Cinco maneras de llegar a La Moneda: los datos que explican el triunfo de los candidatos en las segundas vueltas previas
Algunos ganaron por márgenes muy amplios. Otros, por diferencias más estrechas, aunque en todos los casos fueron distancias claras. ¿Pero qué números son los que permiten entender las victorias en cada caso? Aquí los revisamos, elección por elección.
Ya es una institución por sí misma en el sistema electoral chileno. Consignada como mecanismo último de definición en la Constitución de 1980, en las primeras dos elecciones presidenciales tras el retorno a la democracia no fue necesario ocupar la segunda vuelta: el 55,17% de Patricio Aylwin en 1989 y el 57,98% de Eduardo Frei en 1993 -con 4.040.497 sufragios, récord que no ha sido superado por ningún candidato- hicieron que no fuera necesario ocupar la instancia, que se gatillaba cuando ninguno de los candidatos superaba la mitad más uno de los votos válidamente emitidos.
Pero en 1999 el escenario cambió. Con la primera vuelta más estrecha de la historia, y Ricardo Lagos y Joaquín Lavín separados por 31 mil votos y menos de medio punto porcentual -47,96% contra 47,51%-, fue necesario el estreno del balotaje. Desde ese momento, nunca más hubo un candidato que se impusiera en primera vuelta. La de este domingo es la sexta elección consecutiva en que hay segunda vuelta, y la tercera que se hace con el mecanismo de inscripción automática y voto voluntario: en las tres primeras sólo podían participar quienes ya estuvieran inscritos de antemano, y no había un período de inscripción entre ambas vueltas.
Otra cosa que cambió fueron las fechas. Antes, las segundas vueltas eran a mediados de enero; desde 2013, la elección se realiza el tercer fin de semana de diciembre. Lo que no ha variado es la distancia respecto de la primera vuelta, dado que el balotaje se ha realizado siempre, invariablemente, cuatro semanas después de esa elección.
¿Pero cómo fueron los movimientos de votos y las razones por las que los candidatos ganaron y perdieron en los balotajes? La Tercera PM comparó los datos de los comicios anteriores que tiene el Servel, y este es el análisis estadístico de los bolsones de votos y factores más relevantes que decantaron la balanza en cada caso.
Lagos-Lavín 2000: evitar la fuga de votos y el “factor PC”
Hasta hoy sigue siendo el balotaje más disputado, y la referencia que se viene de forma inmediata a la cabeza al hablar de segundas vueltas. La distancia entre Ricardo Lagos y Joaquín Lavín en primera vuelta fue de menos de un voto por mesa, y, a diferencia de lo que ocurre hoy con el voto voluntario, no había mucho más donde sumar: había participado cerca del 90% del padrón habilitado de inscritos, y de los otros cuatro candidatos en contienda -Gladys Marín, Arturo Frei Bolívar, Sara Larraín y Tomás Hirsch- sólo la líder del Partido Comunista tenía una votación relativamente considerable, con 225.224 sufragios, el 3,19%. Todos los demás tenían 0,5% o menos.
Las miradas estaban puestas en lo que hiciera el PC. Y éste llegó a una fórmula particular: decidieron no apoyar formalmente a Lagos, pero declarando que entenderían a quien votara por él, un modelo que permitía mantener la distancia con el candidato socialista, que a su vez buscaba cerrar posibilidades de fuga de votos por el centro poniendo como su generalísima a la DC Soledad Alvear.
Al final, hubo 123 mil votantes más en el balotaje. Lagos aumentó en casi 300 mil sufragios, y Lavín en 143 mil. Con esto, la diferencia entre ambos quedó en 188 mil votos, 2,62 puntos porcentuales a favor de Lagos.
Bachelet-Piñera 2006: el inicio de la “votación cruzada”
Sólo 17 mil sufragios más hubo entre la primera y la segunda vuelta de 2005 y 2006. Y en la primera parte, Sebastián Piñera y Joaquín Lavín sumaron entre ambos 3.376.302 sufragios, el 48,64%. Por su parte, Bachelet y Tomás Hirsch, el abanderado de Juntos Podemos Más, sumaban el 51,34%.
Pero en la segunda vuelta hubo un fenómeno que se empezaría a dar con más frecuencia: una pequeña cantidad de los sufragios de Lavín -según diferentes análisis realizados, en particular mujeres de zonas urbanas- respaldó a la candidata de la Concertación. Eso le permitió a Bachelet llegar al 53,50% en el balotaje y aventajar a Piñera por siete puntos, equivalente a poco más de 480 mil sufragios.
Piñera-Frei 2010: el “factor ME-O” que decantó la balanza
En 2010 pasó algo casi exactamente al revés de 2006: entre primera y segunda vuelta hubo 19 mil votos menos. En la última elección hecha con el sistema antiguo de votaciones, que establecía inscripción opcional y luego obligatoriedad del voto, la sorpresa fue la irrupción en primera vuelta de Marco Enríquez-Ominami, quien se convirtió en el candidato por fuera de las coaliciones principales más exitoso hasta ese momento, con 1.405.124 votos y el 20,14% de los sufragios.
Estaba la tentación de hacer una suma lineal: Eduardo Frei Ruiz-Tagle, ME-O y Jorge Arrate sumaban entre los tres el 55,94% de los sufragios. Sin embargo, los estudios apuntaban a que cerca de un tercio de los votantes del entonces diputado evaluaban la opción de respaldar a Piñera. Y el propio Enríquez-Ominami mantuvo en suspenso hasta pocos días antes de la elección si respaldaría a uno de los dos aspirantes, exigiendo, entre otros puntos, que la Concertación apoyara en el Congreso la inscripción automática y voto voluntario.
Con un respaldo “al candidato del 29%” que vino en la última semana de la carrera y sin nombrar a Frei, Piñera logró sumar casi 520 mil sufragios entre vuelta y vuelta, e imponerse a Frei por 3,22 puntos porcentuales. La distancia de 224 mil sufragios fue similar a la obtenida por Lagos frente a Lavín.
Bachelet-Matthei 2013: un balotaje que rompió tendencias
La segunda vuelta de 2013 es la más difícil de analizar de todas, porque quebró todos los antecedentes que existían hasta ese momento de comportamiento electoral. No por el resultado: durante toda la campaña fue bastante predecible que Michelle Bachelet ganaría los comicios, e incluso se miró con cierta sorpresa que no triunfara en primera vuelta (obtuvo 3.075.839 votos, el 46,70%).
Pero frente a una derecha que presentó a Evelyn Matthei tras la renuncia de Pablo Longueira por motivos de salud, la percepción era que el balotaje era más bien un trámite. Eso se reflejó en que, en una situación inédita y que no se ha vuelto a repetir, la participación se desplomó en más de un millón de sufragios: 6.699.011 en la primera vuelta y 5.697.751 en la segunda. Algo que en esta ocasión no significaba ninguna penalidad, porque era el estreno del voto voluntario.
Bachelet sumó de todas formas casi 400 mil votos entre ambos comicios, alcanzando 3.470.379, y ganó por el margen más amplio de todos los balotajes: 62,17% versus 37,83%, casi 25 puntos.
Piñera-Guillier 2017: la elección que expandió los votantes de la derecha
A primera vista, los números mostraban una pista más compleja para Sebastián Piñera de cara a la segunda vuelta de 2017. Había obtenido el 36,64% de los votos, e incluso si se sumaban sus sufragios con los de José Antonio Kast, el único de los otros siete candidatos que se ubicaba en la derecha, no alcanzaban los tres millones de preferencias (2.941.915 votos, el 46,57% del total).
Sin embargo, el balotaje terminó consagrando un escenario totalmente distinto. Piñera logró 3.796.918 sufragios, la mayor cantidad de la historia para un candidato de su sector, y aventajó a Alejandro Guillier por un cómodo margen de más de nueve puntos porcentuales (54,57% versus 45,43%).
¿Qué pasó? La segunda vuelta tuvo 320 mil sufragios emitidos más que la primera (6.703.327 contra 7.032.878), y se vio un aumento de participación grande en la zona sur del país, donde Piñera terminó sacando cerca de 400 mil votos de ventaja gracias a una diferencia de 15 puntos con Guillier. Además, otro bastión que ayudó a construir la diferencia final de 636.290 votos fueron las comunas de Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea, donde Piñera aventajó a Guillier por 185 mil sufragios.
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