Piñera, ¿y ahora qué?: El tercer tiempo que irrumpió en La Moneda
El martes 12 de noviembre es catalogado por muchos en La Moneda como un punto de inflexión. Ese día, señalan, el Mandatario dio inicio a un nuevo periodo en su mandato. Con Blumel, Rubilar y Briones jugando en la primera línea, el Jefe de Estado tiene como principal objetivo cuidar el acuerdo constitucional.
El Presidente Sebastián Piñera escribió el discurso a mano. Se ocupó de su redacción durante la mañana del domingo 17 de noviembre, aún en su residencia en Las Condes. Ese día, a casi un mes de entrar en la peor crisis social desde el regreso a la democracia, le hablaría por décima vez a la ciudadanía. Esta vez, eso sí, había buenas razones: un par de días antes, en la madrugada del viernes 15, 10 partidos políticos y el diputado Gabriel Boric -a modo personal- firmaron el "Acuerdo por la paz social y una nueva Constitución". Un logro impensado para muchos.
No era un discurso cualquiera.
El Mandatario, después de repasar varias veces las palabras que había escrito, se trasladó hasta La Moneda y permaneció prácticamente todo el día en su oficina. Citó también a su equipo de asesores. Les pidió que transcribieran el discurso y que lo imprimieran. Cuando el reloj apuntaba las tres, el Presidente Piñera cruzó al ala nororiente de La Moneda y llegó hasta la oficina de la primera dama, Cecilia Morel, que ya había llegado a Palacio. Entonces le entregó el discurso impreso y le pidió que le hiciera todas las correcciones que estimara pertinentes.
Su alocución comenzó a las 21.25 y duró exactamente 17 minutos y 10 segundos. Incluyó frases como el "temor que afecta a tantas familias de no saber si van a poder llegar a fin de mes" y conceptos como la "fragilidad" a la que está expuesta la clase media, que fueron agregados por Cecilia Morel. Ella misma quiso abrazar al Presidente luego de que terminara el discurso, dando cuenta de que en estos días, ambos han trabajado estrechamente en la búsqueda de soluciones. Morel, cuentan en La Moneda, se ha convertido en un apoyo tanto emocional como político para el Mandatario. "Aquí todos tenemos que cambiar", se le escucha decir a la primera dama, al tiempo que se reúne con organizaciones sociales, con exministros. Prepara minutas y se las envía directamente al Presidente, convirtiéndose en una consejera del Mandatario.
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"Todos hemos cambiado"
Desde el inicio del estallido social, el viernes 18 de octubre, la familia Piñera Morel no lo ha pasado bien. El clan ya venía debilitado desde abril de este año, cuando Cristóbal y Sebastián, los hijos del Mandatario, se sumaron a la gira presidencial a China, recibiendo duras críticas por haber participado de una reunión con empresarios de ese país. Ocho meses después, cuando la crisis recién comenzaba, se filtró un audio de la primera dama. En él, Morel explicaba por qué se había adelantado el toque de queda, aseguraba que como gobierno estaban "sobrepasados" y hacía un llamado a compartir los privilegios. Por ese audio después ofrecería disculpas.
Y en el plano familiar, junto con el estallido de la crisis, han tenido que lidiar con la partida de su hijo Sebastián, quien partió con su familia a establecerse a Sydney.*
Con todo, la casa de los Piñera-Morel se ha convertido en un verdadero centro de reuniones. Ahí, Piñera ha sostenido diferentes bilaterales casi todos los fines de semana, como las que ya realizó con los ministerios de Hacienda y Trabajo, Ignacio Briones y María José Zaldívar, respectivamente. Además, llegan en forma permanente los amigos y parientes, preocupados por acompañarlos en momentos complejos.
Un martes decisivo
En su discurso del domingo 17, Piñera hizo eco de las palabras de su esposa. "Todos hemos cambiado", dijo. Para él, el cambio de verdad fue el martes 12 de noviembre. Ese día, el Presidente de Chile vivió un verdadero punto de inflexión, dando inicio así a una nueva etapa, a una administración completamente distinta a la que esperó para su segundo mandato. Abrió el tercer gobierno de Piñera.
"Baja, estamos con el subsecretario Ubilla", le dijo al teléfono el ministro del Interior, Gonzalo Blumel, a su par de la Segegob, Karla Rubilar. Eran las 19.30 horas del martes 12 y un centenar de mensajes llegaban a Palacio. No solo los reportes de Carabineros daban cuenta de una compleja situación de violencia, sino que diputados y alcaldes de Chile Vamos exigían respuestas ante el grave escenario.
Rubilar llegó a la oficina de Blumel, quien junto a Ubilla repasaban las regiones más comprometidas. Cuando ya eran pasadas las 20 horas, Blumel se comunicó telefónicamente con el Mandatario. "El Presidente viene de regreso", les dijo. En paralelo, el ministro de Defensa, Alberto Espina, se dirigía a La Moneda. Todo era un déjà vu del viernes 18 de octubre. Y aunque no lo sabían, los tres sospechaban que el Presidente quería decretar estado de emergencia.
Apenas llegó a La Moneda, se reunieron en su oficina. Piñera pidió el catastro de daños y planteó la idea de decretar estado de emergencia en las cinco regiones más afectadas. Sus palabras llevaron a que Espina se comunicara con el comandante en jefe del Ejército, Ricardo Martínez, pero fue Piñera quien habló con él.
El estado de emergencia estaba a un paso. Eso hasta que la ministra Rubilar tomó la palabra. "Presidente, usted tiene razón en que pasamos por una situación crítica, pero creo que el estado de emergencia generará más enfrentamientos", le habría planteado. En eso habló Blumel. El ministro del Interior le planteó que con militares en la calle, un eventual acuerdo político difícilmente vería la luz. Y con el aniversario de la muerte de Catrillanca en un par de días (el jueves 14), tenía una ventana de 48 horas para llegar a un entendimiento político. Piñera sacó las cuentas: la apuesta era arriesgada, pero decidió girar a cuenta de la política y anunciar, a través del silencio, que el juego estaba abierto. Estaba la posibilidad de dar un cauce institucional a la crisis o estaba la vía del caos.
Cinco días después, Piñera confirmaba la escena en su discurso: "Tuve que optar entre dos caminos muy difíciles. El camino de la fuerza, a través de decretar un nuevo estado de excepción constitucional, o el camino de la paz".
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Martes 12 de noviembre. Presidente Piñera acompañado del ministro Blumel y la vocera Karla Rubilar.[/caption]
Desde ese martes 12, en La Moneda no hay dos miradas. Las fuerzas políticas comenzaron a reordenarse, y el trío Blumel - Rubilar e Ignacio Briones pasó a estar en la primera línea, sobre todo después de que salió humo blanco en el acuerdo constitucional. El Presidente, aun cuando sigue intentando manejar cada detalle, ha ido cediendo cierto terreno al nuevo equipo. Piñera observa las jugadas de sus ministros, sin olvidar un segundo que quien decide a los jugadores y cuándo entran es él. Y así lo hace ver.
Con Blumel la relación ya es más estrecha: trabajó con él en su mandato anterior, y luego durante todo el tiempo que estuvo fuera del gobierno. Además de la capacidad política que ha ido desarrollando, Blumel cuenta con buenos aliados en el entorno presidencial. De hecho, comentan que Cecilia Morel fue clave en la decisión de Piñera de nombrarlo a él ministro del Interior en lugar de Felipe Ward. El caso de Karla Rubilar es más o menos parecido. Ella misma se declara "piñerista", aunque la vocera enfrenta un desafío: reforzar la relación que tiene con su expartido, RN. El caso de Briones es el más nuevo: aunque se conocen, hasta ahora no habían trabajado juntos. Briones fue una apuesta del Mandatario que ha logrado resultados que hace un mes sonaban casi imposibles de negociar ni con la derecha ni con la oposición. Con un estilo y una visión distinta a su antecesor, Felipe Larraín, el ministro Briones ha logrado convencer al Mandatario de tomar decisiones que "abran la billetera" y generar así medidas para la agenda social. No ha sido fácil: Piñera repite en forma constante que no quiere que "se quiebre la economía", pero ha ido aceptando las estrategias de Briones.
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Ministro de Hacienda, Ignacio Briones.[/caption]
En un plano menos vistoso, comentan en La Moneda que su jefa de gabinete, Magdalena Díaz, ha jugado un rol clave en esta crisis. Con su formación como trabajadora social, aconseja al Presidente, entra con él a las reuniones, articula acuerdos y le da su opinión aun en los temas más complejos. Un rol parecido han jugado el jefe de la Secom, Jorge Selume, y el jefe de prensa del Presidente, Juan José Bruna.
No es la misma suerte que corre el jefe de asesores del Segundo Piso, Cristián Larroulet. Pese a que Piñera confía en él, en esta crisis, la más importante de su gobierno, ha optado por otra estrategia. Según comentan en Palacio, el diagnóstico de Larroulet y su equipo, en esta pasada no ha sido el correcto, por lo que las soluciones que le plantea tampoco han sido acogidas. De ahí que por estos días se le enfatice a Piñera la necesidad de reformar el Segundo Piso, argumentando visiones distintas y disciplinas diferentes que permitan "leer Chile" de manera más acertada.
Tercer periodo
En medio de las tensiones diarias que se viven en el gobierno -y teniendo como foco recuperar la normalidad del país-, hay bastante coincidencia en que el programa de aquí en adelante tiene un solo lema: cuidar el acuerdo político por una nueva Constitución. El Presidente tiene conciencia de la fragilidad que este envuelve -aun cuando lleva la firma de la mayoría de los partidos-, pues hay una serie de puntos que quedaron pendientes para la negociación que comienza ahora en la comisión técnica. "Si alguien cree que el Presidente piensa que con esto está asegurado, no es así", dice un cercano al Mandatario, quien acota que la estabilidad de los dos añosa que quedan de su gobierno irán de la mano de los logros que ese acuerdo político vaya mostrando. Pero como el cauce constitucional no es lo único, La Moneda está consciente de que debe ir acompañado de una serie de medidas sociales que tengan como objetivo no solo mejorar la calidad de vida de las personas, sino salvaguardar la existencia del acuerdos constitucional. Misma misión cumplirá, dicen en Palacio, la agenda reactivadora de la economía y el plan de trabajo territorial que se intensificará en los próximos días.
En esta tarea, dicen en el oficialismo, juegan un papel relevante ministerios sectoriales, como el MOP, Salud, Desarrollo Social, Economía o Vivienda, entre otros. Todas las carteras están mandatadas a trabajar con la mayor rapidez posible y teniendo como principal objetivo incentivar la inversión pública. También es clave el trabajo de intendentes y alcaldes, que están a cargo de los programas locales. En este sentido, dicen en el oficialismo, la labor del subsecretario de Desarrollo Regional, Claudio Alvarado, será de vital importancia. Es él quien mantiene la relación directa con jefes regionales y ediles.
Por estos días, además, la ministra Rubilar defiende la necesidad de dialogar más con los alcaldes y es partidaria de respaldar cualquier consulta ciudadana que quieran realizar.
Piñera, en tanto, está de a poco retomando sus salidas a terreno. El miércoles 20 hizo un recorrido en helicóptero por la zona de Curauma, afectada por los incendios. El jueves 21 estuvo en la Fundación Las Rosas y no se descarta que realice algún viaje a región. Él mismo tiene ganas de hacerlo.
Pese a que se le ha visto más delgado, y evidentemente preocupado, comentan en el piñerismo que el acuerdo constitucional le trajo una especie de shock anímico: por un lado, supo que debía despedirse del programa que había diseñado incluso para ocho años, pero, por otro, encontró una razón para dar inicio a un tercer tiempo.
**La versión inicial de esta nota decía que Cristóbal Piñera también había partido al extranjero, información que fue corregida el lunes 25, a las 11.30 horas.
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