Biógrafa de Giulio Andreotti: "El sabía utilizar el poder, los intercambios de favores y los silencios"

<P>De acuerdo con Beccaria, el Estado italiano actual "fue fundado" a través de Giulio Andreotti.</P>




Antonella Beccaria es periodista del diario de investigación Il Fatto Quotidiano. En 2012 escribió, junto con Giacomo Pacini, el libro Il Divo Giulio, la última biografía de Giulio Andreotti.

¿Cómo definiría a Andreotti?

Andreotti fue el Hombre de la República italiana. Nuestro Estado fue fundado a través de él. The New York Times lo define como Mr. Italia y me parece un apodo muy acertado. Su parábola empieza cuando el país aún estaba hundido en la guerra: el joven Giulio ya colaboraba con Alcide De Gasperi, fundador de la Democracia Cristiana, que lo tomó bajo su protección y promocionó su carrera política, tras la sugerencia calurosa de Giovanni Battista Montini (futuro Papa Pablo VI). Sin embargo, Andreotti también informaba a los servicios secretos aliados sobre las actividades de su mentor De Gasperi. Desde los primeros pasos de la República tuvo muchas responsabilidades. Por ejemplo, le encargaron a él la gestión de las zonas limítrofes de la región de Friuli, a un paso de la Yugoslavia comunista de Tito. Allí operaban hasta 1948 unos grupos que recibían dinero de Roma para contener el consenso que podía coagular la izquierda. Italia estaba en el medio; por un lado, el bloque comunista y, por el otro, el Atlántico. Era una posición muy delicada. Los estadounidenses querían garantías de que el Partido Comunista Italiano no llegara al gobierno.

¿Siempre estuvo en el lugar apropiado en el momento apropiado?

Fue muy hábil en ello. En 1952, por ejemplo, bloqueó un posible reflorecer fascista: se acercaban las elecciones administrativas de Roma y Luigi Sturzo, el sacerdote que creó el Partido Popular, primer germen de la DC, quería que el candidato a alcalde democratacristiano aceptara el apoyo de monárquicos y neofascistas. Andreotti entendió que se trataba de una estrategia suicida, que hubiera causado la pérdida del voto de todos aquellos católicos que habían contrastado la dictadura. Apeló al Papa Pío XII y pudo boicotear el plan.

¿Qué secretos se lleva a la tumba?

Muchos. Sobre todo, citaría dos. Nunca sabremos su versión sobre la logia P2, que a partir de los años 60 y hasta principios de los 80 fue un verdadero aparato de poder paralelo. La verdad jurídica nunca llegó sobre aquel círculo de militares, profesionales, banqueros y políticos que urdían un plan subversivo: no imaginaban golpes militares al estilo chileno, argentino o griego, sino que querían minar desde dentro la estabilidad del país, para llevar a una forma de Estado más presidencial, más autoritaria. Andreotti también sabía mucho sobre la bomba que explotó en la Plaza Fontana de Milán, en diciembre de 1969, y que abrió la época de los atentados en las calles italianas. Andreotti era ministro de la Defensa y la Fiscalía pidió al Parlamento poder abrir un juicio en su contra.

¿Por qué estaba tan bien protegido?

Andreotti era la mente que gestionaba a su antojo una corte de ayudantes. Sabía utilizar el poder, los intercambios de favores y los silencios. Por ejemplo, para consolidar su corriente interna a la DC no se hizo problemas en aliarse con grandes electores sicilianos, que recogían votos de la mafia.

¿Lo definiría como un hombre de Estado?

Sí. Operó siempre dentro de una óptica de estabilización del Estado, que había que mantener a cualquier precio.

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