El largo rodaje de la máquina de Jackson ante un Senado inhóspito
Aunque el ministro ha logrado montar una orgánica para el trabajo legislativo, apoyándose más en la subsecretaria Macarena Lobos y en el jefe de relaciones políticas de la Segpres, Nicolás Facuse (PS), su lazo con el Senado sigue siendo difícil. Una muestra de ello es que desde el 11 de marzo, Jackson solo ha intervenido una sola vez en la sala de la Cámara Alta, lugar al que acudió por última vez el 17 de mayo.
Con una “dedicatoria” especial terminó la sesión de la comisión mixta, conformada por diputados y senadores con el fin de acordar un mecanismo de intervención de las FF.AA. para proteger la infraestructura crítica.
En el encuentro, realizado el miércoles pasado, donde se aprobó una fórmula que faculta al Presidente de la República a disponer de militares para la seguridad interna, la senadora UDI Luz Ebensperger pidió la palabra tras la votación para “no bajarle el perfil” ni restarle “gravedad” al intento del ministro secretario general de la Presidencia (Segpres), Giorgio Jackson, quien sugirió frenar la iniciativa, bajo el argumento de que cualquier cambio a la actual Constitución corre el riesgo de ser una pérdida de tiempo si se aprueba la nueva Carta Fundamental.
El senador DC y presidente de la comisión mixta, Matías Walker, coincidió con las palabras de la gremialista y reiteró que el Senado no va a renunciar a su obligación de legislar hasta último día.
Al final, la propuesta se aprobó por siete votos a favor (desde el PPD a la UDI) y solo se abstuvo el diputado RD Jorge Brito. Si bien los legisladores socialistas se ausentaron (Leonardo Soto y Alfonso de Urresti), el texto también tenía la venia del PS.
El riesgo de que iniciativas parlamentarias comiencen a tomar vuelo propio sin el consentimiento de La Moneda, se transformó en un nuevo flanco para el ministro Jackson, quien es el encargado de tener el control de la agenda legislativa.
Otros dos ejemplos de esa autonomía parlamentaria son el ingreso de una moción del Frente Amplio para restringir la tenencia de armas (que se adelanta a la propuesta que hará el Ejecutivo) y la reforma de un grupo de senadores DC para bajar el quórum a eventuales modificaciones a la actual Constitución, que en la práctica es la primera jugada alternativa al trabajo de la Convención Constitucional.
Aunque el titular de la Segpres ha logrado montar una orgánica para el seguimiento de proyectos y ha bajado la beligerancia con las bancadas del PS y el PC, la máquina legislativa del gobierno aún sigue en rodaje.
El ministro, además, aún se encuentra en una fase de acomodo de relaciones con senadores y diputados, que suelen tener un trato rudo con quien sea el titular de la Segpres, sobre todo en sus primeros meses, con el fin de delimitar sus espacios de poder. De hecho, en esta etapa son comunes los apodos. “Alma en pena” lo llamaba, por ejemplo, el exsenador PS Camilo Escalona a Cristián Larroulet. “Baby Blumel” fue el apodo que le puso la diputada Pamela Jiles a Gonzalo Blumel, quien también recibía constantes críticas de la senadora Yasna Provoste. A José Antonio Viera-Gallo, por su parte, el exsenador Alejandro Navarro le decía que tenía “incontinencia negociadora”.
Por ahora, el ministro ha mantenido ocupado al Congreso al fijar 65 urgencias para apurar el trámite de algunos proyectos, en su mayoría mociones de legisladores o mensajes de gobiernos pasados. Sin embargo, en la elaboración de leyes propias se ha ido quedando atrás.
Con 12 mensajes (de los cuales 8 surgieron desde el Ministerio de Hacienda), la administración de Gabriel Boric es el tercer gobierno desde 1990 con menos iniciativas de facturación propia a la fecha, pues solo supera las cifras de Ricardo Lagos (4 mensajes) y de Sebastián Piñera en su segundo período (11).
A modo de comparación, al 13 de junio, Patricio Aylwin sumaba 44 proyectos; Eduardo Frei llevaba 25; Michelle Bachelet, en su primer mandato, contaba 17 y, en su segundo, 25; mientras que Piñera en su primera gestión acumulaba 25.
La factoría legislativa a media máquina del actual gobierno, en todo caso, tiene una razón. Existe una decisión estratégica de inhibirse a la espera del desenlace del proceso constituyente.
De hecho, ese fue el argumento que formuló Jackson, el pasado 18 de mayo, ante la comisión mixta de infraestructura crítica que funcionaba en la Cámara Alta, lo que generó el malestar transversal de un grupo de senadores y diputados.
Para algunos, esa frase marcó un antes y un después, especialmente en la relación del ministro con los senadores DC, quienes han ido girando hacia un rol más opositor.
“Hace mucho tiempo que no veo al ministro Jackson en el Senado”, comentó a La Tercera el senador Walker, quien junto a sus pares falangistas Ximena Rincón e Iván Flores, además del independiente PPD Pedro Araya, presentaron la reforma para bajar el quórum. Si bien la iniciativa era una respuesta a ciertos legisladores falangistas, que se han declarado a favor del Apruebo, también era un abierto desafío al ministro, quien señaló que había cosas del programa de gobierno que no se podrían ejecutar con la Constitución actual.
En general, la relación del titular de la Segpres ha sido más difícil con la Cámara Alta. Tal vez una muestra de ello es que desde el 11 de marzo, Jackson solo ha intervenido una sola vez en la sala del Senado y desde el 17 de mayo no ha vuelto a pisar el hemiciclo.
Los senadores socialistas fueron los primeros que se cruzaron con el ministro. Algunos de ellos como Alfonso de Urresti, Fidel Espinoza y Juan Luis Castro asumieron la voz crítica de la corporación ante el debate que se estaba dando en la Convención por el fin del Senado, tema que se le endosaba a Jackson por ser el representante del gobierno ante la instancia constituyente.
Esa irritación se vio agravada además por las gestiones que hizo Jackson para la presidencia del Senado con el RN Manuel José Ossandón, en circunstancias que los socialistas tenían un preacuerdo con la UDI y el PPD, para repartirse los años en la testera.
Sin embargo, superado el trance del fin del Senado y una vez elegido Álvaro Elizalde (PS) como presidente de la Cámara Alta, la tensión con los socialistas disminuyó. Un nexo importante en la recomposición de lazos fue el abogado y jefe de la División de Relaciones Políticas de la Segpres, Nicolás Facuse (PS). También ha sido clave el apoyo de Elizalde, de José Miguel Insulza (jefe de de bancada de los senadores socialistas) y del diputado Tomás de Rementería (subjefe del comité PS en la Cámara).
Otra bancada de senadores difícil para el titular de la Segpres ha sido la UDI. Hasta ahora es uno de los pocos comités con los que Jackson no se ha reunido.
Una muestra de ese trato complejo fue la broma que le lanzó el jefe de bancada gremialista, Iván Moreira, el pasado 4 de mayo. Ese día, el Senado aprobó la nominación del periodista Rodrigo Cid para el directorio de TVN. Si bien en la sala estaba la ministra secretaria general de Gobierno, Camila Vallejo, quien lideró las conversaciones para reunir los votos, Jackson ingresó al hemiciclo al final para felicitar a su compañera de gabinete. Moreira le espetó con mordacidad que “menos mal” que había llegado tarde, sino -a su juicio- el nombramiento no se habría aprobado, causando risas en la sala.
Para suplir este vacío con la derecha, un papel importante ha comenzado a ejercer la subsecretaria general de la Presidencia, Macarena Lobos, quien, por ejemplo, fue la encargada de negociar el proyecto de salario mínimo con los representantes opositores, entre ellos, el senador Juan Antonio Coloma (UDI).
En el pasado, Lobos fue asesora legislativa de senadores DC y PPD y desarrolló lazos con personeros de la derecha, donde admiten tenerle un respeto profesional.
Además de Lobos y Facuse, que se han transformado en pilares de la gestión de Jackson, el ministerio cuenta con un grupo de asesores que actúan como enlaces con las respectivas bancadas.
Este grupo, que depende de Facuse, lo coordina el abogado comunista Carlos Arrué y lo integran Sebastián García (PS), Miguel Ángel Vergara (PPD), Sofía Fuentes (enlace con Convergencia Social y Comunes), Francisca Oyarzún (RD), Guillermo Briceño (PC) y Luis Lindemann (DC), quien fue el último fichaje de la Segpres en una apuesta por mejorar la comunicación con la Falange.
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