Mientras me sea posible viviré en un país donde haya libertades políticas, tolerancia e igualdad para todos los ciudadanos ante la Ley. A la libertad política pertenece la libertad de expresar las convicciones, así como el respeto por las creencias del individuo”.
“Estas condiciones no son cumplidas por la Alemania actual. Los hombres que se han dedicado a la causa internacional y algunos destacados artistas son, en ella, perseguidos...las naciones suelen esforzarse por sobrevivir a sus enfermedades. Espero que Alemania supere pronto las suyas, y que en un futuro cercano se pueda no sólo elogiar a eminencias como Kant y Goethe de cuando en cuando, sino que la vida oficial y particular se fundamente en sus obras”.
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