Mis padres no quieren vacunarse
A pesar de la masiva campaña de inoculación, hay chilenos que le temen a la vacuna. Lo hacen por desconfianza, por ideología y por ideas aprendidas en redes sociales. Todo esto complica a sus hijos, que ven en estas dosis la forma de que sus padres puedan sobrevivir a la pandemia. Pero también los ha enfrentado a la siguiente pregunta: ¿Cómo se combate un miedo irracional con argumentos racionales?
Estaban todos sentados en la mesa viendo la llegada de las primeras vacunas al país por el televisor cuando Ariela Azzarelli (29) se enteró de que sus padres no querían vacunarse. Estaban indignados con que alguien de la familia siquiera lo pensara. “Antes muerta que vacunarte”, le dijeron a Ariela, que quedó sorprendida ante una situación que nunca pasó por su cabeza. “Me hablaban de que estaban cansados del coronavirus, y pensé que con la vacuna serían los primeros en alegrarse”, dice aún impactada.
Tras un par de días les preguntó, con más calma, por qué no quieren vacunarse. Su madre, de 49 años, cree que aún no existe información para saber cómo la inoculación puede afectar en el futuro. Su padre, de 53, dice que lo haría mucho más adelante, ya que quiere ver qué ocurre con los primeros. “Mis papás se informan por la tele, pero también se guían de lo que dice el resto. No sé de dónde viene esa desconfianza”, dice Azzarelli, quien es fonoaudióloga y actualmente trabaja en un jardín infantil en Providencia.
Como su madre, existen otras personas que aún dudan de la seguridad que tienen los procesos de vacunación que actualmente ejecuta el gobierno y que tiene a Chile dentro de los 10 países con mejor tasas de vacunación en el mundo con, hasta la fecha, más de 1.500.000 personas.
Desde el Ministerio de Salud, Jeannette Dabanch, presidenta del Comité Asesor de Vacunas e Inmunizaciones (Cavei), asegura que siempre ha sido una preocupación que exista un porcentaje de población que no quiera vacunarse. Sin embargo, advierte que, según sus evaluaciones, este porcentaje debiera ser bajo: “Una de nuestras tareas es lograr adherencia a las vacunas. Publicamos recomendaciones en el Minsal respecto de las reticencias que pueda tener la población”, dice la doctora. Enfatiza que siempre será un tema continuo para estos procesos educar a las personas y señala que si bien pueden estar informadas, tal vez “no están educadas por el bien común”.
El infectólogo jefe del Departamento de Enfermedades Infecciosas del Adulto de la Universidad Católica, Jaime Labarca, sostiene que la calidad de las vacunas aprobadas por el Instituto de Salud Pública (ISP) está garantizada por procedimientos regulares de evaluación: “Tras las primeras investigaciones sobre el virus se realizan estudios clínicos, que son la Fase 1 y 2. En ambas se evalúa la seguridad y que nadie presente efectos adversos. La segunda evalúa un número más grande de personas y permite probar distintas dosis para ver su efecto. La Fase 3 permite establecer el modelo para aplicar la vacuna, ver qué dosis es más conveniente y a un grupo se le administra un placebo y al otro la vacuna”, aclara el infectólogo.
Labarca agrega que los informes en estas fases son revisados por un Comité Independiente de Datos y, una vez que están listos los análisis, se dan a conocer los resultados. En el caso del Covid-19, explica que el desarrollo y aprobación de las vacunas ocurrió en un tiempo récord por estudios en virus anteriores de coronavirus: “Los estudios preclínicos estaban avanzados por un brote Sars del año 2002, por lo que se realizó investigación a partir de ese hecho y la Fase 1 y 2 fueron fusionadas. Se vacunó, se vio si producían anticuerpos y, al ver que no tenían efectos adversos a las seis semanas, se pasó a la Fase 3”, dice el doctor de la UC.
Es por ello que el infectólogo invita a confiar en la vacuna, pues su rapidez no afectó la calidad de producción. También explica que esperar años para vacunarse podría significar un lento avance de la inmunidad al virus en la población: “Cualquier vida perdida va a ser un dolor para las familias. Si no logramos que el 80% esté vacunado, seguirá circulando el virus y no podremos salir del momento en que estamos trabados. Al final, la generosidad de vacunarme significa no ser una carga para mi familia y el sistema de salud”, acentúa.
Un canal poco fiable
Daisy Martinez (36) no supo qué hacer cuando su madre (65) le mostró videos que le explicaban que no debía vacunarse. Su fuente era Facebook. “No se informa mucho por fuentes oficiales. Yo intento convencerla para vacunarse, porque que ella se contagie puede significar que se contagien mis hijos. El de dos años tiene solo un riñón, y el médico no supo explicarme las consecuencias que tendría su contagio”, dice preocupada.
La principal razón de su madre para negarse a la vacuna está en un video en el que, supuestamente, una persona, tras vacunarse, se contagió del virus y falleció. Su madre dice tener mucho miedo de las reacciones que podría provocar la vacuna. Sin embargo, está inquieta por el coronavirus. “Está consciente de la pandemia. Todos le decimos que tiene que hacerlo, excepto mi hermana, que le dice que es su opción no vacunarse. Mi mamá es muy influenciable”, reconoce Daisy, quien vive junto a su madre en la comuna de Talca.
La docente de fact checking de la Universidad Católica y Diego Portales, Valentina de Marval, explica que gran parte del problema está en la alta circulación de información en la red, que deriva en que las noticias falsas no puedan ser distinguidas de las reales: “Discursos como el de que las vacunas hacen mal se han repetido tanto y circulan en tantos lugares que no las diferenciamos de fuentes válidas de información. Se terminan instalando por repetición o comodidad”, dice la experta.
Solange Arriagada (24) es testigo de ello. Su padre, de 62 años, planea no vacunarse hasta que haya pasado un año desde la primera inoculación. “Él toma casos puntuales de personas que han tenido complicaciones por las vacunas y se afirma de ellas para dudar. No es que no se informe. De hecho, lee harto sobre el tema, pero siempre busca lo que le conviene para su punto. Es muy sesgada su información”, dice angustiada.
Estudiante de Bioquímica de la Universidad de Concepción, Solange dice que no ha sido fácil convencer a su padre, pese a que se maneja en el tema y que intenta darle explicaciones lógicas de los casos que él le presenta. Reconoce su angustia y explica la relevancia que tiene para ella que se vacune: “Me da miedo que se enferme y yo no pueda hacer nada. Si antes lo veía una vez a la semana, yo creo que cuando comience marzo y tenga que ir a la universidad voy a tener que verlo mucho menos. Me daría miedo contagiarlo”, dice.
Un problema que reconoce el experto en noticias falsas e información, Enrique Núñez, es que muchas veces se genera un círculo a través del cual nos nutrimos: “El uso de redes sociales hace que yo empiece a encontrar una comunidad de personas con mi mismo círculo de creencias en la que me siento cómodo y se me hace difícil salir de ahí”.
Macarena Rojas, bióloga y periodista científica, señala que el problema está en no cuestionar la información a través de la cual nos informamos: “Tenemos que ser críticos con la información de redes sociales. Cuando veamos una noticia que nos llega por ese canal que apela a nosotros, que nos produce alguna emoción, debemos dudar, ir a Google y ver de dónde proviene. La desinformación siempre ha existido, pero el problema es que ahora estamos hablando de la salud de las personas”, dice la experta.
Es por ello que casos como el de Ariela Azzarelli llaman la atención: es alguien con conocimiento del tema, que intenta apelar a sus padres con datos. Pero sin obtener respuestas: “Yo, como profesional de la salud, tengo que educarlos, prevenir lo peor. Siento que si estudias algo con salud, debes promocionar este tipo de valores”, dice.
“Mi mamá no usa redes sociales, pero tiene una desconfianza generalizada por la forma en que el gobierno trató al principio tan mal el tema del coronavirus. Yo le explico que debe ver las noticias, que debe ver que hay gente grave”, explica Azzarelli.
Una desconfianza política
Según la encuesta de Activa Research de la primera quincena de febrero, un 17,7% de la población no estaría dispuesta a vacunarse. En ese grupo el estudio realiza un apartado dependiendo de la opinión que tienen sobre el gobierno. Ahí se estima que sólo un 45% de sus opositores estaría dispuesto a vacunarse, mientras que en sus partidarios este porcentaje se elevaría al 77%.
Uno de estos casos es el de la madre de Marcela Benito (22), quien semanas atrás le dijo no estar dispuesta a inocularse. No confía en el proceso de certificación que vivieron las vacunas aprobadas por el ISP. Es por ello que su madre (50) ha volcado su confianza en una vacuna que aún está en desarrollo en Cuba. Pero que, por lo mismo, sigue en fase de estudio: “Hay un factor ideológico. Acá en la casa somos todos de izquierda y no es fácil confiar en las que trae el gobierno”, dice Marcela Benito, quien sí va a vacunarse con la CoronaVac.
La economista con un máster en Políticas Sociales de la London School of Economics, Carolina Velasco, advierte que la baja aprobación en los gobiernos es algo universal y que no ocurre solo en Chile: “Hoy hay mucho menos confianza en las instituciones, en los partidos y gobiernos”, dice la experta, quien no se atreve a establecer una correlación entre la baja aprobación de los gobiernos y el miedo a vacunarse.
En el caso chileno, Velasco señala que en un comienzo el gobierno tuvo problemas para comunicar de forma coordinada los lineamientos para la pandemia. Pero que a mediados de año logró alinear a la población, lo que ayudó a que muchos se “subieran al carro” del combate contra el virus.
Los padres de Ariela Azzarelli no se alinearon.
El 4 de febrero, mientras veía el matinal por el televisor, se enteró de que muchas personas del área de la salud estaban vacunándose. Llamó a un teléfono de consulta para preguntar cómo podría hacerlo ella y le explicaron que solo necesitaba un registro de la Superintendencia de Salud y su cédula de identidad. Salió sin avisar que iba a vacunarse, por temor a que le impidieran hacerlo. Caminó cerca de 10 minutos hasta su Cesfam más cercano y, en poco tiempo, ya estaba vacunada.
Una vez en casa su madre le preguntó dónde estuvo, y ella le dijo la verdad: “Me fui a vacunar”. Su madre, sorprendida, cuestionó su decisión. “No sabemos qué va a pasar”, le dijo. Azzarelli, preocupada por la salud de su madre y su padre, asegura que respondió así: “Me da mucho más miedo contagiarme del virus y contagiar al resto que vacunarme. Me muero si los contagio a ustedes”.
El académico de la UC Enrique Núñez dice que la mejor forma de impactar en quienes dudan es que el resto se vacune, logrando un efecto disuasivo a su oposición. “Si yo veo que mis vecinos lo están haciendo, que mis amigos se están vacunando, ocurre un efecto de imitación de pares”, dice el investigador.
Eso es lo que hace que Azzarelli aún mantenga la esperanza:
“Si mi mamá ve que en dos meses están todos vacunados a su alrededor, probablemente lo hará”.
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