Javier Argüello, escritor argentino: “La realidad no es algo dado, objetivo e inmutable como solemos creer”
El autor trasandino acaba de publicar Cuatro cuentos cuánticos, donde cruza la ciencia con la narrativa. En los cuatro relatos que forman la colección está la idea de que la conciencia -o el punto de vista particular- es de algún modo, generadora de la realidad. Su autor habló con Culto, abordó su vínculo con la física y cómo construyó este particular artefacto literario.
Al escritor trasandino Javier Argüello (52 años, nacido en Santiago de Chile), le interesa tanto la narrativa como la física. Un cruce que a simple vista parece improbable, pero él le encontró una vuelta. Como toda historia sucede en un tiempo y espacio, estos son elementos que de alguna manera pueden ser puestos en entredicho. Dicho de otro modo, la realidad, todo lo que vemos es algo que se construye con la participación subjetiva de cada cual. Así lo reconoce a Culto.
“El cruce entre la narrativa y la física es un tema que empecé a trabajar hace varios años, cuando entendí que la teoría cuántica abría la puerta a la idea de que la conciencia participa en la construcción de la realidad. En ese momento estaba estudiando el modo en que los relatos que nos contamos construyen nuestra idea de mundo, y me pareció muy sugerente el hecho de que hubiera una teoría científica que planteara cuestiones como esta. Estos cuentos son el resultado de la última exploración que he llevado a cabo en ese territorio de frontera”.
Así nacieron los Cuatro Cuentos Cuánticos, que el escritor acaba de publicar vía Random House, donde en 4 relatos aborda historias de personajes que en el paso del tiempo se ven enfrentados a diferentes situaciones. Como un hombre que asiste -a regañadientes- a una reunión con sus antiguos compañeros de colegio tras 30 años; un periodista que de estar en Ucrania de repente se encuentra en Londres con un escritor del siglo XIX; o la locura que un escritor experimenta junto a un paciente de un manicomio.
En los cuentos, hay una idea de que la conciencia -o el punto de vista particular- es de algún modo, generadora de la realidad. ¿Lo pensaste así?
Es algo que en la narrativa resulta innegable. Un relato no cobra sentido por su correlación con ninguna realidad exterior, sino a partir de la cohesión y la coherencia del punto de vista escogido para narrarlo. Lo interesante es que, al parecer, en la teoría cuántica, la realidad no termina de construirse, no termina de fijarse, hasta el momento en el que interviene la mirada del observador. Para la mecánica cuántica, eso que llamamos realidad no es más que un campo de probabilidades que sólo colapsa en una posibilidad concreta frente a la mirada concreta que un observador pone en juego.
¿Cómo equilibraste la precisión científica con la necesidad de crear historias atractivas y emocionantes? ¿Cuál consideras que es el punto óptimo entre ambas?
La clave que conecta ambas cuestiones es el punto de vista como creador de la realidad. Y en narrativa esa operación resulta ineludible, con lo que te diría que está presente en cada relato que leemos. La particularidad de estos cuentos radica en que la realidad construida juega con los propios límites de la realidad y acentúa el papel de la conciencia en el modo en el que ésta es moldeada. Pero al tratarse de historias, de artefactos narrativos, creo que lo que debe mandar es siempre la tensión dramática. No creo que se deba “ilustrar” una teoría, sino que hay centrarse en la acción dramática y dejar que sea el diseño estructural el que refleje los posibles saltos cuánticos.
¿Qué dificultades encontraste al escribir estos cuentos? ¿Hubo algún concepto o idea que te costara especialmente transmitir?
Todas tienen su dificultad, pero no sé si mayor que la que nos encontramos siempre que nos enfrentamos a la construcción de un relato. Es verdad que algunas de las ideas que están detrás de estos cuentos son un poco más difíciles de digerir que las que juegan con reglas de nuestro mundo cotidiano. Pero, al menos en el modo en el que yo entiendo el funcionamiento de un relato, siempre se trata de construir un artefacto o un artificio que genere un efecto más profundo y duradero que el que podríamos alcanzar con una explicación. Ahí es donde radica el desafío.
En Un cuento inglés, hay un guiño a Borges. ¿Qué te impulsó a eso?
La verdad es que la historia de ese cuento involucra otro cuento con el que el protagonista se encuentra en Londres de una manera misteriosa, y que efectivamente está incluido en una antología de la literatura fantástica recopilada por Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo, con lo que se trató de una cuestión más bien fortuita. Lo que no es fortuito es que ellos se hayan interesado por la literatura fantástica, y en ese sentido evidentemente hay una confluencia de intereses con las exploraciones que yo llevo a cabo.
En el cuarto cuento se desdibuja el límite entre la ficción y la realidad, entrando en una ciencia ficción. ¿Te consideras escritor de ciencia ficción?
Yo no diría que el género del cuarto cuento es la ciencia ficción, en el sentido de que no es una ficción propiamente científica. Creo que se corresponde más bien con lo que se define como ficción fantástica tal y como acabamos de mencionar a raíz de la antología de Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo. Pero por supuesto que las clasificaciones nunca son una cosa cerrada.
¿Cómo ves la relación entre la ciencia y el arte? ¿Crees que son disciplinas complementarias o que tienen objetivos completamente diferentes?
Creo que cualquier aproximación a la realidad es una ficción, entendiendo por ficción el ordenamiento caprichoso que un determinado relato hace de una realidad a la que no nos es posible acceder de manera directa. En ese sentido el de la ciencia también es un relato. La diferencia es que la ficción científica se define como no ficticia, inaugurando así la noción de lo real. Y es justamente esa noción la que la teoría cuántica está poniendo en jaque hoy en día. Hace un tiempo atrás un físico muy reputado me decía que, a nivel subatómico, la idea de una realidad objetiva sencillamente no es defendible. Y en ese sentido creo que sí, que las miradas de la ciencia y de la literatura se complementan y se enriquecen de numerosas maneras. En última instancia, con diferentes metodologías y criterios de validación, ambas se proponen entender y explicar el mundo que nos rodea.
¿Qué esperas que los lectores se lleven de la lectura de tus cuentos? ¿Deseas que reflexionen sobre la naturaleza de la realidad, que se interesen más por la ciencia o simplemente que disfruten de una buena historia?
Me encantaría que pasaran las tres cosas. Me encantaría que, a través del disfrute de una buena historia, los lectores tengan la posibilidad de cuestionarse la naturaleza de la realidad para comprender que no es algo dado, objetivo e inmutable como solemos creer, sino que está en permanente construcción, y que en ese sentido todos tenemos una cuota de responsabilidad en el modo en que se manifiesta. A fin de cuentas, y como te decía, somos las historias que nos contamos.
¿En tu experiencia laboral has podido compartir con el trabajo de los físicos?
Sí. He tenido ocasión de visitar dos veces el acelerador de partículas del CERN, en Ginebra, y participo de algunos foros multidisciplinares con algunos físicos a partir de los cuales hemos desarrollado diferentes instancias de colaboración mutua. El espíritu que las gobierna es siempre el de enriquecer nuestra mirada sobre el mundo poniendo en común nuestras diferentes aproximaciones. De hecho, en octubre llega a Chile un breve ensayo titulado “Los límites de la ciencia” en el que cuento la primera de mis visitas al CERN y las reveladoras conversaciones mantenidas con los físicos que allí trabajan. En noviembre he sido invitado al festival Puerto de Ideas, en Valparaíso, para hablar de todos estos temas.
¿Consideras este libro una introducción a la mecánica cuántica?
No, no. Este libro es una exploración narrativa de algunas de las posibles implicaciones que la teoría cuántica despliega acerca del modo que tenemos de entender la realidad. Parafraseando a un físico chileno con el que tuve ocasión de conversar, se trata de un intento de que la gente pueda aproximarse a los misterios de esas implicaciones sin tener que entender de ecuaciones, así como puede disfrutar de la música sin tener que entender lo que es una corchea.
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