Andrea Repetto: “En el mundo político hay un clima de hostilidad que no nos permite avanzar”
La economista está preocupada. Dice que el país está inmovilizado porque la política se resiste a llegar a acuerdos. Aquí, llama a la élite económica a hacerse parte de las soluciones y al ministro Mario Marcel a abrirse a una agenda más amplia.
Andrea Repetto hizo un giro en su vida académica. Desde este mes de julio asumirá como la nueva directora de la Escuela de Gobierno de la Universidad Católica.
El mundo de las aulas, la construcción de políticas públicas, no es algo enteramente nuevo para ella, pero siente que aquí podrá desplegar un trabajo mucho más amplio para recoger la complejidad de la sociedad chilena.
Reconoce que a veces los economistas quedan muy atados a los tecnicismos, a un lenguaje cerrado o poniendo foco en temas muy específicos.
Quizá por lo mismo Repetto cita a la premio Nobel de Economía, la francesa Esther Dufló. “Ella dice que los economistas deberíamos ser como un gasfíter. Porque una cosa es que tú digas: allá hay que ir a poner una llave, pero si esa llave no logra sacar el agua, es porque las cañerías tienen agujeros. Entonces, hay que ir a mirar las cañerías. Las escuelas de gobierno tienen un poquitito ese rol”, afirma.
Preocupada, casi pesimista, por la manera en que se está dando la discusión pública, Andrea Repetto ahonda aquí sobre la necesidad de retomar los acuerdos y no seguir acumulando problemas que afectan el día a día de la gente. Sabe, y lo reconoce, que el escándalo que rodea a las fundaciones producto de la caja de Pandora que abrió el caso de Democracia Viva afectará la confianza pública y la política.
La Fundación para la Superación de la Pobreza que ella preside también aparece cuestionada. En estos días, desestimó las acusaciones de adquirir convenios por vínculos políticos. “No pertenecemos a ese baile”, dijo, y añadió que la fundación pasa por muchos controles, tanto en Contraloría como en el Congreso. “No es cierto que tengamos una relación con el gobierno de turno en ese sentido”, recalcó.
De todos los temas que hay en la agenda país, ¿qué es lo más preocupante? ¿Dónde pondría luz de alerta?
Lo que más me preocupa es la política. No me refiero al último año y medio. Llevamos mucho rato con serias dificultades para conversar, para llegar a acuerdos y avanzar en lo que la ciudadanía necesita. ¿Cuántos proyectos de pensiones se han presentado? ¿Cuántos años venimos hablando de salud, de salas cuna, de capacitación de trabajadores, de cambios en Carabineros? ¡Muchísimo! Pero algo sucede que esas reformas no salen.
¿Es sólo un asunto de voluntad política?
No, y no es porque los gobiernos no quieran. Es que la conversación política se da en blanco y negro, con mucha dificultad para tomar el punto del otro y buscar un espacio común. Lamentablemente, veo que en el mundo político hay un clima de hostilidad que no nos permite avanzar. Y lo peor es que se deslegitima la política, cae la satisfacción con la democracia.
¿Qué rol juega ahí el gobierno de Gabriel Boric?
A este gobierno le está pasando lo mismo que a algunos gobiernos anteriores que tenían minoría en el Congreso. Pero aquí se suma que existen varias oposiciones y no hay incentivos para colaborar. Al final, el problema radica es nuestro sistema político.
¿Un país congelado por la fragmentación?
Inmovilizado, porque si no hay acuerdo en el Congreso, las reformas simplemente no suceden. Es un problema bien profundo y nos tiene entrampados. Tuvimos un estallido social. ¿Qué hemos hecho después de eso? La verdad es que no se ha hecho mucho por resolver las grandes demandas de la ciudadanía.
El ministro Mario Marcel también recordó que muchas razones del estallido siguen vigentes. Habló de la necesidad de avanzar en un pacto fiscal. Algunos lo interpretaron como chantaje. ¿Cómo lo ve?
Estoy de acuerdo con la posición del ministro. Tenemos un serio problema de inmovilismo. Los 30 años son reales: crecimiento de la economía, mayor prosperidad, menor pobreza. Pero al mismo tiempo, hay muchos síntomas de descontento que se han ido acumulando. Resolver las pensiones, la salud, son temas urgentes. Y veo con impaciencia que se nos van juntando crisis no resueltas…
En un sistema presidencialista, ¿resolver es un resorte del gobierno?
El Ejecutivo es el que tiene la llave para echar a andar casi todas las iniciativas, pero necesita que la contraparte esté de acuerdo. La conversación final se da en el Congreso.
¿Pero quién podría destrabar este inmovilismo?
Necesitamos mucha generosidad política de lado a lado. Bajar el tono, detenerse, escuchar y retomar el diálogo en favor del bien común.
La dupla Boric-Marcel
Dice que el país está inmovilizado, ¿el gobierno también?
Yo veo que el gobierno está intentando hacer cosas. Ha sido bien interesante su proceso. Si comparas lo que propusieron en campaña y lo que están haciendo ahora, se han moderado muchísimo. Pero pareciera que en vez de encontrarse en un espacio común, los otros se han ido alejando.
¿Por ejemplo?
El mejor ejemplo se da en el tema de las pensiones. En algún minuto, todos en la centroizquierda, la centroderecha y el Frente Amplio han votado a favor de un fondo común en pensiones. Pero lo han hecho en momentos distintos. O sea, no son capaces de coincidir al mismo tiempo en favor de una idea. Eso es muy frustrante.
Entonces, más que inmovilizado, ¿el gobierno estaría atado de manos, sin interlocución?
Exacto. Y es lo mismo que les pasó a Piñera y a Michelle Bachelet en su segundo mandato.
¿Y las críticas sobre la inexperiencia política?
También son ciertas. Es una coalición que está recién formándose y no tiene experiencia en el Estado. Pero, claro, ya llevan un año y medio gobernando… Ahora, para ser justa, creo que a Piñera también le pasó un poquito lo mismo.
¿En qué sentido?
En que también era una coalición que no había gobernado y que entró pensando que la forma de operar del Estado era mucho más ágil y no lo es. Ellos también vivieron una situación difícil.
La figura del Presidente Boric ¿marca una diferencia en esa generación sin experiencia?
La ha tenido difícil, pero debo decir que yo tengo confianza en el Presidente. Es una persona muy humana, y que haya sabido moderarse es una señal muy importante. Es verdad que llegaron súper jóvenes al gobierno, pero el hecho de haber retirado el gasto fiscal, como lo hicieron el año pasado, es una tarea muy difícil para cualquier gobierno. Creo que el apoyo que el Presidente le dio a Mario Marcel, el no haber interferido con el Banco Central ni haber mandado ningún recado, es algo digno de destacar. No era evidente.
¿No?
Para nada. Este es el gobierno más a la izquierda que hemos tenido en los últimos 30 años. Y la responsabilidad fiscal es algo que tenemos que agradecérselo a Mario Marcel, pero sobre todo al Presidente Gabriel Boric.
La estrategia de Marcel
Después del rechazo a la reforma tributaria, Mario Marcel planteó un nuevo pacto fiscal. Los empresarios cerraron la puerta…
No sé cuál es la estrategia del ministro, pero visto desde afuera, él intentó construir un pacto que sumara a muchos. Imagino que dado que otros gobiernos también quisieron avanzar en una reforma de pensiones, Marcel decidió ir a buscar apoyos en otro lado y así conseguir un acuerdo prelegislativo que pudiera facilitar las cosas en el Congreso. Pareciera que eso tampoco es suficiente hoy día.
¿Y se requiere un nuevo pacto fiscal? El empresariado dice que lo más importante es crecer, avanzar en reformas económicas…
Se requieren ambos: un pacto fiscal y reformas económicas. Mi impresión es que un pacto fiscal debe contener todos los elementos que se discuten: más crecimiento, mayor eficiencia en el gasto público, menos evasión y también más impuestos. Todo al mismo tiempo. Pero el debate se simplifica.
¿Por qué?
Porque si quieres más crecimiento, eso debe pasar necesariamente por tener más competencia, por revisar la regulación del cabotaje marítimo, el sistema de notarios, avanzar con las salas cuna para favorecer la inserción laboral de las mujeres, entre muchos otros temas…
Digamos que el debate requiere abrir la agenda…
Claro. No basta con decir que el gobierno debe tener una agenda procrecimiento para que automáticamente haya crecimiento. Cualquier cosa que se haga para tener un pacto fiscal requiere de un gran acuerdo transversal que permita ser aprobado por el Congreso. Y ahí está, nuevamente, el problema.
¿Cuánto y hacia dónde debería moverse el ministro Marcel para lograr acuerdos?
Creo que el ministro tiene que ir a los espacios donde ya existen algunos puntos de acuerdo y saber que esto no será solamente un asunto de impuestos. Tiene que agregar otros elementos a la agenda.
La oposición está bastante reacia…
Quizá se debería armar un grupo transversal con parlamentarios, con técnicos, que revisen el gasto público y se pueda identificar en qué cosas vamos a reducir el gasto. Por cierto, estos escándalos con las fundaciones no colaboran.
Entonces, el escándalo de las fundaciones ¿sí condiciona la posibilidad de abrochar un pacto fiscal?
Sin duda. Cuando vemos que se están pidiendo más recursos y estos no están bien rendidos, fiscalizados, por cierto que este hecho dificulta cualquier posibilidad.
Y de paso golpea la fe pública…
Claro, y eso es lo que más duele: que daña la confianza en la política. Cada vez que pasan estas cosas, se pone en cuestionamiento lo que hace el Estado por la ciudadanía.
Usted ha tenido experiencia en fundaciones…
En muchas. No sólo con la Fundación para la Superación de la Pobreza, también en ComunidadMujer, en Ciper, en una fundación educacional en Cerro Navia. Desde mi experiencia, quiero resaltar que las fundaciones cumplen un rol súper importante. Es la manera en que la sociedad civil contribuye a lo público, al bien común, para llevar el Estado donde muchas veces no llega. Es un trabajo fundamental.
Pero había zonas oscuras que permiten abusos…
Yo estoy sorprendida de que esto haya sucedido. Mi experiencia en una fundación que trabaja con asignaciones directas del Estado es que hay muchos controles. Nosotros estamos en la ley de presupuestos. Por lo tanto, es algo que revisa el Congreso y luego la Contraloría. Hay muchos ojos encima.
El rol de la élite
¿Qué rol debe cumplir la élite económica para ayudar a destrabar el camino?
La élite económica tiene que participar de las soluciones. Han sido parte fundamental para empujar el crecimiento, traer nuevos empleos, más tecnología. Pero ellos también son parte de esta problemática más global que tenemos en el país. Hemos visto casos de corrupción. Tuvimos una discusión por el financiamiento de la política y de las empresas que estaban detrás. Hemos tenido casos de colusión, de uso de información privilegiada. Esto ha sido de lado y lado y afecta la percepción de que nuestra democracia no está funcionando para todos.
O sea, ¿también tienen una cuota de responsabilidad?
Han sido parte del problema, de esta pérdida de confianza, de la insatisfacción que la gente expresa. Todos quienes toman decisiones en el ámbito público -el Estado, las empresas, las fundaciones- tienen una parte de responsabilidad.
¿De qué manera el mundo empresarial tiene que hacerse parte de la construcción de acuerdos?
Bueno, tienen que aceptar más competencia en los mercados. Si quieren más crecimiento, no basta con pedir solamente reducción de impuestos, que los subsidien o reducir los costos de las empresas para no tener que cargar con ciertas regulaciones. En el fondo, ser empujados por el mercado para ser más productivos y ofrecer bienes y servicios de mejor calidad.
¿Todavía no lo han aceptado?
Bueno, pareciera que no tanto. No quiero generalizar, pero uno escucha cosas como que para crecer más hay que bajar impuestos. Y sí, hay alguna relación ahí, pero eso también reduce la recaudación fiscal. Esto no es lineal. Y tener menos recursos fiscales nos arriesga a tener más deuda. Ya sabemos que un Estado endeudado es más frágil. Entonces, hay que tener una mirada más global.
¿Cuál sería, a su juicio, el acuerdo que se tendría que sellar?
Creo que la agenda va mucho más por el lado de la productividad. La llave está ahí: en ponerles más competencia a los mercados y en destrabar cosas como la logística para las exportaciones y qué pasa por el cabotaje marítimo, por ejemplo.
Arrastrar problemas
¿Se requiere una nueva conexión entre las élites y la gran ciudadanía? El estallido social mostró esa fractura y ahora está el agravante de que somos un país más pobre…
Somos un país con mayor vulnerabilidad. En pocas semanas vamos a conocer los resultados de la encuesta Casen. Es probable que no suba la pobreza por ingresos, pero sí se va a notar la pobreza multidimensional, que tiene que ver con el bienestar de las familias.
¿Habrá un retroceso?
Creo que sí, porque es evidente que hoy tenemos más rezago escolar, mayor tensión en salud, ha crecido la percepción de inseguridad. Por eso es tan importante abordar estos temas. Son difíciles. No se resuelven con un proyecto de ley. Pero hay que buscar los caminos. Los problemas se nos van a ir acumulando y la desafección ciudadana va a ir creciendo. Ya existe la sensación de que no hay cómo empujar a la política para que sean escuchados, vistos en sus necesidades. Son los temas de la cotidianeidad de las personas lo que va quedando rezagado.
¿Será que la fragmentación política tampoco permite incorporar todos estos factores?
Totalmente. Y en esa hostilidad se instala la mirada de corto plazo. La pelea chica hasta que llegue la próxima elección. ¿Y qué pasa al final? Gastamos energía, llegamos malheridos y nadie gana la batalla, porque las cosas no se resuelven. Por eso digo que estamos entrampados.
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