Todos lo quieren, pero pasan los meses y nada se concreta. Ese es el estado actual de los ansiados cambios al sistema político para combatir la fragmentación, el discolaje, la falta de disciplina parlamentaria y la ausencia de partidos robustos y programáticos. En el oficialismo, los partidos se pelean por qué tan acotada debería ser la reforma constitucional, mientras que la derecha presiona para que se materialice cuanto antes. Mientras tanto, de forma transversal, aumenta la presión para que el Presidente se involucre y entregue el empujón definitivo para que comience la tramitación en el Congreso.