Entonces Barclays era un niño parlanchín y sabelotodo que soñaba con dedicarse a la política para contentar a su madre. No sabía que sus profundas fallas genéticas, sus trastornos mentales, se lo impedirían.
5 feb 2022 08:05 PM
Entonces Barclays era un niño parlanchín y sabelotodo que soñaba con dedicarse a la política para contentar a su madre. No sabía que sus profundas fallas genéticas, sus trastornos mentales, se lo impedirían.
Cuando tenía veinte años, en 1985, robé un traje de baño en una tienda por departamentos en Denver, Colorado. No necesitaba dicha prenda. Era invierno en Denver. La robé por pura diversión idiota. Como no me pillaron, pensé que era un genio y que debía seguir robando.
Todo ello configura entonces el ADN de un político, su esencia misma: no tiene ideas ni convicciones, sino codicias y ambiciones; no tiene gracias ni talentos para descollar en emprendimientos privados y, como es un mediocre, se arroja al pantano de la vida pública.
Mi andadura en el sinuoso camino del deseo erótico comenzó pronto y mal, a los quince años, cuando los amigos del periódico en que trabajaba me llevaron a un burdel en los arrabales, impacientes por inaugurarme como hombrecito, seguros de que habrían de procurarme, eligiendo a la mujer con la cual debutaría en las ligas profesionales de la hombría, unos placeres estupendos, inenarrables.
Me llevé un gran susto cuando una de mis hijas, que vive en Nueva York, se contagió. Por suerte ya estaba vacunada. Pasó dos semanas atroces, diezmada por las fuerzas del mal, pero volvió a respirar sin trabas, prevaleció, derrotó al ejército invasor.
Mis programas se han aireado y a veces han provocado revuelos parroquiales, pleitos de cabaré, pero la verdad desnuda es una sola, inescapable: todo lo que tengo, lo que poseo, lo que soy, se lo debo a mi madre, ella me lo ha dado todo.
Mis hijas saben que soy una persona solvente, dotada de ciertos recursos, y que dicha hacienda no se debe a mi talento, ni a mi laboriosidad ,ni mucho menos a mi inventiva literaria, pues con lo slibros sólo gano problemas, sino a mi madre, a la generosidad de mi madre, que me compró la casa en la que vivo.
Mis padres, ofuscados, me retiraron del colegio inglés porque, en tercero de secundaria, no quise confirmarme en la religión católica y anuncié que me había vuelto descreído, ateo y, peor aún, enemigo de todos los curas y predicadores de este mundo.
El creyente de pronto reza, agradece y pide alguna bendición o algún milagro, a riesgo de pedir demasiado. Duda el agnóstico inconstante y acaso eleva una oración, temeroso de parecer oportunista, pedigüeño. El ateo se aferra a la vida, al placer, al cuerpo imperfecto que habita. Los dioses y las vírgenes, los santos y santas, los muertos antiguos y los que hemos perdido y añoramos, sobrevuelan en nuestra memoria esos días de fiestas, de banquetes, de reposos y gratitudes.
Desde Miami, fichado por la división de noticias en español de CBS News de Nueva York, produciendo y conduciendo un programa de entrevistas por el cual CBS News le pagaba mucho dinero, Barclays se propuso hacerle una segunda entrevista a Bryce Echenique, tantos años después. Como disponía de un salario copioso que le pagaba CBS News, Barclays le escribió un fax manuscrito a Bryce Echenique, invitándolo a su programa de entrevistas en Miami, que se veía en toda América, desde Canadá hasta la Patagonia.
Es una isla donde nunca hubo una guerra, nunca una revuelta sangrienta, nunca una guillotina decapitando a los caídos en desgracia, nunca un golpe de Estado o un cuartel militar; una isla donde nunca hubo huelgas, algaradas ni protestas callejeras, nunca piqueteros bloqueando las calles, nunca escraches, nunca matones copando el espacio público; una isla donde la gente no hace alarde de su fama sino disimula su fama.
A pesar de que perdió un dedo de la mano izquierda cuando era soldado del ejército comunista cubano, a pesar de que era zurdo, Danilo Espada, cubano, hijo de judíos, extraordinario editor de videos periodísticos, era el jefe de edición del programa que el inefable Barclays hacía en Miami.
Como Mario, de pronto escritor famoso, era guapo y llamaba la atención entre las mujeres que trabajaban con él, o que lo conocían en fiestas y eventos sociales, la tía Julia sufría crisis de celos y cada tanto tomaba frascos de somníferos, tratando de suicidarse. Al parecer, Mario ya no estaba enamorado de ella.
Barclays no podría estar más orgulloso de su hija. Es todo lo que él no pudo ser: inteligente, aplicada, estudiosa, disciplinada. Camille se levanta de madrugada todos los días, incluso los domingos, y estudia como mínimo ocho horas diarias. No pierde el tiempo. Estudia con un rigor y una curiosidad admirables. Por eso ha llegado adonde ha llegado.
Los Barclays piensan: ¿y desde cuándo la suegra es fan de Ringo Starr? ¿Y por qué es tan importante que esté vivo?