La noche de Kast: Postales íntimas de una derrota veloz
En menos de media hora el cuartel general del candidato Republicano padeció los rigores de una derrota que terminó siendo la segunda menos estrecha de la historia de los balotajes en democracia: 971.024 votos de distancia. En la casona de Presidente Errázuriz, entre pulseras VIP, un calor implacable, carritos de hamburguesas y diputados electos que reconocían prematuramente la debacle, se vivió intensamente.
Hay un camión estacionado afuera. Entremedio de los móviles con antenas de los canales de televisión, vehículos de producción, nidos de cables y vallas papales, ahí está la versión 2021 del clásico camión con el escenario desmontado y listo para ser montado cuando las cosas se den. Pero que cuando no se dan, se queda desmontado.
Son las 17:10. José Antonio Kast está todavía en Paine esperando al cierre de mesas para venir a su comando de calle Presidente Errázuriz, en Las Condes. Ahí sus asesores dicen que el escenario lo van a armar cualquiera sea el desenlace, “para bien y para mal”. Que alrededor de las 20 horas eso estará en curso. El candidato, dice su gente, tiene pensado emprender el viaje tipo 18:30, media hora después del cierre de mesas y cuando el conteo vaya a toda velocidad.
Pero todavía falta un rato para el final. Por mientras, la amplia casona está ornamentada festivamente. La sección trasera abierta al aire libre está dividida en tres áreas. En una se ha cerrado un espacio con cuatro corridas de cinco sillas cubiertas de negro, para que los amigos del comando se sienten a ver el conteo de votos por TV en una pantalla gigante. La prensa no puede pasar ahí; está cerrada con telas blancas y un guardia.
La segunda es el patio grande de atrás, antes el estacionamiento; ahora es una terraza encarpada en con seis mesas grandes enmanteladas de blanco con sillas negras y otras cinco mesas altas con pisos. Hay un carro amarillo que ofrece hamburguesas, muffins, latas de bebida y agua mineral. Al fondo, cuatro amplias pantallas LCD con la señal en vivo de distintos canales TV. Al lado de este espacio, detrás de una arcada, hay otro dispuesto para los puntos de prensa, con la gráfica de “Atrévete” en gran formato de fondo.
Uno de sus costados tiene una muralla falsa de tela blanca. No se ve, pero tras ella hay un pasillo que lleva a un área oculta para las visitas. Más tarde se entenderá por qué.
Color esperanza
En vez de credenciales colgadas al cuello, todo el mundo circula con una pulsera de papel como esas que se usaban como entrada a las fiestas, pero ésta dice #LaFiestadeChile y el logo de campaña de Kast. La prensa tiene unas azules, parte del personal del comando unas cafés y los invitados VIP que llegarán más tarde, como Paula Daza, andan con unas negras que dicen VIP, aunque ella comentará después que no le ha tocado nada tan VIP.
El calor es horrendo y se suda. Algunos se acercan a un ventilador con forma de cubo y con la mascarilla puesta, aunque pululan varios que no la usan, sobre todo los locales. La doctora Paula Daza -cuyo fichaje criticaron en su día por redes los kastistas enemigos del Pase de Movilidad- todavía no llega.
En las mesas hay partidarios de Kast y prensa que mastica y bebe agua o bebida del carrito amarillo. Algunos fuman. Hay varios guardias de seguridad y algún carabinero de uniforme. Algunos locales dicen estar animados.
Macarena Santelices, una de las voceras de Kast que en su día criticó primero blanda y después duramente a Sebastián Sichel por lo del petitorio de condiciones para apoyar a Kast, camina junto con otra vocera, la constituyente Ruth Hurtado. Hurtado anda de negro y Santelices con un vestido de vivo amarillo con aplicaciones que parece mexicano. El amarillo es por la esperanza, explica ella.
Rojo Edwards, el único senador electo, anda con polera, pero ya luego se la cambiará por una camisa.
Algo así se ve tipo 17:30. Como falta media hora aún para el cierre de las mesas, no hay mucho que hacer -tampoco se ve demasiada emoción- y se prepara una vocería.
La hace Hurtado, el audio sale por un parlante con forma de chimenea Bosca. En unos seis minutos se refiere tres veces a Boric como “el candidato del Partido Comunista” o “el candidato comunista” para pedirle que “deje de levantar este presunto boicot”, por lo de la falta de micros, y dice que ya está todo aclarado, que hay una app para conocer el recorrido, que las familias están yendo a votar en sus autos y que la ministra Hutt ya habló. Después dice que “esperamos tener una muy buena votación, estamos muy esperanzados” y que “esperamos elijan bien”.
En el comando y entre sus visitas comentan que les llama la atención que el comando de Boric critique tanto al gobierno por la falta de micros, “para qué se ponen nerviosos si creen que van ganando”. Al filo de las 18 llega Daza con Evelyn Matthei. También aparecen miembros UDI, como el exalcalde de Colina Mario Olavarría, que ahora es delegado provincial; le quedan dos meses y algo.
Pasadas las 18 están todos pendientes del conteo que reportan los canales en vivo desde las mesas, que se va por un tubo. Hay harta gente y entremedio pasa cargando packs de botellas de agua Julio Feres, el ingeniero comercial muy amigo de Kast desde sus tiempos en la UC, y que ahí está en otra faceta de gerente de la campaña, que es el término que usan, más que jefe de campaña; a cargo de lo operativo y no de lo político o estratégico.
Tipo 18:20 Rojo Edwards ya está en camisa de vuelta en el patio. “¿Cómo lo ves?”, le preguntan; responde con el pulgar hacia arriba.
Matthei y Daza terminan como a las 18:28 el segundo punto de prensa de la tarde mientras sigue el conteo por la tele. “Tranquilas” responden ante la típica consulta de si lo están o si figuran ansiosas o nerviosas. ¿Dónde están las esperanzas? “Estamos esperando que se cuente todo”, responden.
Resultado no estrecho
Minutos antes las pantallas de la terraza del carrito amarillo disparan los GC “pelea voto a voto en todo Chile”. TVN lleva 2.409 votos, de los que Boric tiene 1.363, y Kast, 1.046. En el encarpado VIP ya hay invitados sentados mirando la señal de Mega. Alguien se acuerda de la tesis del “resultado estrecho”.
Al filo de las 18:30 Kast, su esposa, Pía Adriasola, y su brazo derecho, Cristián Valenzuela, salen de Paine escuchando la señal de Radio Biobío, que no para de cantar con esa música de fondo de suspenso resultados de mesas en todas partes. En Lonquimay parte Kast arriba; en Coronel, Boric.
Seis minutos después se escuchan ruidosos aplausos y hurras al candidato desde el encarpado VIP ante un conteo muy preliminar con el 0,35% de las mesas solo en Chile, que le da a Kast 51,94% y a Boric 48,06%. Entre los dos suman poco menos de 19 mil votos. Será el único momento de alegría y celebración.
A las 18:41 se acerca al carrito amarillo Javier Leturia Mermod, uno de los fundadores de la UDI que se fue hace años con Kast al planeta republicano. Todavía fuma. Para entonces ya han llegado -unos 10 minutos atrás- las visitas de Chile Vamos, Vamos por Chile o como se llame, como dijo la otra vez Matthei en La Tercera Domingo: el jefe UDI Javier Macaya, el RN Francisco Chahuán, y sus secretarios generales, María José Hoffmann y Diego Schalper. “Viene Evópoli también”, dicen en el comando. A los recién llegados los recibe Arturo Squella, uno de los hombres de confianza de Kast.
Es como las 18:40 cuando, lejos de las cámaras y dentro de las murallas de la casona, el comando -confiesan versiones- asume que todo ha terminado. Saben que las cifras por caer marcarán amplia distancia, y más tarde algunos relatarán que el desenlace final de 11 puntos y tanto era un escenario probable, pero que hacia adentro había que mantener la moral lo más arriba posible.
La distancia entre ambos terminará siendo más tarde de 971.024 votos, el segundo balotaje menos estrecho de la historia.
Se genera, entonces, una breve ventana de silencio público en que las voces oficiales no se pronuncian. Mientras, a la población apostada en las dos terrazas se les viene encima la realidad.
A las 18:47 el Servel larga 1.277 mesas (3,67%) con Boric en 53,44% y Kast en 46,56%, y un par de minutos después los amigos del comando sentados en el área VIP se quedan de piedra cuando ven al analista Mauricio Morales decir en Mega que “esto ya está resuelto” y que “una distancia de esta en envergadura es muy difícil de remontar”. Es cosa de mirarles, nadie dice nada.
Un dirigente de Chile Vamos explica sin grabadora de por medio que “esto está listo, solo alguien que no entiende de elecciones puede creer lo contrario” y vaticina que “va para 55/45″, uno de los finales probables que en los días anteriores comentaban en el sector y hasta en el comando.
“Que no vaya solo, que vaya con un lote”
Kast viene viajando con la radio encendida. Al borde de las 19 admite en la intimidad del vehículo que se ha acabado esto. Todavía nadie ni él ni nadie del comando han dicho nada, pero todo se desencadena a las 19:05 con Gonzalo de la Carrera admitiendo en vivo y en directo por los medios la derrota, calificando la distancia de “irremontable” cuando el conteo del Servel recién va en el 13% de las mesas. La prensa se da un pícnic. Él, días atrás se había picado porque el candidato lo había puesto al mismo nivel que Johannes Kaiser en un debate diciendo que lo iban llamar al orden; la barra republicana anoche le enrostraba por Twitter que era uno de los culpables de la derrota.
El diputado electo driblea para no criticar al derrotado que todavía no llega, se pone a culpar a Joaquín Lavín sin nombrarlo y en adelante las emociones se desatan. El comando se da cuenta y de la nada aparece Feres, que con los micrófonos encima se acerca para reprenderlo al oído advirtiéndole que no puedes ser más huevón y golpeándole levemente la mejilla con la palma de la mano derecha. De la Carrera queda descolocado y cambia el tono: “No soy quién para evaluar cuáles fueron las fallas”.
En el comando se indignan -no es la primera vez- con él.
Kast llega a los pocos minutos por un acceso invisible para la masa: una casa a medio derruir ubicada en un sitio baldío contiguo y separada de la casona del comando por una verja añosa. Da a un pasillo, que es lo que ocultaba la muralla falsa del patio de los puntos de prensa.
A las 19:19 reconoce la derrota por Twitter contando que ya ha llamado a Boric para felicitarlo. Tres minutos antes Sebastián Sichel ya había hecho eso por la misma vía y luego no faltará el que lo haga notar con enojo. En los patios comienzan a aparecer adherentes secándose las lágrimas; una joven del equipo territorial seguirá con ojos así, en rojo, buena parte del resto de la tarde.
El candidato también suelta las suyas y se le quiebra la voz en algunos pasajes de su discurso en la abarrotada terraza VIP, donde su barra lo ha recibido aclamándolo. Mientras habla, su hijo José Antonio también está en lágrimas. Pese a todo, conserva su humor: parte diciendo que las preguntas las contestará Daza. Solo tenía preparado un discurso en caso de victoria, redactado la noche anterior; el de derrota se ha adaptado sobre la marcha. Se retira en medio de un enjambre de cámaras, de vuelta a cruzar el sitio baldío rumbo a los vehículos y a cumplir con “el compromiso patriótico” -dice él- de saludar a Boric. La idea pone nerviosos a Schalper y Camila Flores, que unos pasos más atrás le dicen a su equipo “que no vaya solo, que vaya con un lote” o que le puede “pasar algo”.
Personal del comando comienza a retirar material gráfico de campaña. “Un lindo recuerdo” comenta alguien al pasar. Parte del anillo del comando -algunos tristes- comienza a soltar tensiones comentando el impacto y razones. Los patios siguen poblados con gente que mira por las pantallas los GC “Boric presidente electo” y las celebraciones. Desde fuera del comando se oye una barra gritando “Chi-Chi-Chi-le-le-le”.
Como a la misma hora que Kast se retira de ir a saludar a Boric -tipo 21:07, 30 o 40 minutos a solas de los que nadie quiere soltar pista- justo se corta la luz por unos minutos y se apagan por instantes pantallas y todo. En las mesas algunos adherentes se lo toman con humor y hasta con alguna risilla suelta: “Llegó Venezuela”, “Acostumbrémonos”. Otros desgranan sesudos análisis de lo que viene para su sector.
Una media hora después ya no quedan fans ni visitas y los más cercanos se quedan en el sitio baldío esperando el regreso del flamante derrotado. En el intertanto, su esposa ha repartido abrazos agradeciendo y consolando a parte del equipo. A su vuelta, solo un grupo cerrado del comando, familia y amigos, acompañan al matrimonio en la terraza VIP en una sesión de fotos de despedida mientras en las pantallas de más allá Boric da su primer discurso como presidente electo.
“Pa’ la otra”, le dice a Kast uno de sus colaboradores. Los carabineros de civil asignados a su seguridad se retratan con él.
Afuera, cuando ya ha terminado todo, cerca de una veintena de jóvenes se dispersan dándose ánimo: “Cuídense mucho, toca seguir luchando por Chile”.
El camión con el escenario que nunca se armó ya no está.
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