Desdoblarse en la sala de clases
Si el año pasado el desafío para miles de profesores fue hacer sus clases de manera telemática, este año para algunos su esfuerzo ha tenido que ser doble: lograr enseñarle a un grupo de niños que está presente en la sala y a otro que la sigue de manera online. El experimento, a pesar de sus beneficios, también conlleva costos.
Hace dos semanas se viralizó el audio de una profesora del colegio Mayflower. En él, la educadora describía con angustia lo estresante y agobiante que era realizar clases con el sistema híbrido, teniendo a su cargo a niños en la sala y, también, a quienes la seguían de forma remota. Karen Delgado, de 29 años, empatizó con el relato cuando lo escuchó. Era lo mismo que ella, como profesora, veía en la Escuela José Bernardo Suárez, en Macul: “Ese día me acuerdo que mis amigas me llamaban y me preguntaban si era tan así la cosa. Y yo les dije que sí, que era totalmente así”.
De hecho, Karen Delgado lleva seis años haciendo clases, pero nunca imaginó que algún día tendría que enseñar, a la vez, a 14 niños de manera presencial y a 12 online. Si el año pasado su desafío fue hacerlo de manera telemática, este año su esfuerzo es doble: lograr la atención de ambos grupos.
Así le ocurrió esta semana. En su sala los niños están ubicados a un metro de distancia y los escritorios están divididos por una lámina de mica transparente para evitar posibles contagios. Cada uno de ellos lleva puesta una mascarilla y sobre sus mesas tienen una de repuesto que terminó siendo una distracción para algunos de los alumnos del primero básico B de la Escuela José Bernardo Suárez, en Macul.
–Niños, ¿qué hacen con la mascarilla? Por favor, recuerden que no es para jugar –explica la profesora al ver que uno de ellos la corta con tijeras y otro se la pone como cintillo.
Mientras Delgado intenta continuar con su clase, se escuchan ruidos y voces de los alumnos que asisten a la misma, pero en forma remota, lo que contribuye aún más a la distracción de los estudiantes.
–Alguien en su casa tiene el micrófono prendido, ¡por favor, recuerden apagarlos!, replica.
Esta situación de dualidad está generando muchísimo agobio, afirma Carlos Díaz, presidente del Colegio de Profesores. “Es digno destacar el esfuerzo que están haciendo los profesores, porque es bastante complejo hacer clases híbridas. Implica que tienen que estar atentos a los niños que están en sus casas y, a la vez, controlar la situación dentro de la propia sala. Es un sistema que es muy difícil de llevar a cabo”, recalca.
A esto se le suma otra dificultad: en medio de la pandemia, en la que abunda la incertidumbre y una mezcla de emociones, los docentes juegan un papel muy importante en la contención de los niños. Además de enseñarles las distintas asignaturas, tienen que explicarles qué es lo que está pasando y aclararles que hay cosas, que de manera excepcional, no se pueden hacer. Por ejemplo: compartir.
Algo así le ocurre a Karen Delgado en Matemáticas. Una alumna no tiene lápiz para hacer la actividad y le pregunta a la profesora si se lo puede pedir a un compañero.
–Amor, aunque compartir es muy bueno, no puedes pedir prestado uno. Yo te lo regalo. Niños, recuerden que está el virus y sólo por eso no podemos compartir. Así nos cuidamos a nosotros y al compañero.
–¡El virus puede estar en el lápiz! –dice un alumno.
–¡Es que es invisible y no lo podemos ver! –responde otro desde su escritorio.
La docente asegura que le impresiona todo lo que saben los niños sobre el virus. Maribel Corcuera, psicóloga infantil, explica esto: “A esa edad todavía están con el pensamiento concreto. Por lo tanto, van a adquirir conductas que son repetitivas, las que ven todos los días. Después de un año de estar con este sistema, si uno les dice que se pongan sus mascarillas y ven que todos nos ponemos las nuestras, lo interiorizan”.
En dos escenarios
Enseñar bajo este sistema híbrido puede ser más difícil. A pesar de ello, Karen Delgado lo prefiere: “Para mí esta forma ha sido más satisfactoria que hacerlo desde la casa, porque cuando estoy en el colegio tengo mi mente full en el trabajo y olvido las preocupaciones de mi casa. El año pasado, cuando me tocó enseñar desde mi casa, me costó mucho crear el ambiente propicio para hacerlo. Fue muy complicado”, sostiene.
Delgado vive en Puente Alto con su pareja y su hijo de cinco años. Como él también trabaja online, cuando los pusieron en cuarentena partieron compartiendo el comedor de la casa como escritorio. Pero al poco tiempo se hizo insostenible. Como profesora ella necesitaba constantemente estar hablando y fuerte. Por eso tuvo que habilitar una pequeña pieza como su oficina en la que diariamente se tenía que encerrar con llave, para que su hijo no la distrajera. Si bien esto la ayudó a concentrarse, le generó al mismo tiempo mucha pena tener que apartarlo a la fuerza cuando quería estar con ella. “Nunca detuve la clase, sino que lo dejé llorar. Para mí fue doloroso. El año pasado lloré varias veces, porque o era buena mamá o era buena profe”.
Bajo el sistema híbrido, Delgado tiene más trabajo, pero su alegría de poder estar nuevamente con los alumnos supera el esfuerzo que tiene que hacer diariamente. Actualmente su rutina parte a las 7 am con el desayuno que toma en familia, ordena un poco la casa y desde su pequeña oficina manda un WhatsApp a todos los apoderados del primero básico B. Ahí les cuenta sobre las actividades que realizarán sus hijos durante la jornada, que es voluntariamente presencial de lunes a jueves, de 13.30 pm a 17.20 pm, y online todos los viernes. Durante las mañanas hace clases virtuales a un tercero y cuarto básico del mismo colegio, y a las 12.30 se traslada a Macul para las clases presenciales.
Como parte del curso decidió seguir estudiando de forma remota, la sala de clases está habilitada no sólo con las medidas de cuidado, sino que también con un televisor colgado de la pared y conectado a un computador. A través de él, se puede ver alternadamente la imagen de los niños conectados desde sus casas y la materia que enseña la profesora. Delgado habla suave y la mascarilla hace más difícil que los 26 alumnos logren escucharla, por lo que usa un micrófono para no forzar la voz.
En esta dinámica se dan situaciones divertidas. Arriba en la pantalla aparecen niños almorzando, otros jugando con sus mascotas e, incluso, una alumna que está presenciando la clase mientras se dirige a otra parte.
–Tía, yo estoy en el auto de mi tata y acá no hay materiales para hacer la actividad. Además, que está haciendo demasiado calor –dice la niña.
–Amor, para la próxima tienes que considerar salir cuando no estés en clases y tienes que estar con las cosas necesarias para realizar las tareas –contesta la profesora.
Cuando Karen Delgado les llama la atención siempre lo hace con delicadeza, sin detener su clase. “En el minuto no pierdo el tiempo. Siguen siendo niños pequeños y están en un contexto bien complejo. Es parte del proceso que me interrumpan para contarme cosas o que no esté todo bajo control. Tengo un WhatsApp con todos los apoderados del curso y cuando creo que es necesario, les escribo finalizada la jornada contándoles las situaciones que observé para que intenten que no suceda de nuevo”, cuenta.
Maribel Corcuera dice que eso es lo complejo de este sistema: “Para una profesora tener que relacionarse de dos maneras distintas con los alumnos es súper desgastante. Además, coordinar la clase presencial y que funcione todo el sistema de streaming para que los que están en sus casas puedan seguir bien la clase requiere desarrollar mucha paciencia y coordinación entre el colegio y los apoderados”.
Los apoderados
El año pasado, Karen Delgado tenía a cargo la jefatura de otro curso y le tocó contener emocionalmente a los padres de sus alumnos durante el encierro. “Me llamaban por teléfono a todas horas diciéndome que estaban colapsados, que no sabían qué hacer. Muchos trabajaban y era algo nuevo tener que estar con sus hijos en la casa. ¡Mi pareja me decía que parecía psicóloga!”, recuerda.
Meses atrás, recuerda con humor, una madre del curso la bloqueó por WhatsApp. La delegada del curso había entregado una información, sin preguntarle, de la cual ella no estaba enterada. “Me generó una situación incómoda, porque los apoderados me preguntaban a mí y yo no sabía qué decirles. Hablé con ella y le dije que para la próxima, me consultara antes de dar cualquier tipo de comunicado. Al parecer se molestó, porque semanas después quise mandarle algo y vi que me tenía bloqueada”.
Andrés Farah, presidente del centro de padres del colegio, hace una autocrítica: “El problema es que el apoderado siempre vela por la estabilidad de su hijo, olvidándose muchas veces que esta va de la mano de la del profesor. A veces pasa que los padres contactan súper tarde a los docentes, porque antes estaban trabajando y no podían. Eso está mal. Los profesores tienen sus horarios de trabajo también y eso hay que respetarlo. Se olvida que son personas con familia y cosas que hacer además de dar clases”.
La directora ejecutiva de Educación 2020, Alejandra Arratia, quien además es psicóloga, asegura que en la pandemia aumentó y se complejizó la relación entre los profesores y los apoderados debido a que muchas veces los propios padres vivían también situaciones de mucho estrés y preocupación: “Es fundamental que desde la dirección del propio colegio se les informe a los apoderados lo importante y no hacerlo a través de vías informales -WhatsApp o llamadas de teléfono-, porque termina muchas veces complicando la relación pedagógica, que es el foco del docente”.
El viernes de la semana pasada la directiva del colegio se reunió con todos los docentes para que cada uno pudiera expresar su situación. “Acá yo veo que mis colegas están súper comprometidas. Por más agobio y cansancio que tengan, se ve que la vocación es muy fuerte. Pero pucha, igual hay un cansancio mental grande”, comenta Delgado.
Desde el Mineduc sostienen que aún es prematuro realizar un balance oficial de las clases híbridas, pues es un sistema que está recién comenzando a implementarse en los colegios. Aún así, el jefe de la División de Educación General, Raimundo Larraín, explica que han puesto a disposición de los profesores diversos recursos digitales para apoyar su labor y talleres sobre el uso de tecnologías para la educación.
Aunque todo eso quedó en pausa. A partir del jueves pasado, Macul volvió a cuarentena y, al igual que todos los profesores de la Región Metropolitana, Karen Delgado tuvo que volver a hacer clases desde su casa. Sólo que ahora, luego del audio de la profesora del Mayflower, les quedó una lección: nunca desahogarse por WhatsApp.
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