Las copiosas reservas de rencor que sentía contra él lo acompañarían el resto de su existencia. Pero, entretanto, y aun odiando al director, no quería privarse del ocasional placer de leer ciertos textos de ese periódico.
10 oct 2020 11:10 PM
Las copiosas reservas de rencor que sentía contra él lo acompañarían el resto de su existencia. Pero, entretanto, y aun odiando al director, no quería privarse del ocasional placer de leer ciertos textos de ese periódico.
Álvaro era un amigo generoso: hospedó a Barclays en su piso en Madrid, en su casa en Washington. Fueron buenos amigos durante veinte años. Nada hacía presagiar que acabarían siendo enemigos.
Barclays se ríe, piensa que Casandra está bromeando. Pero Casandra no está bromeando: está embarazada, de nuevo embarazada.
Durante ocho minutos, George Floyd grita desesperadamente que no puede respirar y la policía continúa arrodillada sobre él, sofocándolo, asfixiándolo, mientras algunos peatones graban el incidente con sus celulares y piden compasión por la víctima que pide clemencia.
Un relato de Jaime Bayly.
Una noche, improvisando, Juan Pérez visitó en prisión al ex dueño del canal de televisión, quien, al echarlo de un modo fulminante, sin permitirle despedirse de su audiencia, lo lanzó a la política y al poder. El empresario le rogó compasión, perdón, libertad. Pérez se apiadó de él y lo puso en libertad, con una condición.
Al comprender que su padre había dado un golpe de Estado, Pilar León sufrió un vahído y cayó desmayada.
A pesar de que a Barclays le gustaban las mujeres pero también los hombres, y a pesar de que encontraba condenadamente atractivo a Felipe Camino, la amistad entre ambos fue siempre una alianza transparente, sin duplicidades, sin desbordarse en la peligrosa behetría del erotismo.
La primera ministra parecía agobiada. Las islas Malvinas habían sido ocupadas por fuerzas militares argentinas.
Fue inevitable, Farrah Fawcett, o una fotografía de Farrah Fawcett, una de las muchas fotografías que él recortaba de las revistas y coleccionaba a hurtadillas, lo indujo a pecar como nunca había pecado.
Agobiada porque la cuarentena dictada por el gobierno solo le permite salir de su casa para comprar provisiones en el supermercado y remedios en la farmacia, harta de sentirse prisionera en su propia casa, frustrada porque no puede ver a sus amigas, desesperada porque no puede salir a pasear por el barrio a comprar chucherías, Susana Vargas, argentina, jubilada, sesenta y cinco años, residente en Buenos Aires, llama por teléfono a su hija Siena.