Michael Reid: “Si el texto de la nueva Constitución es muy anticapitalista, será difícil que haya el crecimiento económico que el nuevo gobierno necesita”
El periodista británico, editor para América Latina de The Economist, considera que, por ello, “hay potencial para un choque” entre la Convención Constituyente y Gabriel Boric, quien además tendrá que hacer un “ejercicio de malabarismo político complicado” para contentar a su base y avanzar, al mismo tiempo, hacia acuerdos amplios.
Chile tiene la oportunidad de “forjar un nuevo contrato social” que lo conduzca hacia una economía “más basada en el capital humano” y hacia una sociedad “más cohesionada”. Sin embargo, el camino no es fácil. Así lo asegura el periodista británico Michael Reid, editor para América Latina de The Economist.
Desde su punto de vista, el nuevo gobierno de Gabriel Boric, al que destaca por su compromiso con la democracia, tendrá dos tareas difíciles. La primera de ellas será avanzar en acuerdos amplios, cuidando al mismo tiempo su base política en la izquierda. La segunda será su convivencia con la Convención Constitucional, a propósito de la cual persistirá una importante incertidumbre en torno a Chile hasta que se apruebe o rechace la propuesta, que podría complicar las metas de Boric si queda marcadamente anticapitalista, según plantea el periodista de la prestigiosa revista británica.
¿Qué expectativas tiene sobre Gabriel Boric y su gobierno, que comienza el próximo viernes?
-El presidente electo Boric ha generado bastantes expectativas en Chile, América Latina y, en cierta forma, en el mundo, porque Chile viene de un estallido social y un conflicto social grave hace dos años, y escogió una salida pacífica y democrática y, además, porque entre la primera y segunda vuelta la posición de la campaña de la candidatura de Gabriel Boric cambió bastante, de una más cercana a la izquierda dura a una más próxima a la socialdemocracia.
No va a ser fácil, pero todo indica, primero, que el nuevo presidente es un demócrata, lo que es importante. En segundo lugar, el mensaje que ha enviado es que quiere buscar acuerdos amplios, lo que me parece correcto, y que Chile tiene la oportunidad de forjar un nuevo contrato social, lo que implica una mayor carga de impuestos para que el Estado pueda garantizar un derecho universal a buena educación, salud y algunos otros bienes públicos, pero que a la vez es importante garantizar condiciones para una continuación del crecimiento económico, otorgando las garantías adecuadas a la inversión privada. Es ahí donde va a estar el balance que el próximo gobierno tendrá que intentar lograr.
¿Por qué considera que no será fácil?
-Primero, porque el programa económico sigue siendo bastante ambicioso. Recaudar el 5% del PIB en cuatro años es mucho, es menos de lo que tenía antes, pero es mucho y es difícil lograrlo sin tener un impacto muy fuerte en el desempeño económico.
Segundo, el nuevo presidente va a tener que intentar contentar a su base política a la vez que busca acuerdos amplios. Eso implica un ejercicio de malabarismo político complicado y es inevitable que va a desencantar a algunos radicales de su base, porque el ejercicio el poder implica elecciones, transacciones y acuerdos. Va a tener que mantener lo más que pueda su capital político a la vez que busca llevar al grueso del país con él.
Lo más complicado para el nuevo gobierno es que en sus primeros nueve meses va a estar conviviendo con el proceso constituyente. La Convención fue elegida en un momento peak para la izquierda radical en Chile, con una participación menor que la de la segunda vuelta presidencial. El nuevo gobierno señala la importancia de que la nueva Constitución incluya una serie de cosas que ellos quieren, en términos de nuevos derechos y regulaciones, pero ésta tiene que ser viable, práctica, tiene que suscitar un consenso amplio.
Si el texto de la nueva Constitución es muy anticapitalista, será difícil que haya el crecimiento económico que el nuevo gobierno necesita para lograr sus metas socioeconómicas. Yo supongo que el nuevo gobierno va a tener mucha influencia en la Convención, pero al final de cuentas es autónoma, entonces hay potencial para un choque entre el nuevo gobierno y la Convención.
¿Cómo ve el avance de la Convención Constitucional?
-De las cosas que se han aprobado hay algunas que llaman la atención desde afuera, como la justicia indígena, porque me parece importante que sea sensible a las tradiciones de la gente, pero, por otro lado, todos los chilenos son chilenos y hay derechos universales, entonces hay que compatibilizar estas cosas.
También me llama la atención, aunque no sé si esto va a llegar al texto final, la idea de reemplazar al Senado con un consejo territorial con menos poderes. Yo, personalmente, pienso que el sistema bicameral tiene muchas cosas buenas, porque permite la reflexión. Me parece curioso que justo cuando el nuevo gobierno no tiene mayoría en el Senado, esté la propuesta de abolirlo. Cualquier propuesta debe ser tomada de acuerdo a los intereses de largo plazo en el país y no los intereses de corto plazo del gobierno de turno.
¿Cuál es la mirada que percibe de los inversionistas extranjeros?
-Desde afuera todo este proceso se mira con expectativa, algunos, con preocupación; otros, con ilusión, dependiendo del punto de vista. Va a haber bastante incertidumbre hasta que el texto constitucional esté aprobado, si es que se aprueba en el plebiscito. Dependerá mucho de lo que contiene.
Mencionaba antes que “Chile tiene la oportunidad de forjar un nuevo pacto social”. ¿A qué se refiere?
-Hay posibilidades en Chile, por lo menos en principio, para un salto de calidad, de avanzar hacia una economía mucho más basada en el capital humano, en el valor añadido, en nuevos sectores tecnológicos. Obviamente a corto plazo el cobre y el litio serán importantes, pero para asegurar la prosperidad de Chile a mediano plazo, otros actores son muy importantes.
También está la posibilidad de un salto hacia una sociedad menos desigual, más cohesionada, con mejores niveles de servicios públicos. Eso es progreso, es hacer una sociedad más próspera y de mayor calidad. Ahí hay una discusión muy importante.
Por otra parte, hay un tema significativo de evasión fiscal en Chile, que tiene que ver, en parte, con el diseño de impuestos. Hay que estudiar estas cosas en forma muy seria. Yo creo que hay espacios para incrementos rápidos. Es un tema político, pero también es un tema técnico.
Con esos desafíos por delante, ¿qué le parece que Mario Marcel asuma la jefatura de las finanzas del país?
-Es un nombramiento bueno y necesario. Mario Marcel es un hombre muy serio, muy experimentado, no es un radical aventurero. Entiende la necesidad de la estabilidad económica, entiende que se necesita crecimiento. Me parece que era esencial para dar una estabilidad en el inicio al gobierno.
En general, es un gabinete muy interesante que incluye gente de la ex Concertación, gente joven y nueva, una ministra de Relaciones Exteriores, cuyo currículum indica que está comprometida con los derechos humanos, enviando una señal potente a la región en este momento.
Entre los subsecretarios hay gente que viene más de la izquierda dura y vamos a ver cómo se consolida el equipo. Es inevitable que haya errores, todos los gobiernos cometen errores, y este es un equipo con menos experiencia en conjunto que gobiernos anteriores, entonces habrá que ver. Pero me parece que hay posibilidades y hay peligros.
¿Dónde ubica en el abanico político regional a Gabriel Boric, considerando la izquierda diversa que está llegando al poder?
-Si bien hay una cierta ola de gobierno de izquierda como resultado de las últimas elecciones, es más que nada el resultado de que la tendencia principal en América Latina, desde hace unos años, es que la oposición gana, es un voto contra el statu quo. Puesto que la derecha o centroderecha está en el poder en muchos países, da lugar a gobiernos de izquierda.
Algunos han hablado de una nueva ola rosada en la región. Sin embargo, primero, hay muchas diferencias entre estos nuevos líderes y gobiernos de izquierda y las circunstancias son muy diferentes de hace 20 años, la ola rosada anterior. Por lo general, hay menos dinero, la situación económica es más estrecha y eso condiciona lo que pueden hacer estos gobiernos.
En segundo lugar, en muchos casos no tienen mayorías parlamentarias. El presidente Boric no tiene mayoría en el Senado, Lula (da Silva) en Brasil no va a tener mayoría, (Pedro) Castillo en Perú no tiene y dudo que Gustavo Petro la vaya a tener si es que gana en Colombia. Eso implica la necesidad de negociación. En general hay menos radicalismo.
Además, hay una serie de dimensiones en las que hay diferencias, por ejemplo, en el grado de compromiso con la democracia y los derechos humanos. Como dije, Boric tiene bastante compromiso, ha sido crítico con Venezuela, Nicaragua, ha invitado a Sergio Ramírez a la inauguración, opositor exiliado nicaragüense. Otros, como Lula, no han hecho esa crítica.
Otra dimensión de diferencia es frente al medio ambiente y las industrias extractivas. El nuevo gobierno chileno quiere más regulación ambiental; Gustavo Petro, por ejemplo, es muy hostil a las industrias extractivas, y Lula, sería menos. También hay diferencias en temas de derechos sociales, sobre feminismo, aborto, matrimonio homosexual. Hay izquierdas que son progresistas en esos temas, como el presidente Boric, y hay otros que no lo son, como Juan Manuel López Obrador en México. Hay bastantes matices y diferencias.
¿Qué análisis hace de la guerra en Ucrania y del impacto económico global asociado al conflicto bélico?
-Antes que nada, hay un impacto grave en vidas humanas, es una barbaridad lo que está pasando, es absolutamente injustificado y contra el derecho internacional de Rusia contra Ucrania, un país soberano e independiente que está resistiendo heroicamente, pero va a haber un costo cada vez más alto en vidas. Cualquier impacto económico es secundario.
Lo que Putin ha logrado es unir a la Unión Europea, ha logrado también demostrar que Ucrania sí es un país independiente con un gobierno popular y ha logrado una reacción en defensa de la democracia liberal en Europa y en el mundo, que es lo más importante por estos días.
Ya está claro después de ocho días de guerra, y con la probabilidad que sea larga, que el impacto en la economía mundial va a ser significativo. El primer impacto es sobre la inflación, via el incremento en los precios del gas natural y el petróleo. Esto afecta el consumo de las familias y por lo tanto habra un efecto negativo, aunque no muy grande, sobre el crecimiento económico también. El incremento en el precio de muchas materias primas sería beneficio para varios países de América Latina en el corto plazo. En el mediano plazo, la guerra marcará otra grieta en la globalización y en la división de la economía mundial en dos bloques, uno en el occidente y el otro centrado en China y Rusia.
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