Diana Aurenque, filósofa: “Chile mostró que no solo tiene rabia, sino también esperanza en la vía institucional”
Doctora en filosofía, la académica de la Usach analiza los cambios en el país a la luz de las elecciones recientes, con votantes jóvenes y conectados que expresan otra sensibilidad.
Vivió 10 años en Alemania, el país de la filosofía. Diana Aurenque obtuvo su doctorado en la Albert-Ludwigs-Universität Freiburg. Durante su residencia alemana, la actual directora del departamento de Filosofía de la Usach veía cómo la política de ese país se renovaba. Pero no observaba lo mismo en Chile. “Allá veía diputados que eran segunda o tercera generación de inmigrantes turcos o griegos. En cambio acá eran siempre los mismos, las mismas familias, generaciones de políticos: los Frei, los Alessandri, los Larraín. Y uno se preguntaba, ¿no hay más? Está claro que hay más y que había la necesidad de hacer un recambio”, dice hoy.
Especialista en Heidegger y en filosofía de la medicina, en sus columnas en radio Sonar o The Clinic, Diana Aurenque suele cruzar temas sociales o culturales con el pensamiento filosófico. Así, ha dedicado columnas a la relación del rock y la filosofía o el fútbol y la reflexión filosófica.
Autora del ensayo Heidegger y el “enredo” de la filosofía con la política, Diana Aurenque piensa que las elecciones de los últimos meses dibujan el perfil de un Chile distinto. Diferente, al menos, a las intuiciones que teníamos sobre nuestro país.
-Desde el triunfo del Apruebo está claro que una mayoría está por transformaciones profundas en el país. Y eso se ha ido consolidando en las elecciones sucesivas. Y hay otro punto interesante: sabemos que hay desconfianza hacia la política tradicional, partidista, pero las elecciones muestran que hay más claridad de que la vía institucional es el camino; se está yendo a votar y el gran ganador es la democracia. Hay una gran cantidad de nuevos votantes, población joven, que se comunican por redes sociales. Las redes están cumpliendo una función política. No soy de las que creen que Twitter es el mundo, pero las redes se han vuelto movilizadoras de ideas y generan una sensación de comunidad. Es interesante esa tensión entre la desconfianza hacia el sistema de partidos, pero la claridad de que el camino es el voto.
¿En qué medida los triunfos de Boric y Sichel grafican ese cambio?
Después de los resultados del domingo, pensé por qué nos sorprendimos tanto, si ya en la Convención Constituyente no se eligió a los rostros, porque iban en pactos políticos. De hecho, la gente los castigó. Si uno ve la Convención Constituyente, ve que la gente no quiere votar por los mismos de siempre, prefiere dar oportunidades. Boric y Sichel son candidatos jóvenes, no están asociados a la maquinaria política tradicional. Boric firmó el Acuerdo por la Nueva Constitución, y aunque se le criticó, ahora se le valora porque se reconoce que es un camino. En cambio, a Jadue se le castiga por restarse. Se buscan nuevos liderazgos, pero que no parecen ser radicales, hay una necesidad de buscar acuerdos. La juventud se muestra esperanzada, está entregando su confianza. Y es interesante que este país demostró que no solo tiene dolores y rabias, sino también esperanzas en una vía institucional.
En la franja electoral, Sichel apeló a su historia personal y Boric a temas que no estaban en el discurso político tradicional. ¿Son los temas que está valorando el Chile de hoy?
Sichel no es ideológico, habla desde la meritocracia, que es algo muy valorado en Chile, porque se reconoce que todos podemos si nos esforzamos. Es un modelo individualista, el mérito es mérito porque otros no llegan. Sichel capitaliza el individualismo. Boric propone un proyecto colectivo, la gente quiere proyectos comunes. Las dos posturas son profundamente ideológicas, pero no declaradas. Y se abren a temas nuevos: mujeres, salud mental, pueblos originarios, temas recientes pero que tocan fibras valoradas por los nuevos votantes. El nuevo Chile no solo quiere pensiones dignas, sino también un nuevo trato social, con menos clasismo, con cuidado del medioambiente, con otras demandas que para el votante típico no eran relevantes.
¿Estamos viviendo un cambio de época: una nueva generación política que emerge y otras que son desplazadas?
Las primarias cristalizan algo que ya se expresó en la elección de constituyentes: ya fue paritaria, con inclusión de pueblos originarios y personas sin trayectoria política. Hay un reconocimiento de que quienes nos gobiernen deben ser del Chile real, donde somos súper diversos. Es lamentable que no hubo mujeres en la primaria, pero había dos candidatas posibles. Ya no nos sentimos representados por los que han estado en el poder y no han sabido leer las necesidades de las personas. En el gobierno de Piñera, durante el estallido social, fue muy evidente la desconexión entre las cúpulas y el resto de la sociedad. Estamos en un momento donde van a aparecer nuevos liderazgos y tendrán costos: en algún momento los que te quieren te van a criticar porque tuviste que hacer acuerdos. La política necesita cierto conflicto, porque significa que hay intereses distintos y necesitan expresarse, y esos conflictos se resuelven con acuerdos.
¿La Convención es representativa del Chile real?
Completamente. Mirar lo que pasa en la Convención es un trabajo fundamental: este es Chile, un Chile pluridiverso, con distintas formas de expresarse, con dolores históricos, con dolores recientes; es una foto de Chile y es algo que no habíamos tenido. A veces algunos denostan y dicen esto es una teleserie, y es porque están entrando actores que siempre habían sido invisibilizados, y por supuesto que van a ocurrir algunos gritos, porque están buscando un lenguaje común, en un país donde no se nos ha enseñado el respeto por el otro.
¿Qué le dice que la presidenta sea Elisa Loncon?
Su presidencia significa reconocer la invisibilización que se le ha hecho al pueblo mapuche, además ella es una académica, mujer. En la universidad ella siempre estaba abogando por la inclusión. A veces, cuando uno no conoce y está cómodo, los cambios no parecen positivos. Pero cuando uno se da cuenta de que hay un grupo que ha sido tan discriminado, que ahora ella esté presidiendo es maravilloso. Nadie mejor que ella para estar ahí.
Hace 10 de años esto habría parecido ficción.
De partida una mujer presidenta y además mapuche, en otro momento probablemente la hubieran inhabilitado, porque las mujeres estaban históricamente para otras cosas y los mapuches no eran interlocutores para la política nacional. Hace 10 años era inimaginable, pero los procesos que hemos vivido en los últimos años, sobre todo con el feminismo, han sido bien rápidos. Y también probablemente tiene que ver con las redes sociales, con las nuevas tecnología. El movimiento de LasTesis se viralizó planetariamente ¿y por qué?, porque hay muchas sensibilidades que no tenían cara. Es tan impensable como una dueña de casa pudiera ser constituyente o alguien sin trayectoria política. Es un poco el fin de los expertos profesionales en política, y es la posibilidad para quienes no tienen la expertiz pero tienen un sentido de realidad de lo que le pasa a Chile; los expertos quedaron fuera de las calles y las casas, viven otra realidad.
¿Le parecen atendibles las críticas a la machi por hablar en mapudungún?
La Convención está recién armando su reglamento. Ella quiere que Chile sea un Estado plurinacional, que hable en mapudungún es consecuente con lo que ella defiende. Es súper cómodo para quienes han tenido el poder, en este caso quienes hablamos chileno, decir oye, tú no hablas como deberías. Quién dijo que en Chile solo se puede hablar en chileno cuando hay otros pueblos con sus lenguas. Por qué molesta tanto, qué se pierde con reconocer que esto es Chile también. Quizá Tere Marinovic se siente excluida, pero la idea es que no, porque se traduce lo que dice.
La política está siendo habitada por nuevos términos: territorios, comunidades, pueblos. ¿Ese léxico es reflejo del cambio social?
El trabajo territorial se viene haciendo hace tiempo, pero no había sido visibilizado; lo que pasó en el Apruebo se relaciona con trabajo territorial. De nuevo las redes sociales muestran las comunidades; uno puede hablar de sociedad pero es un término más amplio que incorpora comunidades; las comunidades son grupos más pequeños. Nosotros habitamos ahora en una sociedad con muchas comunidades muy diversas. Hay un montón de grupos muy distintos y atomizados, pero parece que comparten un deseo común: no se quiere más que sean los mismos de siempre quienes dominen: el hombre blanco, académico, de élite. Pueden llamarse Lagos, Lavín, esa figura ya no representa a este montón de grupos que se reconocen en sus intereses y no encuentran lugar en esa política tradicional. Hay un lenguaje nuevo porque hay realidades que se están haciendo carne.
En este contexto, el Senado aprueba la ley de matrimonio igualitario, una aspiración de hace años de las comunidades lesbogays. ¿Reacciona tarde el sistema político?
Las demandas del movimiento feminista o el matrimonio igualitario, que nos parecen tan naturales como mejorar los salarios, a los partidos tradicionales no les parecen tan importantes. En la lista de prioridades de los partidos estos temas valóricos y que se relacionan con mis libertades no son tan relevantes. Ese es un cambio interesante: el nuevo votante tiene esas cosas como prioritarias. Están los temas de siempre: salud, educación, pensiones, pero también hay otros, igual de importantes, que se relacionan con equidad y reconocimiento. Y eso tiene que ver con recambio generacional.
La combinación de demandas individuales y colectivas, ¿está más en sintonía con países más liberales?
Esto es interesante. Está la demanda de más justicia y acceso equitativo para todos, pero también el individualismo que dice quiero apoyo para hacer mi proyecto vital. En el fondo, lo que se quiere son más garantías sociales, un Estado benefactor, pero que nos permita tener los hijos y la vida que queramos: las opciones Boric-Sichel. Es como en Alemania, que tiene una estructura solidaria muy fuerte, pero es muy liberal para que cada uno haga su vida.
¿Cómo valora el cambio de nombre de la Negrita?
Para muchos puede ser ridículo, porque la Negrita siempre va a ser Negrita, pero yo creo que son pequeñas indicaciones. Me acuerdo de chica la propaganda de la cerveza con mujeres en bikini, o Morenita con Pamela Díaz. Hay cosas que han ido cambiando. Un montón de productos hoy son un poco Wom, más diversos. El mercado ha entendido que su público es diverso y que para llegar a esa gente hay que reconocerla. En Alemania estaba la palabra fräulein, señorita, y ya no se usa desde los 70; somos todos hombres y mujeres, no más señoritas. Si hay un grupo que se pueda sentir ofendido o vulnerado hay que tratar de hacer un cambio.
¿Estos cambios se volverán más frecuentes? Está también el lenguaje inclusivo.
Hay una necesidad de reconocer desde el lenguaje a personas que han sido invisibilizadas. Es súper cómodo para quienes no se han sentido ofendidos decir que es una tontera. Cuando uno está en una posición de poder o privilegio, decir es tonto, es indolente frente a la realidad de los demás. En Chile estamos tremendamente atrasados. ¿Has visto ese comercial de té con una persona vestida de india? Que alguien se disfrace de otra cultura para vender un producto es tremendamente ofensivo. En Estados Unidos y Europa, donde están conscientes de las demandas de minorías que dicen basta con los tratos estigmatizantes o discriminatorios, sería intolerable. Hay cambios que no han bajado a la mayoría de la población, pero en otros países llevan años.
¿Las generaciones más jóvenes, más conectadas, son más sensibles a estos temas?
Tienen más acceso y menos prejuicios, es una generación más libre en comparación con las nuestras. Yo tuve la libertad de vestirme como quería, pero cuando estaba en la academia ocultaba mis tatuajes, no me habría puesto el pelo como lo tengo ahora. Pero los tiempos han cambiado y la apariencia y el contenido se han separado. Las nuevas generaciones vienen con eso: no es relevante cómo me visto, sino mis capacidades. El caso de la corbata de Jaime Bassa: los señores que estaban en esa mesa estaban muy ofendidos. Hay algo de resentimiento en las generaciones mayores ante la libertad de las más jóvenes, y una rabia con la horizontalidad posible; sienten que han perdido territorio y poder. Los jóvenes crecieron en entornos con padres más cercanos, les dicen te amo todo el día. Las nuevas generaciones están más rodeadas de afecto y se sienten más libres.
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