El otoño del patriarca de los Jackson

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Joe Jackson, al centro, rodeado por sus seis hijos hombres.

Aquejado de un cáncer y lejos de su familia pasó sus últimos días Joe Jackson, el abusivo y polémico padre del Rey del Pop. "Nunca fui tan duro", comentó a La Tercera en 2010.


La historia de la música popular estadounidense reserva varios capítulos a los malos padres. Ahí está, probablemente encabezando la lista, el reverendo Marvin Gaye, que siempre detestó a su hijo homónimo y acabó con su brillante carrera dándole muerte con dos escopetazos. O Murry Wilson, cuyos golpes dejaron sordo de un oído a su hijo Brian, para años después vender todo el catálogo de los Beach Boys por 750 mil dólares (menos de un 1% de lo que realmente valía). Como éste, Joseph Jackson (Fountain Hill, 1928) tampoco tuvo éxito como músico y volcó toda su atención y frustraciones en sus hijos, a quienes convirtió en estrellas a punta de mano dura y maltratos sicológicos, sobre todo al más talentoso de ellos.

TMZ, el mismo sitio que hace nueve años sacudió al mundo informando la muerte del Rey del Pop, ayer dio cuenta de la partida del patriarca del clan Jackson, producto de un cáncer de páncreas en fase terminal que lo tenía hospitalizado en Las Vegas. Un estado que "Joe" mantuvo en secreto hasta el final, incluso a sus hijos, a quienes durante semanas se les negó el acceso al paradero y diagnóstico de su progenitor. "No deberíamos estar rogando por ver a nuestro padre", reclamaba la semana pasada Jermaine, el cuarto de sus once hijos, quien finalmente logró acompañarlo en sus últimas horas.

Éste último fue quien, en un libro dedicado a su hermano (You are not alone, 2012), dio mayores detalles del modus operandi de su padre y de su legado, de más sombras que luces. Por un lado, el del hombre tras el más exitoso grupo familiar de la historia del pop, el que los sacó de la pobreza y los mantuvo fuera de las peligrosas calles de Gary, Indiana. Por otro, el tipo áspero y malhumorado, curtido en los duros ghettos del medioeste estadounidense y en los rings de una truncada carrera boxeril, que replicó en su prole su propia historia de maltrato infantil, con ensayos cinturón en mano que no permitían un solo traspié.

Para Michael, el abuso fue constante y dejó huellas profundas. Su hermano Marlon recordó alguna vez cómo éste solía ser sujetado por su padre de una pierna, boca abajo, para recibir palmetazos en su espalda y trasero. Ya adolescente, cuando Joe se enteró de sus complejos con su nariz ancha, decidió llamarlo "narigón". Según testigos que accedieron al cadáver del autor de Thriller, éste ya casi no tenía nariz producto de las múltiples cirugías en la zona.

Tal como Luis Miguel con su padre -con quien muchos lo compararon en las últimas horas-, apenas cumplió la mayoría de edad Michael despidió a su progenitor y se hizo cargo de su propia carrera, aunque no pocos sostienen que esa disciplina férrea lo convirtió en el artista más popular del mundo, aquel que incluso en sus últimos días buscaba la perfección, como deja ver el documental This is it. Al menos para Joe Jackson, nunca hubo espacio para el mea culpa. "Nunca fui tan duro, no más que cualquier otro padre", comentaba a La Tercera en 2010. "Michael nunca entendió que todo lo que hice fue necesario para que se convirtiera en la estrella que era".

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