De Emily Dickinson a Gabriela Mistral: cómo vieron las y los escritores a la naturaleza

Emily Dickinson y Gabriela Mistral wsp
De Emily Dickinson a Gabriela Mistral: cómo vieron los escritores a la naturaleza

Ella está en todos. Cantos a la naturaleza, se llama un volumen publicado por Alquimia donde se reúnen las voces de una selección variopinta de escritores en torno a la naturaleza. Revisa aquí lo que dijo cada uno.


En su Recado sobre la Alameda chilena, Gabriela Mistral describe los álamos chilenos, en una de sus habituales miradas sobre la naturaleza. “Linda es la alameda, vista desde los cerros con su pinceada ancha y delicadísima; mejor aún caminada, pues de raya decorativa para a camarada por la march, a comadre siseadora que trota al costado muerto”.

“No es chileno quien no lleve en sus corvas siquiera cien kilómetros de alameda, y no conserve viva su habla numerosa, y no siga en sueños caminando dentro de su cintajo estrechador”.

Ese texto de la Premio Nobel de Literatura 1945 se puede leer en Ella está en todos. Cantos a la naturaleza, que la casa independiente nacional Alquimia Ediciones acaba de publicar. En sus páginas reúne a un diverso conjunto de autores y autoras, de todos los tiempos y lugares, a través de sus escritos sobre la naturaleza. Así lo comenta a Culto su editor, el escritor Felipe Reyes: “El criterio de selección fue, básicamente, textos que nos permitieran hacer un recorrido no solo cronológico, sino también cultural o personal de cada uno de los autores y autoras sobre su vínculo con la naturaleza y su forma de ‘escribirla’, de referirse a ella o de vivirla. Un amplio abanico de épocas, estilos y miradas que va desde la escritora japonesa del año 1.000, Sei Shonagon, o el lonco mapuche Pascual Coña, a la tradición europea del ensayo con Emerson o Ruskin y la poesía de Gabriela Mistral o Alfonsina Storni”.

Mistral y Storni
Gabriela Mistral y Alfonsina Storni.

“Partimos con los textos sobre el tema que nos gustaban o que cada uno ya conocía. Una vez que tuvimos esa lista, agregamos otros que nos parecieron que más se ajustaban al tipo de texto que queríamos, que tuvieran un acercamiento más personal con la naturaleza que la mera descripción de un entorno”.

Así, por ejemplo, nos encontramos con Ralph Waldo Emerson, poeta estadounidense de la mitad del siglo XIX, quien escribió un lúcido ensayo llamado Naturaleza. “Hay días en este clima, casi en cualquier época del año, en que el mundo alcanza su perfección, cuando el aire, los cuerpos celestes y la tierra están en armonía, como si la naturaleza mimara a su prole; cuando en estas desoladas partes superiores del planeta no hay nada que desear de lo que hemos oído sobre las latitudes más felices, y gozamos de las horas brillantes de Florida y Cuba”.

Otra que también se fijó en la naturaleza fue la poeta estadounidense Emily Dickinson. En su extaordinaria poética, tiene versos como “Naturaleza es lo que vemos / las colinas -el atardecer- / las ardillas -los eclipses- los abejorros / más aún -la Naturaleza es el Cielo- / la Naturaleza es lo que Oímos / el pájaro cantor -el Mar-/”.

O “Florecer -es el resultado- de encontrar una flor / y mirarla casualmente. / Apenas lo induciría a uno a sospechar / de esa circunstancia menor/”.

Emily Dickinson wsp
“Divide la alondra y encontrarás la música”: Emily Dickinson, una isla en la poesía

Volviendo la vista a Sudamérica, también se encuentran versos de la notable poeta argentina Alfonsina Storni. “Naturaleza mía, la que fuera / Como pesada abeja en primavera / Ociosa y hecha para siestas de oro / Voraz, aletargable, mudadera”.

“Bajo las tardes cálidas, dormida / De amor, ya el nuevo amor te daba brida / Y tú arrastrabas un pesado cuerpo / Pesado por el zumo de la vida”.

“¿Qué hice de ti? Para enfrentar tus males / Sobre tus formas apreté sayales / Y en flagelarte pude empeño tanto / Que hoy filosofas junto a los rosales”.

Arlt
Roberto Arlt.

Desde la Argentina también se cita al gran Roberto Arlt, de quien se cita su escrito ¡Agua!, ¡agua!, ¡agua!, donde narró en una clave más bien realista: “El tren del Estado corre hacia el norte, entre alambrados de siete hilos. Son las doce y media del día. A pesar de la sequía hay mucho menos tierra de lo que podría presumir el lector. Cierto es que aún estamos en la provincia de Santa Fe, pero algunas horas más tarde, cuando entremos en Santiago del Estero, comprobaremos que aparentemente la sequía no ha modificado la naturaleza del suelo a lo largo de los rieles. Hasta se llega a dudar de la efectividad de tres años sin lluvia”.

“Sin embargo, el drama de Santiago del Estero se hace presente en las conversaciones de los pasajeros que conocen aquellas tierras y el síntoma de la sequía asoma a través de la palabra única: ‘Agua’”.

Ella está en todos lados wsp

Sigue leyendo en Culto

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.