Exhausto de no hacer nada, Barclays duerme doce horas, baja a la piscina y saluda a su esposa y su hija. Guarecidos en una cabaña a la sombra, cada uno se aboca a su pasión más urgente.
19 jun 2021 09:13 PM
Exhausto de no hacer nada, Barclays duerme doce horas, baja a la piscina y saluda a su esposa y su hija. Guarecidos en una cabaña a la sombra, cada uno se aboca a su pasión más urgente.
Abjuré de mi honor, traicioné a quienes me creyeron su amigo, compré conciencias, abominé del nombre de la patria. Me resigno a la infamia.
Tuve entonces la osadía (de la que nunca me he arrepentido)de acercarme a Borges y decirle: “Es usted un genio, Borges”. Borges se sobresaltó levemente y me preguntó: “¿Qué me dijo?”. Por lo visto no me había oído bien. Levanté un poco la voz, no demasiado, y le dije: “Estoy leyendo sus Obras Completas y quiero decirle que es usted el gran genio de nuestro tiempo”.
Estando ya vacunados, plenamente vacunados con la doble dosis de la vacuna Pfizer, los Barclays se han inventado un viaje innecesario para celebrar la vida, para festejar que el coronavirus no los mató, sobre todo a él, que vio morirse a dos compañeros de trabajo en el canal de televisión donde presenta un programa.
Faltando meses para las elecciones presidenciales, acercándose el plazo para inscribir las candidaturas, un cocinero, un actor y un escritor se preguntan si deben postular a la presidencia de la nación.
Antes de la pandemia, Barclays recibía público en el estudio, unas veinte o treinta personas cada noche. No siendo una multitud, esas personas aplaudían, se reían, daban vida al programa. Ahora, sin embargo, ha dejado de recibir público
Barclays nunca llama por teléfono a su madre Dorita, pero hace una excepción porque ella está cumpliendo ochenta y un años.
Como el inefable Barclays está muy subido de peso, quince o veinte kilos de sobrepeso que se le desbordan en la papada y la panza sedentaria, y como no hace ninguna clase de deporte y está fofo y mórbido como un manatí o una foca amaestrada, su hermano Sebastián le propone salir a correr juntos.
Si alguien tomara fotos de sus ambientes interiores, pensaría que allí vive una familia de locos, de chiflados: es el caos puro, el caos feliz. Nadie aspira al orden ni a la limpieza, virtudes que sus tres habitantes consideran mediocres. Se aspira a la comodidad, a la felicidad, a la libertad: aquellos son los valores supremos de la familia Barclays y nadie los hará renunciar a ellos.
Barclays fue uno de los fundadores del canal Mega, quince años atrás. Todos los demás talentos, todas las demás estrellas fueron cayendo con los años, como si el tiempo fuese una llovizna tóxica, corrosiva.
Algunos amigos de Barclays, menores que él, viajaron a Miami y se vacunaron sin problemas en las carpas de la guardia nacional. La clave o el truco era presentar un contrato de alquiler de un apartamento o una casa en el estado de la Florida. A menudo ese contrato era falso, fraguado a los fines de engañar a los vacunadores.
Hijo de un alcohólico pistolero y una devota del Opus Dei, Barclays fue un niño asustado y acaso desdichado. Le tenía miedo a su padre, ese señor que vivía molesto, el hombre que lo miraba con una furia inexplicable, como si quisiera pegarle, como en efecto le insultaba y le pegaba.
Barclays no sabía que, de grande, se convertiría en un figurón de la televisión, o en un fantasmón de la televisión, desde la temprana edad de los dieciocho años, vengando así la prohibición puritana de sus padres, dejándose corromper moralmente por el negocio deslenguado y exhibicionista de la televisión.
Con la llegada de la pandemia hace un año, varios figurones del canal se asustaron, se recluyeron en sus casas, se achantaron y se negaron a seguir saliendo en directo, desde los estudios de la televisora. Barclays fue uno de los pocos valientes o los pocos suicidas que dijeron: yo seguiré saliendo en directo desde los estudios del canal.
Conozco a muy poca gente que, como yo, ha soñado con tener el pasaporte argentino. Por lo general es al revés: argentinos que sueñan con tener pasaporte español, pasaporte italiano, pasaporte estadounidense, pasaporte canadiense. Pero yo, que ya era británica por mi padre, peruana de nacimiento y estadounidense por mi primer marido, soñaba con tener pasaporte argentino.