Thomas Harris: “El Premio Nacional de Literatura tiene que hacerse cargo de causas que han quedado pendientes”
El poeta chileno acaba de recibir el Premio Nacional de Poesía Jorge Teillier, uno de los importantes galardones en el estilo lírico literario. En charla con Culto repasa su obra, echa una mirada a su prolífica Generación de los 80, aborda su trabajo al mando de Ediciones Biblioteca Nacional, y comenta el Premio Nacional de Literatura, del que fue candidato.
Si hubo una generación prolífica de poetas en Chile, fue la de los 80. En esos años de dictadura, surgió una constelación de nombres que hicieron historia en la poesía nacional: Malú Urriola, Carmen Berenguer, Elvira Hernández, Teresa Calderón, Rodrigo Lira, Juan Luis Martínez y Raúl Zurita. Pero también estaba Thomas Harris.
Serenense, estudió Pedagogía en Castellano en la Universidad de Concepción, la misma casa de estudios que dos décadas antes había acogido a Gonzalo Millán. “Además de prolífica, es una generación heterogénea -recuerda Harris al teléfono con Culto- Hay muchas modulaciones, muchos muchos tipos de voces. Está la poesía indigenista construida de pueblos originarios, surge de forma poderosa la poesía escrita por mujeres”.
“Además surge una poesía que continúa la tradición de la generación de los 60, con poemas epigramáticos y de orden cotidiano, pero también surge una poesía como la de Diego Maqueira, en parte Raúl Zurita, Carlos Cociña, donde me situaría yo también, que es una suerte como de neovanguardia que toma de las vanguardias originales de Huidobro, de De Rokha que se habían tal vez olvidados en este curso de las generaciones anteriores. Se experimenta mucho con el discurso, con el lenguaje sobre todo con una veta de actualidad, y además estaba la poesía urbana”.
Esa generación ha sido bastante reconocida, y Harris no ha sido la excepción puesto que, a sus 68 años, acaba de recibir el Premio Nacional de Poesía Jorge Teillier que otorga la Universidad de la Frontera (UFRO). Por este galardón obtiene una retribución económica de cinco millones de pesos y el derecho a la publicación de una obra original o antológica.
“Es un orgullo porque es un premio digamos que ya lleva siete ediciones cada dos años y cuyos ganadores han sido poetas bastante destacados a nivel nacional, que además son cercanos a mí tanto en época y generación. Es un premio que va adquiriendo cada día digamos una trayectoria más significativa”, señala. De hecho, el galardón también lo han obtenido Manuel Silva Acevedo (2012), Elicura Chihuailaf (2014) y Elvira Hernández (2018). Todos también han sido ganadores del Premio Nacional de Literatura.
¿Qué aspectos de la poesía de Jorge Teillier considera que han influido en su propia obra?
Si pensamos en los poetas de la Generación del 50, para mí los más importantes son Jorge Teillier y Enrique Lihn. Yo estoy más cerca de la poesía de Lihn, porque es una poesía urbana, que trata del viaje, de la ciudad y de tiempos contemporáneos. Pero dentro de mi poesía hay un cierto acercamiento al sur, a Concepción y sus alrededores. Ahí aparecen ciertos aspectos que yo diría si bien no tienen un vínculo directo con Jorge Teillier, sí dialogan con él. Hay un tiempo mítico, hay un tiempo perdido, hay un tiempo nostálgico, hay un tiempo misterioso.
En su poesía, usted ha abordado temas como la violencia, la Conquista de América, o la sensualidad. ¿Qué lo hace mirar en esas direcciones?
Estábamos en una situación bastante compleja porque teníamos que enfrentarnos a la dictadura. Eso significaba que estabas frente a un vacío de tradición, piensa que los poetas más inmediatos nuestros Gonzalo Millán, Silva Acevedo, Waldo Rojas, estaban todos en el exilio. No había un diálogo inmediato y directo. Por otra parte uno quería hacer una poesía nueva, una poesía que dialogara pero dialécticamente con la poesía anterior y que trajera una evolución al discurso lírico. Se escribía directamente sobre lo que estaba pasando, iba a ser una poesía panfletaria lo cual no sirve ni como poesía ni como panfleto. Ahí había que encontrar ciertos elementos poéticos, lingüísticos, icónicos, simbólicos que te ayudaran digamos a hablar de lo que estaba pasando. Para mí fueron importante los discursos colombinos, que hacían hincapié en la identidad latinoamericana, daba cuenta del descubrimiento, de la violencia con que se conquistó este continente que después se llamó América. Por una parte, el erotismo también es un aspecto fundamental dentro de mi poesía, porque yo diría que lo que a uno lo salva de la violencia, de la crueldad y de la muerte es justamente eso. A Thanatos le contrapones Eros.
De alguna forma su obra siempre ha dialogado con el pop.
Yo creo que el discurso pop es inseparable del discurso culto. Yo no haría alguna diferencia entre el discurso pop o las modalidades pop, ya sea el rock, cine de terror, cine gótico de otros discursos que podríamos considerarlos como superiores. Creo que actualmente son discursos que cada vez dialogan más entre ellos. En un libro de los años 80, Apocalípticos e Integrados, Umberto Eco trató de abolir esa dicotomía. Él apelaba a que uno no podía ser ni totalmente integrado ni tampoco apocalíptico, sino que incorporar la cultura de masas a la cultura -vale la redundancia- culta, y lograr una suerte de dialéctica de esos dos elementos, porque actualmente uno en su educación sentimental incorpora todos esos discursos.
¿Cómo ve el momento actual de la poesía chilena?
Encuentro que está en un muy buen momento. Hay diversidad de voces y una multiplicidad de discursos y de identidades que hace que sea una poesía muy rica. Encuentras poesía de pueblos originarios, de mujeres, urbana, encuentras poesía experimental. Incluso digamos que hay poesía que aparentemente se adscribe a fórmulas estéticas tradicionales como la de Oscar Hahn, o la de Rafael Rubio, pero si tú la lees con atención encuentras fisuras en esa versificación aparentemente clásica. Hay formas de experimentar, de buscar, de transitar por la poesía chilena que la hace muy saludable en este momento.
Usted es director de Ediciones Biblioteca Nacional, donde se han rescatado títulos patrimoniales, de Pablo de Rokha, Martín Cerda, la Obra Reunida de Gabriela Mistral. ¿Cómo ha sido esta experiencia para usted?
Ha sido muy buena. Ser editor era un sueño que tenía desde hace mucho tiempo, para poder rescatar y la función de Ediciones Biblioteca Nacional es justamente una función de rescate de obras patrimoniales chilenas que hablan de nuestra identidad, pero que de alguna forma han estado un poquito subsumidos por el mercado y por otros tipos de interés. Entonces, hemos logrado hacer una colección pequeñita pero que ya lleva varios títulos, y la idea es recuperar esas voces que si no la recupera el estado quedarían totalmente consumida digamos por otros intereses.
Este año, usted fue uno de los candidatos al Premio Nacional de Literatura. ¿Esperaba recibirlo?
Si te soy sincero, no. Porque creo que este año el premio le correspondía a una mujer, porque imagínate desde que Gabriela Mistral hasta ahora había un vacío en poetas mujeres que hubiesen ganado el premio. No es por no merecimiento, yo creo que muchos de los candidatos que no eran mujeres también lo merecían, pero creo que ahí había una deuda que había que saldar. Ahora tampoco digo que el premio de Elvira Hernández no sea un premio justo y merecido, que lo es, pero digamos que el Premio Nacional tiene que hacerse cargo de ciertas causas que han quedado pendientes. Por eso, yo tenía muy bajas expectativas.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.