Ignacio Cano, experto en seguridad: “El descabezamiento de los grupos criminales aumenta la violencia”

Policía llevando a cabo una operación en una favela de Río de Janeiro. Foto: Archivo

Investigador del Laboratorio de Análisis de la Violencia de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, el sociólogo Ignacio Cano comenta las estrategias más y menos exitosas a la hora de intentar reducir los homicidios en Latinoamérica.


“¿Qué funciona para reducir homicidios en América Latina y el Caribe?”. En septiembre pasado, un informe de ese título fue publicado por el Laboratorio de Análisis de la Violencia, haciendo una evaluación de distintos programas y medidas tomadas por gobiernos de la región para lidiar con uno de los problemas más serios en seguridad. Entre las medidas más útiles, concluye el estudio, está la limitación al porte de armas. En el otro extremo, se señala que lo más contraproducente en estos casos es el “descabezamiento” de los grupos de crimen organizado.

En entrevista con La Tercera, el profesor de la Universidad del Estado de Río de Janeiro y miembro fundador del Laboratorio de Análisis de Violencia (LAV), de la misma casa de estudios, el sociólogo Ignacio Cano, profundiza alrededor del análisis hecho.

Ignacio Cano, profesor de la Universidad del Estado de Río de Janeiro y miembro fundador del Laboratorio de Análisis de Violencia (LAV) de la misma casa de estudios. Foto: Mario Téllez/La Tercera

En su estudio se ve una lista de las medidas que más y menos éxito tienen a la hora de luchar contra la violencia y reducir los homicidios. Las mejores, según muestra esta lista, son la limitación al porte de armas, la restricción en la venta de alcohol y el patrullaje en áreas específicas. ¿Por qué estas medidas son más exitosas que el resto, y dónde se ha visto esto?

Cada intervención tiene sus propias características y lo que el estudio ha hecho es ver en qué medida funcionan o no, no exactamente el mecanismo por el cual funcionan.

La restricción al porte de armas se ha aplicado en El Salvador y, sobre todo, en ciudades de Colombia, en Bogotá y Cali. La restricción de venta de alcohol se ha aplicado también en Colombia, como en Bogotá, y en Sao Paulo, en varios municipios del área metropolitana de Sao Paulo. Y el patrullaje en áreas específicas muy violentas es un proyecto, básicamente, de Río de Janeiro que se llama Unidad de Policías Pacificadoras.

Presos llevados a una cárcel en Ciudad Juárez, en México. Foto: Reuters

En su estudio han analizado distintas maneras en que, en varias ciudades de América Latina, se ha luchado contra los homicidios. Aun considerando que cada caso es particular, ¿qué lugares han tenido un éxito particularmente notorio en detener la violencia?

Hay ciudades que han conseguido reducir de manera importante la incidencia de homicidios. En las últimas décadas tenemos, por un lado, el caso de Bogotá, y en algunos momentos Cali, pero más sostenido Bogotá, y Sao Paulo también, que tenía tasas elevadas y en los últimos años tiene tasas casi europeas. Hay otros ejemplos, pero son menos consistentes.

Por ejemplo, Ciudad Juárez llegó a una tasa de 200 homicidios por cada 100 mil habitantes, elevadísima, y luego bajó, pero continúa a un nivel bastante alto. Entonces, no se considera un caso de éxito. Yo diría que los mayores éxitos, entre comillas, han sido Bogotá y Sao Paulo, pero no son éxitos vinculados a un programa determinado.

Nosotros en este estudio estamos evaluando, estamos revisando las evaluaciones de programas concretos. Y en ambas ciudades hay todavía muchas discusiones sobre qué fue lo que provocó esa reducción de la violencia. Pero yo diría que esos son dos casos clásicos.

Según el informe, literalmente la peor cosa que se puede hacer si se busca detener los homicidios es capturar al líder de un cartel o grupo de delito organizado. ¿Por qué? Y, siendo ese el caso, ¿qué se puede hacer en los lugares donde el narcotráfico y el crimen están respaldados por estructuras importantes?

El descabezamiento de los grupos criminales, que es una estrategia desarrollada en México, sobre todo en la época del gobierno de Felipe Calderón, aumentaba la violencia. Hay varios estudios que lo muestran, porque una vez que se eliminaba, se capturaba o se mataba al jefe local del tráfico, pues eso provocaba una disputa dentro del grupo y entre grupos para llenar ese vacío. Entonces, esos ataques a la cúpula de las organizaciones criminales generan instabilidad y, por tanto, violencia.

¿Qué se puede hacer? Yo creo que habría que intentar disminuir los niveles de violencia con los que operan los grupos criminales. Entonces, por ejemplo, en el caso acá de Río de Janeiro, lo que nosotros le propusimos al gobierno, que no nos hizo caso, pero lo que le propusimos es que priorizara la actuación policial justamente en las áreas donde se produjera un mayor número de homicidios, para mandar así una señal a los grupos criminales de que quien usara más violencia tendría más represión y, por tanto, un peor negocio. Y de que operar con menores niveles de violencia era más ventajoso.

Esta estrategia se encuadra en lo que se llama disuasión focalizada, es decir, que es intentar direccionar los recursos del Estado contra aquellos grupos que ejercen un mayor nivel de violencia y, con todo eso, inducir que los circuitos criminales operen por su parte también.

Miembros del Ejército ecuatoriano llevando a cabo chequeos en Durán. Foto: Reuters

Otra de las “medidas contraproducentes”, en contra de lo que se dice muchas veces, es el patrullaje del Ejército. ¿Por qué ocurre eso?

¿Por qué aumenta la violencia cuando se llama al Ejército? Bueno, en el caso mexicano está claro que el Ejército se dedicó al combate frontal contra los carteles de narcotráfico a tiro limpio y, como decíamos antes, eso acabó provocando inestabilidad y más violencia.

De hecho, la tasa de homicidios de México se multiplicó por tres en poquísimo tiempo como consecuencia de esta estrategia de militarización y combate frontal al narcotráfico con base en operaciones militares. Hay otro estudio sobre Colombia, que es un patrullaje militar en algunas zonas de la ciudad, que también está asociado, de alguna manera, a un incremento de la violencia. En este caso el mecanismo no está tan claro, pero podemos imaginar que la presencia del Ejército endurece el combate y también endurece a la contraparte, es decir, a los grupos criminales.

Todo se arma más, se prepara más para el combate y eso puede acabar intensificando la violencia.

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