Pedro Lemebel encendió la primera polémica en la Feria del Libro de Guadalajara
<P>El miércoles hizo una performance donde disparó contra el ministro de Cultura y el pabellón chileno.</P>
"Yo muerdo la mano", dice Pedro Lemebel con ese hilo de voz que le dejó el cáncer. "Una voz como la del Doctor Mortis", precisa. Las luces están apagadas y él de negro entero sobre una pantalla con imágenes del Santiago y el mar, pone en escena la lectura dramatizada de Susurrucucu Paloma. Su show en la Feria del Libro de Guadalajara. Un acto de provocación y circo que llenó la sala. "Uno puedo andar toda Lady, abre la boca y sale este rugido", insiste. Y vaya qué ruge: del Presidente Sebastián Piñera hasta la misma feria, el cronista les disparó a todos. "Vengo gratis a entretenerlos, pero digo lo que quiero", lanzó.
Lemebel llegó el martes a Guadalajara y por la tarde se apareció por el pabellón chileno, como una sombra oscura, silenciosa, perturbadora. En algún momento, un fotógrafo del Consejo de la Cultura le pidió un retrato, él tomó un poco de agua de la que bebía y le tiró un chorro de vuelta. Nada de fotos. Ya se sabe: la fiesta no empieza sin Lemebel. La cordialidad imperante entre los escritores chilenos la quebró él en el siempre ameno café del stand nacional. Sin provocación alguna, dejó caer un vaso de agua sobre Oscar Contardo. Ninguno dijo nada. El autor de Raro, dice que el cronista estaba "tonteando", que sólo fue el "palito para revolver el café". Otros, dicen que a Lemebel no le gusta que amenacen su lugar de cronista homosexual.
"Esta feria es una mierda. Un mall burgués. No he visto a pobres, ni punkis ni hippies. Bueno, ustedes me podrían decir igual como yo digo de mi Presi: es lo que hay", lanzó la noche del miércoles en Susurrucucu Paloma, jugando al rol de peligroso provocador que desde los 80 patentó como su marca. Siguió: "Y el stand de Chile, qué cosa más horrible. Esa mediagua, ese palafito, cuatro palos. Y barato salió. Para hacerse los pobres lo hicieron. Horrible".
Cuatro años
Fue precisamente en la Feria de Guadalajara cuando Chile fue invitado en 1999, que Lemebel puso su nombre en la galaxia hispana a punta de ladridos y crónicas hirviendo. Venía respaldado por Carlos Monsivais, que según el chileno, ayudó a legitimarlo: "El fue de los primeros que alabaron mi escritura cuando otros escritores me miraban con asco . Yo era el maricón de la crónica, un género bastardo, ahora está de moda y toooodos escriben crónicas", dijo, para regresar en el tiempo. Aquella vez, Lemebel fue invitado tras la renuncia de Roberto Bolaño: "En 1999 me dijeron que sobraba un pasaje. Entre mandarlos a la mierda, dije:' Voy y aquí les dejo la cagá'. Y así lo hice", contó.
En la lectura, Lemebel leyó la crónica Mamá pistola, sobre la valentía de su madre, Canción para niño boliviano, en que pidió mar para Bolivia, y el Ministro Piñerarte, que ya antes había mostrado en la Feria del Libro de Santiago. Cuenta que el día en que el Presidente Piñera nombró a su gabinete en el Museo de Bellas Artes, Lemebel se encontró en el barrio con el ministro de Cultura Luciano Cruz-Coke, quien lo saludó afectuosamente. A cambio, el escritor escupió al suelo.
"No ha sido nada agradable vivir estos cuatros años en chilito", dijo. "Me quedé sin trabajo, me cerraron el diario, La Nación, donde publicaba mis pobres crónicas. No he agarrado ni un puto proyecto y más encima me agarra el cáncer. Atroz. Lo único que quiero es que se acabe esto. Los presidentes pasan como las olas del mar. Como sea, no es tan fascista, pero es tonto", agregó con más ironía que amargura.
Ayer, al mediodía, entre hordas de escolares que inundaron la feria, Lemebel lanzó su último libro, Háblame de amores. Además del crítico español Ignacio Echevarría, la presentación estuvo a cargo de la mexicana Rossana Reguillo, quien llevó a un trío de charros y todo se convirtió en una fiesta. El escritor, envuelto en una túnica blanca, dio las gracias, y terminó: "Si pueden compren el libro, si no lo roban".
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