“Voy a volver el miércoles”. El ministro Sergio Muñoz se encontraba de vacaciones cuando se enteró del remezón que había provocado una entrevista concedida a La Tercera por una de las principales integrantes de su sala, Ángela Vivanco. La jueza había expresado que los excesos que las isapres deben devolver -a propósito del polémico fallo dictado en noviembre pasado- era sólo para quienes habían recurrido por la aplicación ilegal de la tabla de factores. En medio de amenazas de acusación constitucional, de voces oficialistas y una avalancha de recursos de aclaración, el presidente de la Tercera Sala no lo pensó dos veces y adelantó en cinco días su retorno a la Corte Suprema.
El miércoles, Muñoz llegó a las 7.30 AM, a paso firme. No saludó a nadie y se refugió en su despacho para luego integrar la instancia que revisa asuntos constitucionales. A esa hora, la magistrada Vivanco ya le había contado a Muñoz que renunciaría a la vocería del Poder Judicial. Lo había solicitado el pleno el día lunes, cuando ella se encontraba en Puerto Montt para dictar una charla magistral en la Universidad San Sebastián. El presidente de la Corte Suprema, y quien es uno de sus aliados, le había explicado por teléfono que no había otra alternativa: sus dichos habían puesto en el centro de la polémica al Poder Judicial y eso tenía molestos a sus pares. La magistrada, según sus cercanos, le dijo que lo haría, pero de forma presencial. Fue así como el arribo del influyente juez Muñoz al máximo tribunal se cruzó con la dimisión como portavoz de Vivanco. “No me arrepiento absolutamente de nada, soy una persona que siempre ha vivido de cara al país, nunca escondida”, dijo ella ese día. En su rostro, sin embargo, se notaba el cansancio. Pero había algo más.
Relaciones tensas
Cuatro supremos consultados explican que el pleno no solicitó su salida. Lo que hizo fue sugerirle al presidente que ella lo hiciera, antes de que se provocara un daño adicional la imagen de la institución. Y en definitiva -apuntan dos magistrados-, con esto se sinceraron los bandos que existen al interior del máximo tribunal. Para nadie es desconocida, dicen, la tensa relación que tiene Vivanco con las integrantes de la Cuarta Sala, las ministras Gloria Ana Chevesich y Andrea Muñoz. Las dos magistradas, aseguran presentes en algunos plenos, han sido, en más de una ocasión críticas de la forma de llevar la vocería de la titular de la Tercera Sala. Y esta vez no fue la excepción.
No pocos recuerdan que la anterior portavoz fue justamente quien fuera en el pasado la investigadora del caso MOP-Gate. A diferencia de Vivanco, a Chevesich no se le hacía tan fácil esta la labor: leía documentos y no le gustaba dar entrevistas. Un opuesto total a lo que fueron denominados en su momento, al interior del Palacio de Tribunales, como “los martes de Ángela”. Al llegar como presidente de la Corte Suprema, el ministro Juan Eduardo Fuentes le pidió asumir el cargo de vocera. Entonces, todas las semanas, luego de los plenos, el equipo de la Dirección de Comunicaciones citaba a una conferencia en la sala de pleno, donde la magistrada, vestida de tacos y combinados atuendos, informaba los principales acuerdos del máximo tribunal y, a su vez, enfrentaba consultas de la prensa sobre contingencia judicial. Fueron estas respuestas las que provocaron cuestionamientos entre sus pares, ya que decían que instalaba posturas del Poder Judicial que no eran consensuadas por el resto. “En chileno, a la magistrada la afectó el ‘síndrome de altura’”, dijo un conocedor de las dinámicas de poder en el máximo tribunal que, además, sentencia: “Pero en su estrategia, esta vez perdió”.
La soledad de Ángela
“La interpretación correcta del fallo la da la sala, no yo. Yo di mi visión”. Eso dijo la ministra Ángela Vivanco el miércoles 7 tras una reunión de 20 minutos con el presidente, en la que le entregó su carta de renuncia a la vocería. La misiva decía: “Agradezco a usted la oportunidad brindada y la confianza depositada en mí durante el ejercicio de esta vocería, como asimismo a aquellos ministros que, con lealtad y aprecio, me apoyaron en mi desempeño, particularmente a los miembros de la Tercera Sala, a la cual con mucho orgullo pertenezco”.
Dos días después, el viernes 9, el resto de los titulares de la instancia rechazaría todos los recursos de aclaración presentados por el gobierno y las isapres, contraviniendo “el criterio Vivanco”. La magistrada no compareció. Estaba fuera porque había pedido permiso, y con ello no tuvo que decidir si debía o no inhabilitarse de esta última vista de la polémica causa. A diferencia de Vivanco, los ministros Sergio Muñoz, Jean Pierre Matus, Adelita Ravanales, Mario Carroza y el abogado integrante Pedro Hernán Águila sostuvieron de forma unánime: “No hay nada que aclarar”. En el Palacio de Tribunales esas palabras, comunicadas por el secretario de la corte, Jorge Sáez, retumbaron en las paredes: su propia sala la dejaba sola en su interpretación sobre los casos a los que las aseguradoras debían devolver excesos por la ilegal aplicación de la tabla de factores.
Quienes conocen de la conversación de ese día sostienen que no fue una decisión difícil y todos estaban de acuerdo. “Se volvía a fojas cero, la entrevista no existió”, dijo una alta fuente suprema. La correcta interpretación, para esos cinco jueces, estaba en el “considerando 27″ de uno de los fallos en que se explica que se debe proceder respecto de todos los afiliados -que hayan recurrido o no a tribunales-, a la devolución de excesos si es que se les aplicó la tabla de factores y no la tabla de factor único determinada en 2020 por la superintendencia.
Vivanco quedaba sin piso. Ahora, de su propia sala.
Judicial vs. no judicial
Aunque integrantes de la Tercera Sala aseguran que no sabían de la entrevista, un funcionario de palacio asegura que “ella se inmoló por algo que parece era compartido por todos”. Otro juez comparte dicha visión y explica que “en la sala sabían y querían decir eso”. El problema, aseguran en las altas esferas del Poder Judicial, es que nadie pensó en el nivel de consecuencias: duras críticas y la amenaza de una acusación constitucional.
Abogados que litigan en esa instancia sostienen que esa sala es la más política, y lo que se convertía en una salida para las isapres, terminó por enterrarse con la “no aclaración” que llevó a los magistrados a reiterar lo que se había asumido hasta el pasado domingo: el fallo es de aplicación general y no sólo para los que demandaron, como expuso la magistrada en una interpretación que duró cinco días.
Los coletazos del “Angelazo”, como dicen algunos en los pasillos de tribunales, llegaron tanto al Congreso como al gobierno. Quienes conocen de su proceso de nominación, en la segunda administración del Presidente Sebastián Piñera, recuerdan que lograr que pasara la aprobación del Senado fue complejo, porque era vista como una abogada de derecha y conservadora (había litigado en el TC contra la Ley de Aborto en tres causales). Sin embargo, al poco andar sus fallos “taparon bocas” en el Parlamento. Se convirtió en autora se sentencias consideradas como “progresistas”, como, por ejemplo, ordenar el cambio de sexo registral de un niño.
Muñoz, siempre de perfil controversial y con un influyente ascendiente sobre su sala, encontró en ella una inesperada aliada para ir defendiendo la jurisprudencia de la sala. Pero eso sólo fue en ese lugar. Afuera, en los pasillos, algunos de sus pares aún la resienten. Lo más importante, dicen, es que en su labor de vocera demostró que no es “una judicial”. El máximo tribunal se integra por jueces de carrera y abogados externos. Ella es una de esa casta, que es vista con inferioridad para quienes han pasado toda su vida haciendo carrera en el Poder Judicial. Otras cosas que molestan, confiesa un supremo, es su pasado político -estuvo en el partido de Francisco Javier Errázuriz, “Fra Fra”- e incluso una magistrada que la defiende asegura que les molesta, incluso, que viva en el barrio alto y que sea bien contactada.
Hoy los políticos culpan a Vivanco del “terremoto” que ocasionó siete meses después de dictado el fallo contra las isapres. Los abogados que litigan materias constitucionales culpan a la sala completa. Algunos recuerdan que la extinta Convención Constitucional intentó poner una norma que cesaba a supremos que ejercieran “activismo judicial”. Apenas lograron revertirla.
Un supremo de otra sala sostiene que hoy se sacrificó a Vivanco, pero que esto podría reavivar las aguas contra el resto. “La Tercera Sala es un problema, sobre todo como en este caso, nos arrastra a toda la Corte Suprema”, explica.
El “nuevo” gobierno
Hay un proyecto de ley que busca que el presidente de la Corte Suprema no se elija como se ha hecho durante toda su historia: se vota por el más antiguo. La idea era que quien quisiera ocupar ese cargo presentara un plan de trabajo y orientaciones estrategias, siendo nominado quien reciba más votos. Sometida a consulta la iniciativa, el pleno fue tajante: “No se vislumbra la utilidad o beneficio que conllevaría la modificación al actual sistema de elección”. Portazo.
En medio de las agitadas aguas, en la Suprema hay quienes comentan que se viene “un nuevo gobierno”. Y es que a fin de año termina el periodo de Fuentes al mando del Poder Judicial y por antigüedad le correspondería al ministro Ricardo Blanco. Sin embargo, el magistrado adolece de una grave enfermedad que le impediría asumir el desafío. Quien sí ya está lista es justamente quien es considerada la “antítesis” de Vivanco, la ministra Chevesich.
Este miércoles, mientras Vivanco ya había renunciado a la vocería y “cerraba el tema”, la ministra que indagó el caso MOP-Gate se paseó por los pasillos de la Corte Suprema. Un periodista le preguntó: “Ministra, va a ser usted la próxima vocera”. Con una sonrisa hizo con su dedo índice que “no”, para luego darse una vuelta y seguir agitando el brazo al cielo.