Diego Trelles Paz, escritor peruano: “El Perú de ahora es un paria en el contexto internacional”
El autor publica su novela La lealtad de los caníbales, donde cierra una trilogía dedicada a la violencia política. Tomando una estructura similar a La Colmena de Cela, ofrece una narrativa coral donde el protagonista es la ciudad de Lima actual, pero con los ecos del fujimorismo. En charla con Culto, desmenuza el libro y analiza el contexto de su país.
Como lo hizo La Colmena de Camilo José Cela, y su mirada a la España franquista de los 40, el escritor Diego Trelles Paz (47) se embarcó en una novela coral que fuera una fotografía cruda de la ciudad de Lima. En el bar del chino Tito, se juntan una pléyade de personas a hablar y que van representando diferentes sensibilidades sociales del país. Un camarero nikkei cuyo padre fue asesinado por un escuadrón paramilitar, una cocinera que predice el futuro mirando traseros, un drogadicto comandante de la policía, un sacerdote catalán algo oscuro, una inmigrante colombiana que abre una peluquería, un troll fujimorista de redes sociales. Entre las historias de todos se va tejiendo su nueva novela, La lealtad de los caníbales (Anagrama) ya publicada en Chile.
En rigor, se trata de una novela con que Trelles Paz cierra una trilogía sobre la violencia política en el Perú, que conforman también Bioy (2012, con la que fue finalista del Premio Rómulo Gallegos) y La procesión infinita (2017). “Aunque no tenía claro por entonces que sería una trilogía, y pese a ser una novela con una estructura dislocada, Bioy sigue una progresión histórica que va de la guerra interna hasta la dictadura fujimorista -dice el autor a Culto-. Más adelante, La procesión infinita abordará la posdictadura y ese engañoso proceso de transición que fue solo la constatación de que la dictadura nunca se fue. En cuanto a La lealtad de los caníbales, mi idea era culminar el proyecto en un presente impreciso que ya se anunciaba ominoso desde que Keiko Fujimori casi gana las elecciones en tres oportunidades. Terminé la novela en 2022, sin sopesar del todo el horror del tiempo presente en el Perú”.
La escritura hace referencia a La colmena, de Camilo José Cela, ¿por qué tomaste esa novela como modelo?
La colmena es una novela extraordinaria y, aunque me siento muy distante del pensamiento político de Cela, la idea de convertir un café madrileño de 1942 en la representación simbólica de la dictadura franquista en España me parecía adecuada para acercarme a Lima, mi ciudad, como reflejo de un Perú que ya iba en camino de perder otra vez la democracia. Aunque no hay realmente una influencia narrativa ni estructural de La colmena, la metáfora de las abejas enloquecidas alrededor del enjambre me sirvió para plantear la idea de la novela como un conjunto de vidas cruzadas. Por otro lado, tanto el chino Tito como su bar existen en mi narrativa desde Hudson el redentor, el primero de mis libros que apareció en 2001. La taberna del libro es un lugar cuyo referente es el bar Queirolo del centro de Lima: un café-restaurante que es también un emblema cultural y político de la capital. De hecho, varios escritores chilenos pasaron por ahí. Alguna vez estuve bebiendo en la misma mesa de Pedro Lemebel y Oswaldo Reynoso.
¿Por qué decidiste hacerla una novela coral?
Si bien las novelas de esta trilogía suelen tener varios personajes, La lealtad de los caníbales fue pensada bajo la lógica del fresco social y siguiendo la estructura de las historias que se cruzan y se encuentran sobre el final enlazando el destino de todos sus personajes. No hay un protagonista porque todas las voces y las historias van configurando la vida de los habitantes de Lima bajo un sistema que, de alguna u otra manera, los abandonó o los obligó a adaptarse a un país donde la corrupción es endémica y lo deforma todo. Por otro lado, me interesaba acercarme a Lima desde su diversidad social, étnica y lingüística a partir de las voces, la música y la cultura popular de personajes que la transitan, la viven, la sufren y, pese a todo, la quieren, la defienden.
¿Es Lima la verdadera protagonista de esta novela?
La lealtad de los caníbales es como una carta de amor herido a mi ciudad, así que bien puede verse de esa forma. No olvidemos que fue Lima la que casi sella el retorno del fujimorismo a nuestra vida en las últimas elecciones. No olvidemos tampoco que el Perú es un país agresivamente centralista. Es en Lima en donde se privatizan las playas públicas para que los ricos no se mezclen con el resto. Esto que es ilegal en cualquier parte del mundo, está normalizado y sacralizado en un Perú que siempre se dirige y administra desde la capital.
¿La consideras una especie de contracara de Conversación en La Catedral?
Hay quienes la han leído desde Conversación en La Catedral y, desde luego, es un halago porque es la mejor novela de Vargas Llosa. En Argentina hicieron una comparación similar pero con La procesión infinita. No estaba pensando en ella al escribirla porque técnicamente es distinta, pero creo entender hacia donde apuntan porque La lealtad de los caníbales también intenta adentrarse en los escombros emocionales de un país tras un derrumbamiento social y político.
Si bien está ambientada en nuestros tiempos, la Lima que muestras lleva la secuela de los hechos que marcaron al Perú en el fujimorismo. ¿Crees que son secuelas que la sociedad peruana aún padece?
No las veo solo como secuelas porque el fujimorismo está vivo y coleando y, en la práctica, gobernando. Hace algunos meses liberaron ilegalmente al dictador Alberto Fujimori que hizo la pantomima de morirse durante años desde su cárcel de oro y ahora anuncia su candidatura a la presidencia a los 85 años. Sin duda mi novela indaga en ese hueco que nos dejó tanto el trauma de la feroz guerra interna, sacudida por el terrorismo civil y por el terrorismo de Estado, como la dictadura fujimorista que, en la práctica, nunca se fue. Lo que tenemos ahora no se puede llamar democracia. La trilogía entera reflexiona sobre eso pero cuando la empecé era incapaz de imaginar que el proyecto fascista del fujimorismo seguiría vivo.
En base a uno de los personajes, aparece el fenómeno de las redes sociales y su uso en la política. ¿Qué te llamó la atención para que decidieras incluir ese tema en la novela?
Me interesa llevar a la ficción todo aquello que tenga un incidencia real en la vida de las personas. No siempre es fácil porque a veces el abordaje literario parece chocar con fenómenos populares que podríamos considerar prosaicos para la ficción. Autores como Manuel Puig, Oswaldo Reynoso o Guillermo Cabrera Infante hicieron literatura de primer nivel con elementos de la vida diaria que otros escritores consideraban de segunda mano. Fernando Arrabal, el troll fujimorista de la novela que es escritor e izquierdista, se permite algunas reflexiones en las que justifica su vil trabajo señalando que le permite ejercitarse en la escritura encarnando virtualmente a un personaje que representa todo lo opuesto a lo que cree. Eso también me interesa y me divierte cuando escribo.
¿Hay algo de canibalismo en la práctica política?
Eso depende mucho del lugar en el que se ejerza. Si esa pregunta me la trasladas al caso específico del Perú, no tengo ninguna duda en lo que el ciudadano promedio piensa, por ejemplo, de los congresistas que se suben el sueldo mientras destruyen la institucionalidad y la democracia y alteran de facto la Constitución para quedarse en el poder. De hecho, lo escuché en la televisión peruana en abril cuando le preguntaron a una mujer en la calle por los congresistas y esta respondió sin la menor duda: “Esos son unos caníbales”.
¿Cómo has visto tú la situación en Perú desde que asumió Dina Boluarte?
Es catastrófica. Un desastre absoluto. Boluarte ni siquiera gobierna, es un adorno. Estamos viviendo una dictadura parlamentaria y tenemos de fachada a una presidenta que ostenta joyas millonarias en la miseria de los peruanos. Todo es un despelote. Se han levantado la división de poderes. Se quieren tumbar al Jurado Nacional de Elecciones para que Keiko no vuelva a perder. El periodismo corporativo apoya hasta las leyes que se acaban de tumbar lo procesos penales contra los militares que cometieron delitos contra los Derechos Humanos. No conozco ningún país democrático en el cual el Estado haya asesinado a balazos a más de cincuenta personas por manifestarse y que todo siga impune. El Perú de ahora es un paria en el contexto internacional. Es, finalmente, el país sometido que soñaba el proyecto fujimorista.
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