Hugo Herrera, filósofo: “Tanto Atria como la derecha más extrema enturbian el debate y no permiten entendimientos”

hugo herrera

En su último libro, Hugo Herrera, filósofo y académico de la UDP, hace un amplio contrapunto al abogado constitucionalista Fernando Atria, líder del movimiento Fuerza Común. "Atria moraliza, la discusión política. Detrás de toda su propuesta de crítica al mercado, de su teoría de la deliberación, lo que hay es un intento de cambiar las conciencias de los individuos", asegura.


En los cinco capítulos de “Razón bruta revolucionaria. La propuesta política de Fernando Atria: Un caso de precariedad hermenéutica", su autor, Hugo Herrera, hace un amplio contrapunto al abogado constitucionalista Fernando Atria, líder del movimiento Fuerza Común.

A juicio de Herrera - académico de la UDP, dedicado a la filosofía del derecho- el razonamiento de Atria, planteado en su obra original “Razón bruta Revolucionaria”, fue la inspiración ideológica de las reformas sociales realizadas durante el gobierno de Michelle Bachelet y también de las marchas estudiantiles del 2011. Y en la última década ha definido parte importante del carácter del Frente Amplio.

En la mirada de Herrera, a través de su discurso anti mercado, Atria “tiene la gracia de haber actualizado el discurso de la izquierda manteniendo la dirección revolucionaria.”.

Pero advierte: “El planteamiento de Atria moraliza, la discusión política. Detrás de toda su propuesta de crítica al mercado, de su teoría de la deliberación. Lo que hay es un intento de cambiar las conciencias de los individuos”.

¿Cuáles puntos del pensamiento de Atria cree que permanecen con mayor fuerza en el debate constituyente?

Veo el riesgo de la propuesta o los defectos de la propuesta en dos puntos. No creo que sea adecuado desplazar completamente al mercado de áreas enteras de la vida social. El mercado es un factor de división del poder social, porque asegura que además de los recursos y el poder del Estado, la sociedad y los individuos cuentan con recursos propios. Así quien emplea y quien gobierna no coinciden necesariamente. Eso garantiza mayores esferas de libertad. Él con su propuesta va a entrar a desplazar completamente al mercado de ciertas áreas, en ese sentido creo que es inadecuada su propuesta.

¿Y el segundo punto?

La deliberación pública. Yo no creo que por sí sola provoca necesariamente la plenitud humana, yo creo que el debate público, todo lo que tiene lugar allí, nos libera de ciertos prejuicios, las opiniones claramente infundadas uno las puede someter a crítica cuando se les hace pública, pero es igualmente importante una dimensión privada de los individuos. La esfera pública me parece que también es un dispositivo que puede ser opresivo.

¿Por qué resultaría opresivo?

Porque es una esfera visual, de escrutinio, de crítica. Cuando nos exponemos al público, quedamos expuestos al reconocimiento del público, pero también al escarnio público. La esfera pública es también la esfera del ridículo. En la esfera pública posamos, tratamos de aparentar. La esfera pública tiene sus límites, no es simplemente yendo a la esfera pública y deliberando que vamos a alcanzar la plenitud humana. En la dimensión íntima o privada también ocurren experiencias de sentido, es fundamental resguardar tanto una dimensión pública fuerte como una dimensión privada fuerte. En este sentido, Atria no tiene en su teoría herramientas para atender a esa dimensión privada.

¿Cree que la propuesta es mejorable o finalmente descartable con respecto a la deliberación pública?

Hay que complementarla fundamentalmente. La deliberación pública tiene un aspecto emancipatorio y en eso yo estoy de acuerdo con él, pero creo que también tiene un aspecto opresivo que él no ve.

¿Cómo se debería complementar?, ¿con parte de la esfera privada?

Reconociendo que tenemos dos dimensiones, esto está en los seres humanos en el fondo. Somos de la cara hacia afuera y nos vestimos como vamos al mundo del trabajo, pero a la vez tenemos una esfera privada de la cara hacia adentro, nuestros pensamientos más íntimos. Toda esta esfera hay que reconocerla por un lado, y segundo, hay que brindarle recursos para que subsista, y por otra parte, reparar en que en la esfera pública se alcanza una parte de la plenitud, pero no la plenitud como él la entiende, no el reconocimiento radical de todos nuestros aspectos, sino de un solo aspecto. Tan importante como el aspecto público es el privado, uno podría decir que eso requiere que haya tanto mercado como Estado.

¿Cómo se podrían componer ambas esferas?

Un Estado que fomente en el ámbito público la deliberación pública, y controle a su vez al mercado para que no haya abusos. Por otro lado un mercado fuerte, que permita que haya división del poder entre el mercado, el Estado y que con ello haya una esfera privada robusta.

Usted decía a La Tercera, a propósito del libro Octubre Chile, que habían discursos que volvían difícil articular el malestar institucionalmente, entre los términos mencionó varios que uso con Atria. ¿En qué sentido se asimilan?

Yo creo que el planteamiento de Atria moraliza, la discusión política. Detrás de toda su propuesta de crítica al mercado, de su teoría de la deliberación, lo que hay es un intento de cambiar las conciencias de los individuos. En el mercado, habría un individuo eminentemente egoísta que se desentiende de su prójimo. Por eso el mercado como institución en el mundo de Caín, y en la deliberación pública, en cambio, nos acostumbramos a tener en cuenta al otro. O sea, nos volvemos generosos y por eso se produce el reconocimiento radical que al final permite el comunismo.

¿Y en la discusión constituyente?

Si vamos pensando que hay un ámbito moralmente malo que produce individuos moralmente malos, y hay otro ámbito moralmente bueno que produce individuos moralmente buenos, ¿qué flexibilidad vamos a tener al momento de pensar en construir un país en común? Si yo moralizo la discusión, y a un lado están los buenos, lo partidarios de la generosidad y de la deliberación pública, y al otro los malos, los egoístas, los partidarios del mercado y de la alienación humana, ¿qué posibilidad tengo de entenderme cuando hay que hacer una Constitución donde todos tienen que caber? Así como los economicistas no quieren ceder frente a sus reglas económicas abstractas, también el moralista no quiere ceder sus reglas morales abstractas porque se trata del bien y el mal.

¿Ninguno contribuye al proceso constituyente?

Los dos vuelven complejo el asunto por dos razones. Me parece que se necesita en la discusión entender a la política desde la política, porque cuando uno hace una Constitución tiene que ponerse en el lugar del otro, otro que puede ser un escéptico, puede ser alguien de izquierda o de derecha. Es una Constitución. No es un triunfo de un partido sobre otro.

¿Y Atria?

Desde la izquierda de Atria, por decirlo así, se cree que hay buenos y malos, quien cree que al mercado hay que desplazarlo completamente de áreas enteras de la vida social, idealmente de todas porque es un ámbito moralmente malo. Hay quien incluso cree que la posición del escéptico, o del que tiene dudas respecto de la soluciones que hay que adoptar, es inaceptable en la discusión. Tanto Atria como la posición de la derecha más extrema enturbian el debate y no permiten esos entendimientos que son necesarios con el que piensa distinto. Es necesario abrirse al que piensa distinto, al escéptico, al que cree que el mercado o un Estado más fuerte son necesarios.

Sacar al mercado de las dimensiones sociales mencionadas: salud, vivienda, seguridad social, ¿necesariamente llevarían a aquella plenitud comunista?

Lo que Atria hace es una división. Nosotros podemos estar en dos actitudes, en una actitud egoísta o en una actitud generosa, o sea, preocupado de los demás en general o preocupado sólo de nosotros mismos. ¿cómo producimos al individuo generoso? Atria cree que de dos maneras, por una parte, eliminando el mercado o desplazandolo radicalmente, eliminas un modo de interacción donde uno puede actuar de manera egoísta. Por otra parte, fortaleciendo la deliberación pública. Este ámbito es de disciplina social, porque en el ámbito público uno tiende a exponer opiniones que tengan a la vista el interés general. Ese es el disciplinamiento que produce la Asamblea.

¿Qué problemas tiene la Asamblea?

Tiene límites, en la Asamblea yo poso, yo aparento, estamos siempre exigiéndonos de no opinar barbaridades o cosas incorrectas. Entonces queda bien reconocida ahí nuestra dimensión pública, pero no la dimensión privada. Atria piensa que acostumbrándonos a deliberar públicamente y sin mercado, vamos a ir acostumbrándonos a pensar generosamente, y va a llegar un momento en que las instituciones, el mercado y el mismo Estado no van a ser necesarias, porque todos los individuos van a estar acostumbrados a pensar generosamente y ya no necesitarían cárceles, tribunales, violencia del Estado, porque todos van a actuar preocupados por los demás. Si alguien necesita algo, se lo vamos a dar, si nosotros necesitamos algo, nos lo van a dar pacíficamente. Eso es más o menos lo que tiene en mente.

¿Cómo se presenta el ideario de Atria al proceso constituyente entonces?

Él va a ir a la Asamblea o va a plantear una posición que busque desplazar al mercado y que busque asentar más firmemente la deliberación pública, pero él no cree que eso vaya a pasar mañana. Es como los comunistas en general, no creen que la revolución vaya a ser mañana, pero si piensan que paso a paso se puede ir avanzando hacia una revolución, y tengamos puros individuos totalmente generosos y ya no sean necesarias las instituciones. Yo pienso que eso es imposible. Individuos puramente generosos serían individuos totalmente sometidos a reglas generales y cada uno de nosotros tiene particularidades. En el largo plazo yo creo que es imposible la propuesta de Atria.

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