Gonzalo Maier: “Que condenen a un empresario a ir a clases de ética es objetivamente chistoso”
Mal de altura (Random House) se llama la nueva novela del escritor nacional. En ella, relata la historia de un profesor de filosofía que le da clases a un magnate condenado a tomar un curso de ética. En una narrativa delirante, Maier desarrolla a unos personajes que no volverán a ser los mismos después de esa experiencia. En charla con Culto, desmenuza la novela y habla también de la Inteligencia Artificial.
Un buen día Sócrates Saavedra, un hombre de mediana edad, académico de Filosofía de la Arquitectura en una universidad del barrio alto de Santiago, recibe un particular encargo: que le haga clases de ética a un conocido empresario que ha sido condenado a tomarlas, como sanción a sus oscuras maniobras de financiamiento irregular de la política. Saavedra acepta sin saber que no será el mismo hombre una vez que finalice el curso, tampoco el alumno, Echaurren. Un empresario desfachatado y algo excéntrico.
Ese es el argumento de la nueva novela del escritor nacional Gonzalo Maier (43), Mal de altura (Random House). En una breve y delirante narrativa, Maier explora temas como las mecánicas del dinero, el valor que se le da a algunas disciplinas académicas, el poder, el ritmo de vida acelerado. Evidentemente, casos como el de los empresarios Carlos Eugenio Lavín y Carlos Alberto Délano, quienes fueron sentenciados a clases de ética por efecto del bullado Caso Penta, fueron una inspiración para el autor. Así lo cuenta a Culto.
“Hace un tiempo, y a propósito de un montón de escándalos financieros o políticos, empecé a pensar que la posición del indignado o del que está todo el día escandalizado no conduce a nada. Es muy improductiva. Incluso conformista. Tenía ganas de explorar la empatía, de mirar de cerca y con curiosidad a uno de estos personajes que de repente todos condenan con tanta fuerza. Me dieron ganas de entender al otro, que a estas alturas parece una excentricidad”.
¿Cómo fue el proceso de escritura? ¿Qué fue lo más complejo?
Si hay algo para lo que sirve la literatura es para afinar la escala de grises. Y en un sentido eso es lo más difícil: ponerse en ese lugar donde nada es taxativo ni muy claro. Tenía ganas de explorar dos mundos raros, como el de la plata y la ética, sin señalar a nadie con el dedo. Quería que tipos distintos, un empresario corrupto y un profesor de filosofía, se miraran y conversaran. Quería ver qué salía de no tener tantas convicciones.
¿El personaje del profesor te hizo repensar tus convicciones sobre la ética?
Es que no tengo muchas convicciones. Y si las tengo duran poco, a lo más quince minutos. Mi único manual de ética, si me perdonas lo rimbombante, son los ensayos de Montaigne.
De alguna manera, en el profesor termina subsistiendo la idea de que para hacer filosofía hay que tener dinero. ¿Crees que eso se aplica a la literatura?
Yo lo veo de otro modo: el profesor transita en contra de sus certezas, de su formación como un hijo de la transición, rema en contra de lo que defendió durante mucho tiempo. Se traga sus verdades y sus valores grandilocuentes de justicia, igualdad; su aspiración por alcanzar una sociedad más democrática, en un sentido. Es un profesor de ética que llega a desconfiar de su propia ética y de pronto mira fascinado el mundo de la plata. Y por el otro lado pasa más o menos lo mismo. Creo que incluso la novela vale como una suerte de metáfora –delirante, pero metáfora– de la generación del Frente Amplio cuando llega al poder.
¿Cómo fue la construcción de Echaurren, el empresario? Él es bastante extravagante a ratos.
No lo había pensado como extravagante, pero puede ser. Lo veo como alguien libre, en realidad. Radicalmente libre. Un tipo con una desfachatez que solo es posible cuando no tienes que rendirle cuentas a nadie, cuando tu único límite son las leyes de la física más que las del código civil.
A pesar de la temática, en la novela hay bastantes dosis de humor, por momentos es delirante. ¿Siempre quisiste que el humor estuviese presente en la novela?
Es una comedia, por supuesto. O yo siempre la vi así. De hecho, que condenen a un empresario a ir a clases de ética es objetivamente chistoso y, partiendo de ese punto, me parece que todo lo que venga después será chunga. Y hay cierto delirio, como dices tú, que es una forma de mirar la realidad que me resulta muy natural.
¿Qué papel juega el dinero para ti en este diálogo con la ética?
Los discursos éticos o políticos son fáciles, uno queda muy bien diciendo ciertas cosas, pero lo importante, o lo único que vale, es actuar acorde en los momentos en que hay que actuar acorde. Si no, es un slogan. Puedes decir mil cosas, sacarte todas las fotos, levantar todos los puños, pero si en el momento de hacer lo que andas pregonando no lo haces, ahí, en ese vacío, está la verdad. Y la plata, creo, o el poder, en un sentido más amplio, sirve como una vara para medir qué tanto crees en lo que dices.
¿Cuánto de ti tiene el profesor?
23,7% de mí. Ni un poco más, ni un poco menos.
¿Qué esperas que los lectores obtengan de esta novela?
Una primera edición que en el futuro, cuando esté bien muerto, puedan revender por mucha plata. Les recomendaría ir a las librerías y acaparar todo lo que puedan.
Esta es una novela breve, como todas las tuyas. ¿Qué te gusta del formato novela breve?, ¿no has pensado en explorar una novela más larga?
No sé si me gusta el formato. Creo que sí, pero tampoco estoy tan seguro. En realidad escribo cosas que me gustaría leer. Y leo con felicidad –y facilidad– dentro de estas extensiones.
En otro tema, ¿qué piensas de la Inteligencia Artificial y su nexo con la literatura?, ¿qué implicaciones éticas crees que debe tener su funcionamiento?
Lo veo así: ¿Una máquina puede correr más rápido que un humano? Ciertamente. ¿Prefiero una carrera de robots o una de tipos que se sacan la cresta por ganarle al del lado? Lo último, sin dudas. Con el fútbol y la literatura me pasa lo mismo: prefiero la sangre y lo inesperado. O con el sexo. ¿Acostarse con una máquina es lo mismo que con una persona? No lo sé, pero supongamos que sí. ¿Me interesa? No.
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