De universitario a Presidente: recuerdos del estudiante Gabriel Boric

Boric Fech

Entre excompañeros y exprofesores que compartieron con el futuro Presidente de Chile, ocho testimonios dan cuenta de su época estudiantil, esa adentro de las aulas, donde se le recuerda como un gran lector e imperturbable a los días de frío.


Dicen quienes lo conocen de su época universitaria, que Gabriel Boric (35) es un buen jugador de fútbol amateur. Un volante central que se maneja en el puesto. Uno encarador. “Como en la política”, comparan.

Los dotes en la cancha los exhibió durante buena parte de su paso por la U. de Chile. Primero, por la Escuela de Derecho entre los años 2004 y 2009, año en que egresó sin titularse; y luego por la dirigencia universitaria entre 2009 y 2012, cuando tuvo los cargos de presidente del Centro de Estudiantes de Derecho, senador universitario y presidente de la Fech. Pero no se quedó ahí, porque en paralelo fue uno de los fundadores del Dínamo Zanjón, equipo que por Macul y La Reina enfrenta rivales hasta hoy. Boric, eso sí, ya no es universitario y su norte es la Presidencia del país, por lo que no juega tan seguido.

“Una vez estábamos jugando y la UC tenía un partido de Copa Libertadores. Cuando salía la pelota, Gabriel prendía una radio, porque para algunas cosas es enchapado a la antigua, y oía cómo iba su otro equipo”, rememora Francisco Narváez, compañero de generación de Boric y miembro del Dínamo.

Dínamo Zanjón
Boric (el tercero de izquierda a derecha, arriba) en una de las pichangas con el Dínamo Zanjón.

El fútbol, eso sí, no es la única pasión que siguió cosechando en los pasillos de la Chile el puntarenense. De libros y poesía también supo.

Era un gran lector, andaba siempre con un libro en la mano y los comentaba todos”, recuerda Álvaro Fuentealba, uno de los primeros profesores de Boric. Le hizo Introducción al Derecho I y II y asegura que su exalumno tenía una capacidad de lectura “muy superior a los demás”.

En efecto, los libros siempre acompañaron al futuro Presidente. Todos los aquí entrevistados lo mencionan casi como un mantra. “Siempre los tenía”, dice Pía Slanzi, compañera de generación. “Era clásico verlo con un libro en la mano”, concuerda Karen Arévalo, otra de las estudiantes que ingresó en 2004 a la Casa de Bello. Otros compañeros añaden que el gusto era tal que incluso ahondó en la poesía.

Puertas adentro

Tenía una oratoria increíble”, señala Slanzi, quien asevera que Boric se codeaba con personas más grandes con facilidad. “Tenía una capacidad de análisis, de entregar sus ideas con un nivel de compromiso, citando muchos autores”, acota. Y cierra este punto: “Éramos unos pendejos, pero él tenía una capacidad para darse a entender que denotaba más edad, mayores condiciones y capacidades que el resto, sobresalía de una manera muy notoria”.

Otra compañera expone que “Gabriel era inusualmente mateo”, con intereses en historia, filosofía y otros ramos que no tenían que ver exclusivamente con Derecho. Agrega que le iba bien, que tenía notas bastante buenas y que era ayudante de profesores destacados por su rigurosidad, como José Zalaquett.

En ese sentido, Francisco Narváez detalla que el frenteamplista “siempre fue una persona muy inquieta intelectualmente”, y revela que en Derecho también le gustaba tratar de comprender las instituciones dentro de un marco histórico y económico. “Siempre fue muy crítico en ese punto, muy participativo para formular preguntas a los profesores y cuestionarlos”.

Karen Arévalo, en tanto, cuenta que en el ‘Mato Grosso’, que es como se conoce en la Escuela de Derecho a un sector del patio, era “típico verlo conversar de algún tema contingente, de política o algún filósofo”. Ahí era costumbre que lo acompañara Javier Velasco, uno de sus más cercanos hasta hoy. Arévalo, además, tiene marcado que Boric era bueno para interpelar a los profesores. “No daba nada por sentado, quería entender el por qué y los razonamientos”. A pesar de esto, acota, siempre fue colaborativo y “respetaba mucho lo que el resto pudiese decir, era flexible con algunas situaciones y eso ayudaba mucho a que fuera bien fácil hacer trabajos con él”.

Asimismo, María Elena Espinosa, otra de las cogeneracionales a Boric, lo recuerda como un estudiante “muy participativo en clases y hablando siempre con coraje, sensible, atento y cercano”. A ella, rememora, le tocó coincidir en una asignatura muy de cerca: la de Derechos Humanos. “Ahí terminó siendo ayudante, tenía mucha pasión por ese tema, siempre queriendo profundizar”.

“Él era bastante participativo”, acota el profesor Fuentealba, quien cuenta que desde el primer año vio al magallánico con mucha inquietud social y política. El académico, además, se da un espacio para las anécdotas: “Hablo alemán, me gusta la pronunciación correcta y una vez pregunté quién había sido Franz Ferdinand y nadie habló. Cuando dije ‘¿pero cómo?’, él respondió ‘oiga, ese es Francisco Fernando, no Ferdinand”.

Pero todo esto no lo hizo dejar de lado el espacio para el relajo. “Era uno más”, añade Arévalo, quien cuenta que como el barrio Bellavista está ahí mismo, era común ir a algún bar o a alguna casa, así como moverse al barrio Suecia o a las cercanías del metro Baquedano. “Tomábamos una cervecita, comíamos un sanguchito o una chorrillana. Siendo parte de la política, nunca se alejó del grupo”.

El carácter y la toma

Hay ciertas historias que, según los excompañeros de Boric, reflejan su personalidad.

Una de ellas es la toma de la facultad que encabezó en 2009 junto a Branislav Marelic y Sebastián Aylwin, y que duró 44 días. Esta tuvo un efecto de parteaguas entre alumnos y profesores, quienes terminaron tomando parte por el entonces decano, Roberto Nahum, y el movimiento estudiantil. Una de las cosas que destacaban, entonces, era el perfil “ético” de las demandas que se asociaban a la toma. “La facultad tenía muchas tomas y uno termina olvidándose de todas. Pero de esa no, porque tenía un tono muy ético, carecía de un contenido político partidista, y eso ya era bastante extraño”, recordó Davor Harasic, el decano que siguió tras la caída de Nahúm a La Tercera.

El abogado agrega ahora otro episodio a la memoria: “Cuando se tomaron la Escuela tuve la mala idea de mandarle pizzas, pero no me las recibió. Le pareció que tenían que tener independencia de cualquier profesor, cosa muy poco común en muchachos de esa edad”. El episodio fue duramente criticado por académicos de la época.

En otra ocasión, en clase de Derecho Comercial, el exdirigente estudiantil cuestionó al profesor porque, según quienes eran parte de ese ramo, la clase se hacía mayoritariamente leyendo un libro. Cuentan presentes de ese día que Boric le criticó que no “promoviera un pensamiento reflexivo crítico”, a lo que el profesor respondió que llevaba 20 años haciendo clases así. Boric le volvió a cuestionar que esa metodología era “desalentadora para estudiar” y que no estimulaba “la participación” y que por esa misma razón muy pocos alumnos asistían. El profesor terminó echándolo de la sala.

“Era un compañero bastante solidario”, dice Karen Arévalo, quien resume lo anterior con otra historia: “Una vez defendió a una compañera de un profesor que había sido un poco bruto”.

Presidente exalumno y excompañero

En invierno él estaba en polera cuando todos los demás con abrigo y hacía mucho frío”, detalla María Elena Espinosa, quien agrega que en esos espacios entre clases hablaba con Boric de cómics y música. “Tenía una inquietud muy artística”.

No es la única a la que le llamaba la atención el poco respeto al frío que tenía el magallánico. “Su vestimenta era algo característico”, cuenta Pía Slanzi, quien venía de Chuquicamata. “Él iba de short y polera en invierno, unas poleras añejosas, igual que los shorts, llenos de hoyos, con el pelo medio chascón. Su pinta era casi sacada de la época de los hippies revolucionarios”, expone.

Con ese mismo estilo en quinto año fue parte de una suerte de cimarra y junto a un grupo no menor de compañeros fueron a la Piojera a beber terremotos. Se supone que sería una salida de generación, pero no todos llegaron.

Pero, más allá de la vestimenta y los carretes, quienes compartieron con él hace apenas una década continúan un poco shockeados por el hecho de que el futuro Presidente sea alguien cercano. “Sigo sin creerlo”, revela el profesor Fuentealba, quien felicitó a Boric por WhatsApp, recibiendo respuesta. “Uno tiende a ver a la autoridad como muy lejana y ver a una persona que llegó de Magallanes a los 18 años y que ahora será jefe de Estado para mí es un poco abrumador, me imagino lo que será para él. Pero tiene experiencia en conducir grandes proyectos”.

Nos enorgullece”, dice Ennio Vivaldi, rector de dicha casa de estudios, que cuenta con una galería de 21 presidentes egresados. “En el caso de Gabriel, es una evidencia de cuán importante resulta que las y los estudiantes vivan en un ambiente académico en el cual haya espacio para que se sientan libres de expresarse políticamente y de cuestionar el statu quo”. Él, dice Vivaldi, “llegó a ser una voz relevante en la política chilena cuando todavía estudiaba”.

Harasic, en tanto, confiesa que intercambió mensajes con Boric tras vencer a Kast y que lloró “durante todo el discurso la noche del triunfo”. Y aporta que tenerlo como futuro Presidente “es una tremenda satisfacción”.

A los excompañeros tampoco les extraña el camino que tomó. “Desde que entró a la U se notó que él no iba a ser un abogado litigante o corporativo como la mayoría. Se notaba que su vida era la política, el dirigir, básicamente”, resume Pía Slanzi sobre un Boric que, si bien no se tituló como ella, pasó buena parte de su vida en las mismas salas. “En Derecho cuesta mucho titularse y no soy quién para cuestionar. Es fácil hablar de afuera, es un poco ser chaquetero”, dice.

Eso, de hecho, le da igual al exdecano Harasic, quien cierra con una reflexión: “La gente siempre piensa que el profesor influye sobre los alumnos, pero no se da cuenta, como en este caso, que muchas veces es al revés”.

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