Llevábamos treinta y tres minutos esperando a mi hermano, el impuntual. Como nuestra cita era de apenas media hora, mi esposa y yo habíamos llegado al café más bien temprano, a las cinco menos cuarto. Asumí que mi hermano, alojado en un hotel de la isla, a pocas calles del café donde debíamos reunirnos, llegaría a las cinco en punto, o incluso antes, como nosotros. No fue así.
3 feb 2024 08:40 PM