Jorge Selume: “Con la muerte del Presidente Piñera efectivamente se termina por enterrar al octubrismo”

Jorge Selume habla de su libro sobre el estallido social y Piñera.
Jorge Selume: “Con la muerte del presidente Piñera efectivamente se termina por enterrar al octubrismo”. Foto: Mario Téllez

Exdirector de la Secom en el segundo mandato de Piñera, el sicólogo publica Tiempos Mejores, una memoria que se lee como un relato vibrante y salpicado de humor de su paso por La Moneda en los días más críticos del estallido social. A casi cinco años del 18/O, Selume describe los errores no forzados, la confusión y los fantasmas que se instalaron en Palacio.


Todos leyeron en silencio. La tensión aún se respiraba en el salón presidencial. La noche del 12 de noviembre, la más violenta del estallido social, los ministros y asesores más cercanos al presidente se dividieron en torno al camino a seguir. Finalmente, solo en su despacho, Sebastián Piñera decidió buscar una salida política a la crisis y escribió el discurso que ahora leían en el salón Gonzalo Blumel, Cristián Larroulet, Karla Rubilar y Alberto Espina, entre otros. Faltaban minutos para la cadena nacional. Entonces, Jorge Selume, jefe de la Secom, reparó en un detalle insólito: para colaborar en el control de las calles se convocaba a una fuerza de policías jubilados.

-Presidente, seremos el hazmerreír de todos. Poner a un tatita a cargo de la seguridad es un chiste de mal gusto. El efecto comunicacional será negativo. En vez de transmitir protección, vamos a dar la sensación de desesperación y descontrol -dijo.

La idea era de Espina, ministro de Defensa, y su intención era que el gobierno se viera enérgico.

-Por lo mismo, ¿qué tiene de enérgico ver a un abuelito enfrentándose a una turba de jóvenes encapuchados? Será el meme de la derrota -lo interrumpió Selume.

Piñera le dio una mirada que puso fin al diálogo. No había espacio para más discusiones; la decisión estaba tomada. Chiste de mal gusto o error no forzado: en esos días la confusión se esparció como la niebla en La Moneda. Bajo la presión y la inmediatez de los hechos, a menudo la improvisación guió las decisiones de gobierno.

Así lo describe Jorge Selume en Tiempos mejores, una memoria que se lee como un relato vivaz y salpicado de humor de su experiencia en Palacio. Publicado por Planeta a casi cinco años del estallido social, el libro abarca de 2017 a 2022, desde su ingreso a la segunda campaña presidencial de Piñera y su paso por La Moneda al triunfo del Rechazo en el plebiscito del 4 de septiembre.

Basado en su experiencia y en el testimonio de numerosos protagonistas, el sicólogo recrea cómo se vivieron algunos de los momentos más críticos en la intimidad de Palacio, como el asesinato del comunero mapuche Camilo Catrillanca, la caída de Andrés Chadwick y la comedia de enredos al nombrar a su sucesor, la marcha del millón de personas y la acusación constitucional contra el Presidente.

Con un estilo ágil, tensión narrativa y diálogos convincentes, Selume revive las emociones que se vivían entre pasillos, recrea escenas y anécdotas con gracia. Alterna la crisis de gobernabilidad con su propia crisis personal, como padre de trillizos. Entre la angustia y el absurdo, por ejemplo, cuenta cómo cruzó la ciudad al anochecer en la camioneta de un diputado socialista; tuvo que bajarse en una barricada, bailar “el que baila pasa” y gritar contra Piñera antes de seguir a La Moneda.

Cambio de Gabinete
Jorge Selume: “Con la muerte del Presidente Piñera efectivamente se termina por enterrar al octubrismo”.

El exjefe de la Secom comenzó a escribir la mañana siguiente al triunfo del Rechazo. Terminó el texto en diciembre de 2023 y agregó un epílogo tras la muerte de Piñera. El poeta y editor Matías Rivas fue uno de los interlocutores de Selume mientras escribía y fue uno de sus primeros lectores.

En un café de Providencia, el autor cuenta qué lo motivó a escribir:

-Creo que quise llevar la política al diván.

El libro describe el abismo del gobierno con la ciudadanía y la pérdida de poder del Presidente. Dibuja cómo la incertidumbre abrió paso a las sospechas y rivalidades en Palacio, entre ellas con Cecilia Pérez: “No cabía duda de que estábamos en guerra, el Presidente tenía razón, pero al parecer la guerra era contra nosotros mismos”.

Del conjunto se desprende también un perfil del expresidente Piñera: calculador y pragmático, exigente y atrapado por el poder, pegado a sus chistes repetidos y siempre con el espíritu competitivo alerta, capaz de hacer una apuesta en la pausa de un debate: “Le apuesto un chacarero a que me harán esta pregunta, Selume”.

Adicto a las almendras para calmar la ansiedad, al Presidente le gustaba buscar atajos y solía salirse de libreto, lo que lo convertía “en un jefe impredecible e indomesticable”. A fin de cuentas, escribe Selume, “Sebastián era un esclavo que respondía a un solo amo, a Su Excelencia, el Presidente Piñera. La persona estaba supeditada al cargo”. Agrega: “Piñera y el Palacio de La Moneda estaban hechos el uno para el otro, se necesitaban vorazmente”.

Sorprende el grado de improvisación y los errores no forzados en el gobierno, como cuenta. ¿A qué se debían estos pasos en falso?

Yo traté de alguna manera de humanizar a las autoridades. La gente tiende a creer que la autoridad tiene el conocimiento de todo y, por ende, el control de todas las acciones que lleva a cabo. Existe una premisa de que la regla general es la planificación y que la improvisación es la excepción. Eso tal vez era así en el pasado, pero hoy esa máxima está invertida: yo diría que hoy la regla es la improvisación. Quise plasmar eso desde un ángulo más humano, y por eso voy entrando como un testigo en esas situaciones que de alguna manera subrayan ese fenómeno.

La designación de Gonzalo Blumel en Interior fue una comedia de enredos. El nombramiento original era Felipe Ward, que había dicho en una entrevista que “los derechos humanos son una especie de cajero automático” para la izquierda. Ustedes se lo advierten al Presidente, pero no le parecía grave, aun en el contexto del estallido. ¿Era un síntoma de la pérdida de desconexión con la calle?

El Presidente era muy esquemático, y cuando estaba preparando el anuncio del cambio de gabinete, su foco está puesto 100% en las palabras que va a decir en la ceremonia que está a minutos de comenzar. Entonces, cuando él dice que no es tan grave, no es que lo considere poco relevante, sino que considera que ya el momento de discernir respecto de la confección de los cambios ya pasó y que ahora viene el momento de la implementación. Tiene que ver más con su carácter.

De todos modos hay muchas situaciones en que las decisiones parecen apresuradas y alimentaban la frustración social.

La regla general es que hoy día los gobiernos tienen que tomar decisiones en un breve espacio de tiempo y con información parcial. Y, por ende, es muy complejo dar con una solución que deje a todos satisfechos. En el libro podría haber seleccionado muchas tomas de decisiones apresuradas con las que le dimos el palo al gato. Es más, cuento lo de la imprescriptibilidad de los delitos sexuales contra menores (originalmente, el Presidente era contrario y cambió de parecer, sorprendiendo a sus cercanos). Pero yo traté de concentrarme en aquellos casos donde habíamos errado. El libro tiene una alta dosis de autocrítica, porque creo que tiene que plantear más preguntas que respuestas.

piñera historicas
Jorge Selume: “Con la muerte del Presidente Piñera efectivamente se termina por enterrar al octubrismo”.

En la marcha del millón se ve al Presidente sorprendido, golpeado. Días antes había dicho que estábamos en guerra. ¿Hasta qué punto entendió lo que estaba pasando?

Cualquier presidente ante una marcha de un millón de personas tendría una postura reflexiva, que fue lo que pasó con él. Y, efectivamente, hubo declaraciones desafortunadas, pero estas tenían que ver más bien con que no tenía un diagnóstico claro. Y ese diagnóstico no lo tenía el gobierno, pero ciertamente no lo tenían ni la oposición, ni el Parlamento, ni los medios de comunicación. Yo creo que fue un momento de mucha confusión en general para el país. Lo llamativo de esa escena es que pocas veces lo había visto tan meditabundo.

¿Cómo digería la pérdida de popularidad que llegó a niveles históricos (4,5%)?

El punto de quiebre en la caída de popularidad del gobierno es el asesinato de Camilo Catrillanca. Ese es el momento de inflexión, tanto por el impacto mediático que tuvo como por otros factores: en términos de la gobernanza, se perdió a Andrés Chadwick, que era un contrapeso o compañero del Presidente y un líder para todos los que estábamos trabajando en el gobierno. Pero también hubo otro factor que está en el libro y es que yo digo que ese fue el momento cuando el gobierno se trajo hacia adentro la crisis de Carabineros, que era una crisis que existía desde antes, desde la Operación Huracán. En ese minuto el gobierno abraza la crisis y la hace suya. Entonces en esta especie de contaminación cruzada entre instituciones, el gobierno efectivamente quedó muy dañado.

Ese fue uno de los grandes errores.

Sí, sin duda, fue un error haber confiado 100% en la versión de Carabineros.

El estallido en La Moneda

Uno de los episodios críticos es la discusión en torno a sacar de nuevo a los militares a la calle. Ese debate dividió a los ministros.

Esa es una situación elemental que debe ser visitada, porque al final del día el Presidente escucha. La dinámica va muy en la línea de alguien que escucha, que abre el debate, porque para él el debate era algo virtuoso, no un problema entre los colaboradores. Luego él se encierra en su oficina y toma una decisión. Y la tesis es que es una decisión evidentemente pragmática. Él hizo lo que consideró pertinente con las herramientas que tenía en mano.

¿Cómo vio a la clase política en esos días?

Yo vi a la clase política siguiendo la ola. ¿A qué me refiero? Los políticos parecía que habían pasado a comentar la realidad en vez de liderarla, o sea, se echaron de menos muchos liderazgos y eso tiene que ver también, creo, con que ellos estaban presos de la confusión que atravesaba el país.

¿Y a la derecha?

Uno de los principales problemas que tuvo el gobierno tenía que ver con la orfandad respecto a la coalición gobernante. Es cosa de recordar lo que sucedió después con los retiros. Esos retiros fueron aprobados con votos de la derecha. Y ahí lo que vimos fue que muchos parlamentarios del sector se dejaron llevar por ideas populistas y eso dejó al gobierno totalmente desfondado y, más importante, erosionó el clima político y la calidad del debate bajó mucho.

Segundo aniversario del estallido social
Jorge Selume: “Con la muerte del Presidente Piñera efectivamente se termina por enterrar al octubrismo”.

El Presidente hacía anuncios, pero no lograba salir del ojo del huracán. ¿Qué podría haber hecho para cambiar las cosas?

Chile es un país súper presidencialista, en fondo y forma. Y, por ende, cuando ya comienza el estallido y se genera este torbellino de malestar, que es una combinación de distintos factores, él se transforma en un imán que atrae hacia sí frustraciones acumuladas de muchos años. Y, en términos de un interlocutor, perdió relevancia. Lo que decía no era capaz de mover la aguja. Entonces, mediáticamente sucedió algo muy complejo, que es que el principal vocero y líder del gobierno había quedado de alguna manera invalidado a ojos de la ciudadanía.

El gran temor era que La Moneda cayera en manos de los encapuchados. Usted cuenta que hubo planes de escape.

Yo digo que algunos colaboradores pensaban en planes y algunos funcionarios tenían ellos mismos su propio plan. Nunca existió un plan, pero sí existía el fantasma en algunos funcionarios de que esa posibilidad era real.

¿Ese temor llegó al Presidente?

No, nunca. Si hay algo que está reflejado en el libro, de principio a fin, es el carácter resiliente y combativo del Presidente. Uno podría decir se equivoca o acierta, pero en cualquier caso nadie puede cuestionar que el caballero, en base a carácter y tesón, permaneció firme en la situación. Ante esa crisis, otro presidente yo no sé si hubiera permanecido o bajado los brazos.

¿Con qué ánimo lo vio salir del gobierno?

El Presidente, cuando terminó su período, estaba dolido por el juicio que se estaba haciendo respecto de su gobierno. Y yo vi que eso empezó a cambiar luego del triunfo del Rechazo. La posibilidad de que esa Constitución se hubiera aprobado era algo muy complicado para él, porque lo hubieran hecho responsable del resultado. Después, él estaba más aliviado, y en la medida en que asumió el gobierno de Boric, la gente empezó a hacer un contraste con lo que era su capacidad de gestión y comenzó a subir en las encuestas. Yo lo vi con otro ánimo.

En el libro sugiere que su funeral de algún modo representó un triunfo...

Con la muerte del Presidente Piñera efectivamente se termina por enterrar al octubrismo, y el hecho de que el velorio se haya dado en el ex Congreso, que fue el mismo lugar donde había empezado el proceso constitucional, de alguna manera viene a cerrar un ciclo. Y cuando uno ve a las autoridades del actual gobierno haciendo guardia de honor, uno dice, bueno, en términos simbólicos se reivindica el legado de lo que fue su figura y su gobierno. Hago un paralelo con las calles donde antes se vilipendiaba su figura y ahora uno veía respeto y agradecimiento. Me pareció que eso era muy simbólico.

Tiempos mejores
Jorge Selume: “Con la muerte del Presidente Piñera efectivamente se termina por enterrar al octubrismo”.

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