La última plegaria de un ciclista: la brusca partida de Cristopher Mansilla
El multicampeón criollo falleció el lunes por complicaciones derivadas del Covid-19. Tenía 30 años cuando su historia de vida terminó en Puerto Natales, la ciudad donde nació. Ahí, repuesto de una fuerte depresión tras perder la beca Proddar para deportistas de elite, trabajaba silenciosamente para cumplir su gran proyecto: volver a la competencia y representar a Chile en Santiago 2023.
“No me quiero morir”. Una frase, una plegaria. Dura, elocuente y trágica. Cuando Pablo Ramírez la leyó en su pantalla el jueves 6 de mayo, se congeló. Y a la vez se llenó de angustia. Al otro lado del teléfono, con los pulmones trabajando al 30% de su capacidad, el ciclista Cristopher Mansilla le transmitía así uno de los mayores miedos que alguien puede sentir. Cuatro días después, la noche del lunes 10 de mayo, Pablo volvió a revisar su smartphone. Y la bofetada fue todavía más criminal. Su gran amigo y excompañero de entrenamiento, intubado, en coma, había fallecido por un segundo infarto, provocado por su extrema condición de salud tras contagiarse de Covid-19.
Mansilla murió en Puerto Natales, lugar al que había llegado un año antes para acompañar a su hermano Luis, quien fue su referente y espejo. La vida del uno no se entendía sin el otro. Crecieron juntos, siempre arriba de la bicicleta. Ahora el mayor siente un vacío inimaginable. “Era mi todo”, es lo primero que menciona cuando recuerda a Cristopher. Luis imaginaba una situación totalmente distinta. Pensaba que su hermano superaría el Covid y estaría ya de vuelta en su casa, tomándose una cervecita, como le había escrito antes de ser dormido.
“Espérame en la casita, te amo”, fue lo último que le escribió. Todos pensaban que serían unas semanas en un coma inducido, para luego volver a su vida normal, alejada de las competencias, pero no de la bicicleta. Cristopher quería volver al alto rendimiento. En su ciudad reconstruyó su vida. Una vez que tocó fondo, tras perder la Beca Proddar luego de dos graves lesiones, volvió al sur extremo y empezó de cero. Trabajaba como transportista en Coca Cola y compartía el tiempo con la bicicleta, sus mascotas y los juegos de video, los simuladores de autos eran una de sus grandes pasiones.
“Estaba muy bien, quería volver a correr, estar en Santiago 2023. Tenía muchas ganas de eso y de que volviéramos los dos, hacer la prueba de Madison. Siempre pendiente de lo que pasaba en el ciclismo, de ver los resultados y las marcas. Incluso hizo carreras con unos amigos durante este tiempo. Estaba más libre, podía hacer todo lo que no hacía antes, me decía que ya no sentía esa presión”, comenta Luis.
El frío y las montañas lo acompañaban en esa búsqueda. Salía solo con su bicicleta y pedaleaba, no importaba la hora, la lluvia o el viento. Siempre pensando en el futuro, pero nunca olvidando el pasado. Fue en 2018 cuando el financiamiento que llevaba recibiendo 10 años seguidos dejó de llegar. Dos lesiones que lo dejaron parado y sin competir fueron el motivo para que su nombre no circulara entre los beneficiados de la Beca Proddar. Un golpe que lo hundió en una depresión. Rabia, impotencia y lamento. Había llenado de oro las páginas del ciclismo nacional y ahora ya no lo respetaban, sentía él.
“Nació en el país equivocado, con las condiciones que tenía pudo haber llegado mucho más lejos, verlo correr era maravilloso, pero tuvimos mala suerte como deportistas, no hubo apoyo. Fuimos desechables para el gobierno, no nos cuidaron”, es el descargo de Luis, también ciclista destacado del país.
Cuando Cristopher se enteró de que perdería el beneficio, el 12 de marzo de 2018, se desahogo en su Facebook. “Me tienen en revisión por rendimiento. Creo que las personas que conocen algo de ciclismo saben el rendimiento que tengo a pesar de los últimos dos acontecimientos que tuve que enfrentar solo, en donde ninguna entidad se hizo presente”. Para sus cercanos, una prueba más del poco apoyo que tuvo cuando las cosas andaban mal.
Los Mansilla tuvieron que luchar muchas veces por su cuenta. Desde pequeños dejaron su tierra y probaron suerte en la capital. Cristopher encontró en el Club Cachapoal y en la familia Cataldo Villa a sus primeros apoyos. Ellos lo ayudaron a ganarse un nombre en el país, antes de que las medallas hablaran por él. La primera llegó en 2008, cuando con 17 años logró ser campeón panamericano en equipos en la categoría Élite.
De ahí, una carrera plagada de éxitos. Oro en la Madison y en la Scratch de 2011. Subcampeón en China y miembro del equipo internacional Start Cycling, viviendo dos años en Bélgica, compitiendo contra los mejores ciclistas del mundo. Ese era el nivel de Cristopher, un corredor imponente. Son muchas las voces que lo recuerdan como un competidor insaciable. Dejaba todo en el velódromo.
Por eso todos pensaban que ese cuerpo privilegiado le ganaría sin problemas a la enfermedad, pero no fue así. El virus volvió a ser implacable. El natalino respondió bien los primeros días tras ser intubado. En la familia estaban un poco más tranquilos. Pensaban que lo peor ya había pasado, pero el domingo comenzaron los problemas. Desde el Hospital Augusto Essman les avisaron que se preparan para lo peor, sorprendiendo a todo el clan.
Al llegar al recinto de salud, las noticias fueron peores. Estaba saturando 85 y desde adentro les contaron que había tenido fiebre. El lunes logró resistir al primer paro, por el que lo estuvieron reanimando por media hora. Su cuerpo se aferró a seguir cumpliendo sus sueños y convicciones. Pero terminó cediendo y buscando el descanso. “A Cristopher lo perdimos en horas”, cuenta Luis.
Golpe al pedal
La noticia caló hondo en el mundo del ciclismo. A Felipe Peñaloza, doble oro Panamericano, le cuesta recordar a su referente sin que se le quiebre la voz. Desde muy pequeño lo vio volar en ese velódromo, aprendiendo, poniéndolo como ejemplo. “El Covid no tiene piedad. Tenía una mentalidad extraordinaria, era muy aperrado. Arriba de la pista alguien en quien te inspirabas y fuera de ella muy cercano”, comenta.
Pablo Ramírez, en tanto, está derechamente devastado. Pese a la distancia y que ambos tomaron distintos caminos en el mundo de la bicicleta, la relación nunca la perdieron. Cristopher siempre estuvo presente en el proyecto formativo del sanfernandino y acompañó a sus alumnos. Los iba a ver, los aconsejaba, siempre aportando su grano de arena para mejorar la disciplina en el país.
Por eso el viernes corrió por su amigo. Junto a otros cercanos del fallecido atleta, le hicieron una despedida en bicicleta en Pichidegua. Tiene la esperanza de que cuando el Covid pase, poder hacer un criterium (circuito pequeño de 1.200 metros) para honrar a su amigo. “Ahí podremos competir y compartir, como a él le gustaba, con los amigos y un choripán después de ganar”. Se imagina a su pueblo lleno de ciclistas, buscando volver a agrandar el nombre de Cristopher.
Luis también piensa en el futuro. Sabe que por ahora todos sus esfuerzos están destinados a superar el duelo por su hermano. Pero también tiene un objetivo, uno que era el gran anhelo de su compañero de ruta. El sueño de que los Mansilla volvieran a correr, juntos como tantas otras veces. Ahora espera hacerlo en su honor, con Cristopher guiándolo desde arriba. Antes era su rival, hoy es su guardián desde las alturas. El vínculo ya no estará en la tierra, pero sí en un plano espiritual. “Quiero volver a correr. Que baje el Covid y poder dedicarle esa corrida a mi hermano, correr por él”.
Un sueño que el mundo del ciclismo espera que se realice. La leyenda de los hermanos que dejaron todo de lado para sentir el viento en sus caras, arriba de una bicicleta no merece terminar así. El dolor se transformará en energía, y ahí el legado de Cristopher seguirá creciendo. Apenas unos días después de su deceso ya algunas personas piensan en armar un equipo con su nombre o hacer carreras en su memoria.
Todos han estado apoyando a Luis y lo agradece. “Es increíble el apoyo que nos han dado. Todo nos ha servido para mejorar un poco. Esto demuestra que dejó un legado, era un gladiador”.
Cristopher dejó esta tierra en medio de una pandemia. Abatido por lo imprevisto del destino. No volverá a subirse a una bicicleta físicamente, pero su nombre no desaparecerá. Son muchos los que buscarán seguir poniendo al apellido Mansilla en lo más alto.
“Me van a dormir por tres semanas. Me voy a coma”, le escribió aterrorizado Mansilla a Pablo aquel 6 de mayo. “Si no despierto, wn...”, le advirtió con desesperanza. Tenía proyectos y ganas de volver, pero más que todo, Cristopher no quería morir. Su amigos y su hermanos se encargarán de cumplir esa última plegaria.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.