Florida: La incertidumbre para Trump y Biden reina en el “estado del sol”
El candidato demócrata Joe Biden lidera las encuestas en la comunidad latina de Florida, con seis puntos de diferencia sobre Trump, según un análisis, basado en sondeos de CNN, pero no puede felicitarse por eso. Estaría lejos del 21% de ventaja sobre Trump que obtuvo Hillary Clinton en 2016 dentro de ese mismo grupo de población, que supone más del 17% de los votantes totales de Florida.
El calor es abrasador y la humedad ahoga. Es mediodía y los negocios de una solitaria calle de Miami permanecen con las puertas cerradas. Así no se escapa el fresco producido por las decenas de máquinas de aire acondicionado que riegan cada edificio. Pero dentro de las tiendas y restaurantes sí hay actividad. “¿Qué hará, amigo?”, pregunta un hombre, en perfecto español, con marcado acento caribeño, mientras saca la cabeza por la ventanita de un local, desde donde se cuela un hilito de un regaetón. En la Pequeña Habana, una zona de Miami poblada mayoritariamente por personas de origen latino, se habla la lengua de Cervantes. El distrito, inundado de publicidad electoral, podría ser uno de los lugares que decidan el color de Florida, un estado clave en las elecciones del 3 de noviembre.
“Yo voy a votar por Donald Trump y él va a ganar, seguro”, comenta a La Tercera Jorge Luis Delgado, trabajador de una clínica médica -se niega a retirarse, a pesar de sus 80 años-, originario de Cuba. “El partido demócrata, para mí, es comunista. Soy republicano desde que llegué aquí. Si los otros ganan, esto podría ser otro pedacito de Cuba. Pero claro, los americanos yo no creo que se la vayan a dejar fácil”, añade, frente a un edificio de apartamentos bautizado como José Martí.
Su opinión es la aparentemente predominante entre los cubanos de la Pequeña Habana. El Presidente Donald Trump ha hecho campaña en el sur de Florida apelando precisamente a ese sentimiento, tildando al aspirante demócrata, Joe Biden, de socialista y acusándolo de ser débil respecto de China y sus aliados. Ese mensaje podría estar calando en la comunidad floridana latina.
Biden lidera las encuestas en ese segmento, con seis puntos de diferencia sobre Trump, según un análisis, basado en sondeos de CNN, pero no puede felicitarse por eso. Estaría lejos del 21% de ventaja sobre Trump que obtuvo Hillary Clinton en 2016 dentro de ese mismo grupo de población, que supone más del 17% de los votantes totales de Florida.
“Yo he vivido aquí por 41 años. A esta altura de juego aquí lo que va a haber es una guerra civil. Están acorralando al Presidente Trump en una manera tal, en que aquí va a llegar el momento en que no le va a quedar más remedio que darse un autogolpe”, asegura desde su vehículo el cubanoamericano Sergio Negrín, técnico jubilado de rayos X, mientras acude a una caravana en apoyo a Trump. Centenares de vehículos se han dado cita en la conocida calle Flagler, que corta en dos la Pequeña Habana, para apoyar al Presidente republicano con banderas rojas y enseñas nacionales blancas y negras en apoyo a la policía.
“La nación está viviendo unos momentos muy difíciles ahora. Está entrando la izquierda comunista, dirigida desde Cuba y Venezuela”, dice, añadiendo, como asegura Trump, que el movimiento Black Lives Matter ha sido infiltrado por el socialismo radical. Los mensajes de la campaña republicana parecen calar más en personas originarias de los países con gobiernos ultraizquierdistas.
“Este país es capitalista. Y el dinero es importante para todo. Yo estoy acostumbrado a no depender del gobierno. Eso no me gusta absolutamente para nada. La tendencia del otro bando es que el gobierno te lo dé todo”, asegura José Defend, un venezolano administrador de hoteles, mientras la radio cercana de unos albañiles emite un anuncio de Joe Biden en perfecto español.
Florida está inundada de publicidad electoral. Grandes vallas riegan las autopistas con imágenes de la campaña de ambos candidatos. Los buzones amanecen llenos de propaganda. La televisión y la radio emiten anuncios sin cesar. El equipo de Biden incluso los grabó en distintos acentos de español, y los distribuye atendiendo a cuál es la comunidad mayoritaria en cada una de las zonas donde salen al aire.
La batalla por Florida es encarnizada. Sus 29 votos del Colegio Electoral son clave para sentarse en el Despacho Oval, y las encuestas son ajustadísimas. Biden lidera por apenas 1,5 puntos, prácticamente el margen de error, en el soleado estado sureño, de acuerdo con el promedio de encuestas de Real Clear Politics. Pero no puede confiarse, y menos con esa exigua ventaja. Hillary Clinton también era favorita en la mayoría de las encuestas en Florida hace cuatro años, y terminó perdiendo el recuento oficial frente a Trump.
“Si ganamos Florida, se acabó”, dijo el candidato demócrata hace unos días, durante un acto en este estado. Parte de los analistas coincide con él. Biden podría permitirse perder Florida, pero podría seguir ganando la Presidencia si se impone en otros estados donde las encuestas le dan ventaja. Todo apunta, por el contrario, a que, efectivamente, la victoria en el sur es necesaria para Trump. Y el estado está dividido, también dentro de la misma comunidad cubanoamericana.
“Yo no soy socialista. Era una votante registrada republicana, por más de 30 años. Y cambié de partido el año pasado, porque ya no lo aguantaba más”, asegura Olga Guerra, de padres cubanos, que nació hace 56 años en Estados Unidos.
“No estoy de acuerdo con la separación de familias entre los inmigrantes en la frontera. No estoy de acuerdo con el drama que ha sido impuesto a esos niños. Esta gente viene para tener una mejor vida de la misma manera que mi familia vino a tener una mejor vida. ¿Y ahora no vamos a dejar que nadie venga detrás mío? Yo creo que la gente tiene derecho a venir a este país para tener mejores oportunidades y trabajar duro para alcanzar cosas que no tienen en sus países”, reclama, en una pequeña concentración, también vehicular, convocada para apoyar a Joe Biden.
Las banderas blancas y negras han sido cambiadas por enseñas arcoíris de la comunidad LGTBI y por carteles comparando a Trump con el Presidente ruso, Vladimir Putin.
“Donald Trump es un desastre total. Si gana las elecciones, va a empeorar la pandemia. Va a empeorar la economía. Y la población va a perder sus derechos”, considera la jubilada Angela Harrington, que apoya igualmente al candidato demócrata.
El voto ‘senior’ también es clave en el estado péndulo de Florida. Los mayores de 65 años suponen alrededor del 21% de los electores en uno de los lugares predilectos de los jubilados estadounidenses para retirarse. Trump ganó en 2016 con 17 puntos de diferencia sobre Clinton entre los floridanos de la tercera edad.
Ese apoyo estaría ahora disminuyendo, hasta el punto de que, según un sondeo del New York Times, Biden ganaría ahora ese segmento con dos puntos de ventaja sobre Trump.
Parte de los analistas cree que el mandatario republicano estaría perdiendo apoyo entre los mayores debido a su postura de no querer dimensionar la pandemia, que es especialmente peligrosa para los mayores de 65 años y ha dejado más de 229.000 muertos en el país.
“Son prescindibles. Son olvidables. No son virtualmente nadie. Así es como él ve a la tercera edad”, dijo Biden en un reciente acto celebrado en un centro de adultos mayores de Florida. El Presidente se defendió, asegurando que los seniors son sus personas “favoritas” y anunciando que conseguiría que el carísimo tratamiento al que fue sometido durante su contagio de coronavirus fuese gratis para todos los mayores.
Este año es especial, además, en las elecciones de Florida, que podría registrar hasta 1,6 millones de nuevos votantes debido a una reciente ley que permitió el voto a los excondenados por faltas o delitos considerados graves. Hasta ahora no podían acudir a las urnas.
“Votar nos hace sentir más humanos”, asegura Dexter ‘Chico’ Gunder, un exconvicto, mientras toma café en un establecimiento de una conocida cadena estadounidense, que ahora sólo permite el consumo en una terraza, dispuesta en el exterior del local, debido a las medidas especiales por la pandemia.
Gunder, un afroamericano de 41 años, ataviado con gorra calada de amplia visera, no ha tenido una vida fácil. Era funcionario de prisiones. Rellenó unos cheques de manera ilegal para poder seguir estudiando, y acabó entre rejas -otra distinta a la que trabajaba- durante más de un lustro. Tras salir del correccional se enroló en la Coalición de Restauración de Derechos de Florida, que consiguió, tras un referéndum, el cambio de la ley en el estado sureño.
Tan sólo tres estados prohíben ahora el voto de los excondenados. En Florida podrán acudir a las urnas todos, menos quienes acabaron en prisión por asesinato o delitos sexuales. Eso sí, previo pago de las deudas que tengan pendientes por las costas de sus juicios. Esa disposición habría impedido el voto de centenares de miles de exconvictos, pero numerosos multimillonarios, como Michael Bloomberg o LeBron James, han puesto grandes sumas para pagar esos montos. La coalición de los “ciudadanos retornados”, como prefieren llamarse, ha llegado a recaudar más de 20 millones de dólares.
Algunos republicanos han señalado que la medida podría beneficiar a los demócratas. Gunder dice que su movimiento no es partisano. “Nos da igual a quién votes. Sólo queremos que la gente salga y vote”, asegura.
Sí cree que el país está muy polarizado, y siente que estos son unos comicios distintos.
“Estas elecciones, en ambos partidos, mucha gente siente que ninguno de los candidatos son los indicados. La gente está eligiendo el mal menor”, cree Gunder.
Existe preocupación, en ambas campañas, por lo que pueda ocurrir la noche electoral. Las autoridades de Florida han asegurado que el recuento será veloz. Esperan que los resultados estén disponibles la misma noche del 3 de noviembre.
Pero muchos no pueden evitar rememorar lo que sucedió en Florida hace 20 años, cuando las encuestas a boca de urna le daban la Presidencia al demócrata Al Gore tras haberse impuesto en ese estado frente al republicano George Bush, pero resultó que el recuento oficial, muy ajustado, no indicaba lo mismo. Después de tres semanas de contar cada papeleta, e incluso de la intervención de la Suprema estatal, se certificó la victoria de Bush, que se convirtió en Presidente por apenas 537 votos, gracias a Florida, donde reina la incertidumbre.
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