Marcela Serrano: "Lo interesante es la protesta pacífica que ha ido en aumento"
La escritora publica El manto, una memoria tras la muerte de su hermana Margarita y a la vez un recorrido personal y familiar que atraviesa la historia de Chile. Acá, la autora de Nosotras que nos queremos tanto también reflexiona sobre los sucesos sociales y políticos de los últimos días.
"Se me había olvidado incluso que publiqué un libro", dice Marcela Serrano (68) mientras se oye de fondo el ruido de sirenas de ambulancias y vehículos de Carabineros. La escritora nacional vive en un departamento frente al Parque Forestal. "Se siente aún un olor extraño ¿no?", pregunta por el pesado aire que arrastra residuos de gas lacrimógeno.
Es martes 22 y la autora de exitosas novelas como Nosotras que nos queremos tanto (1991) y Para que no me olvides (1993) hablará de lo que ha ocurrido en estos días en el país, de la clase política, de las nuevas generaciones que han salido a manifestarse a las calles, y también del luto tras la muerte de su hermana, la periodista Margarita Serrano quien falleció, tras padecer un cáncer, en noviembre de 2017.
"No quiero inventar a la Margarita al escribirla, que es lo que hacemos los escritores/as. Aspiro a solidarizar. Si los caídos son los muertos y los vivos los vencedores, tomo partido por los vencedores", apunta Marcela Serrano en su nuevo libro titulado El manto que publica editorial Alfaguara.
Criada en una familia conservadora y creyente, Marcela Serrano estudió a fines de los 60 grabado en la Universidad Católica. En los 80 fue calificada como "pionera de la performance" y participó con sus obras junto al grupo CADA (Colectivo Acciones de Arte) y la Escena de Avanzada. Marcela es la cuarta de las cinco hermanas Serrano: Elena, abogada; Paula, psicóloga; Margarita y Sol, Premio Nacional de Historia 2018.
En el libro anota: "Me cuesta creer que alguna vez escribí ficción"…
Eso es fuerte y me ocurre hasta el día de hoy. Siento, en el momento de la escritura del duelo, como si la ficción hubiese sido un juego. La ficción como un espacio lúdico al lado de la realidad. La crudeza de la realidad me alejó de la ficción. Entonces me parecía que cualquier cosa que yo escribiera de ficción sonaría artificial. Ahora, es fatal que esto le ocurra a un novelista, porque yo soy esencialmente novelista.
¿Se imaginaba que publicaría un ejemplar de no ficción?
Estaba incapacitada de escribir y la Lotty Rosenfeld (artista de la Escena de Avanzada) me insistió, me dijo: "Toma notas sobre lo qué es el duelo, después verás". Así comencé y jamás pensé que terminaría siendo un texto. Pero es fácil y natural escribir desde uno mismo. Uno no está pendiente de los personajes y su coherencia. En la medida que avanzaba el libro incluso me dio miedo que se daría tan fácil esta escritura personal. Jamás pensé que escribiría un libro así, si no hubiese sido por el tema del duelo no lo hubiera hecho nunca. Igualmente les pasé el manuscrito a mis hermanas y la reacción fue buena. Ellas sintieron que le estaba haciendo un homenaje a la Margarita.
¿Y el diálogo con la literatura fluyó naturalmente? En el libro hay citas a Joan Didion, Philippe Claudel, Philip Roth, Gabriela Mistral, Canetti...
Algunas son lecturas de cabecera. Elias Canetti lo descubrí en el camino. Con Canetti, por decirlo así, entendí la muerte. Hay una frase de él que dice: "Narrar, narrar hasta que nadie muera". Volví a leer a Joan Didion. Ahora es fantástico lo que pasa cuando uno está centrada en un tema. Una vez estaba comiendo con (el columnista) Héctor Soto y le señalé en lo que estaba y Héctor me dice: "¿Leíste el Patrominio de Roth?". Yo no lo había leído y es como que te van haciendo regalos. Me metí también en la lectura de Roland Barthes, Philippe Ariès y Sigmund Freud. Quería comprender cómo había sido entendido el duelo desde distintos puntos de vista. Pero encontré poco material sobre hermanos que hablen de la muerte de los hermanos.
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La escritora nacional Marcela Serrano. Foto: PRH.[/caption]
Relaciones humanas
Algunas de las imágenes de esta última semana, han llevado a Marcela Serrano a recordar momentos de su historia.
¿Cómo ha vivido estos días convulsos donde se ha impuesto otra vez el toque de queda?
Aparecen los recuerdos del pasado. Yo escucho en la noche, en el silencio del parque, el ruido de los helicópteros, eso es violento. Las escenas de los militares en las calles. Créeme que nunca he visto un gobierno más inepto para manejar una situación de crisis. Me da terror pensar lo ineptos que son. Lo interesante de esto es la protesta pacífica que ha ido en aumento y yo estoy acá en el epicentro y soy testigo. Mi pregunta es: ¿Cómo este movimiento social no ocurrió antes? Porque es muy alto el nivel de abuso al que hemos estado sometidos. ¿Qué han visto los jóvenes desde el 2011 cuando estalló el caso La Polar? Lo único que han visto es que los ricos que cometen ilícitos salen impunes. Estos Carabineros que hoy reprimen son de una institución que ha robado al país. Los militares tenían como jefes a unos que gastaban millones de pesos estatales en chocolates y flores. Este sistema explotó porque lo que han visto los jóvenes es un abuso muy grande.
En su nuevo libro, el más personal de su trayectoria, Serrano toma apuntes, se lamenta, se ríe, dialoga con otras muertes personales y tragedias sociales. Serrano en El manto bucea en las profundidades del alma.
¿Qué es lo que más extraña de su hermana?
La risa. Ella era muy cómica. Cualquier historia banal, ella la transformaba en algo que valía la pena oír. Con la Margarita éramos muy distintas, desde la ideología hasta la forma de vivir lo que, por supuesto, no afectaba en nada nuestra relación. Ella, a veces, se enojaba conmigo, no le gustaba como yo llevaba las cosas y discutíamos, pero siempre había humor e ironía. Extraño reírme con ella.
En el libro habla de rezar "El rosario como un mantra de la sanación colectiva". ¿Cómo fue abordar el luto desde el agnosticismo?
Yo fui criada en un ambiente muy católico. Entré a la universidad en 1969, donde todo había explotado. Al principio yo funcionaba con la parroquia universitaria cristiana de izquierda. Hasta que un día, nunca se me va a olvidar, estaba rezando el credo y al decirlo sentía que no estaba creyendo en lo que estaba diciendo. Algo había cambiado profundamente y terminé agnóstica, pero siempre viviendo en esta familia católica y llena de ritos. Y lo que ocurre es que los agnósticos no tenemos ritos y el rezo es como un mantra que produce cierta tranquilidad.
Cuando habla de la muerte hace una relación con los detenidos desaparecidos, pero especialmente con alguien que fue asesinado en la Caravana de la muerte…
Era un íntimo amigo, ex cuñado, que fue novio de mi hermana durante largos años. Fue mi muerto personal de la dictadura. Se llamaba Eugenio Ruiz-Tagle lo mataron en Antofagasta, el 19 de octubre de 1973. Tenía 26 años. De todas las muertes de la dictadura fue la que más me golpeó. Él era como un hermano. Fue muy fuerte. Escribiendo el libro, con el duelo, los detenidos desaparecidos se me configuraron de otra manera, porque no están sus cuerpos. A la Margarita la cremaron, no hay tumba, pero pude compartir con ella largamente. Entonces me empecé a obsesionar con el tema del cuerpo y volví a dimensionar el tema de los desaparecidos, como la peor monstruosidad, porque la muerte ya es terrible, pero no tener un cuerpo y no saber su destino, es horrible.
Este año se exhibieron dos muestras relacionadas con su trabajo visual. En el libro incluye dos collages, pero dejó el arte al comenzar a publicar ¿o no?
Cuando ocurrieron las exposiciones me pidieron entrevistas, pero creo que el trabajo era del curador (Sebastián Valenzuela) y no es que me arrepienta ni es que quiera establecer diferencias con mi labor artística, pero hoy estoy en otra y no me interesa hacer ningún revival. Una mañana fui de incógnita a Matucana 100 a ver la exposición y después de tantos años de ver las obras me impresionó.
¿Qué le impresionó?
Lo vanguardista, porque uno nunca tiene claro lo que hace. Yo entonces no estaba midiendo nada. Hacer ese trabajo en plena dictadura, me sorprendió la valentía y el arrojo.
Sobre su vínculo con la Escena de avanzada, escribe en El manto que "como resultado salí escapando". ¿Por qué?
¡Es que era un mundo insoportable! Establecían todo desde el estructuralismo. Recuerdo que me pasaba estudiando Jacques Derrida y Louis Althusser y después me preguntaba ¡qué tengo que ver yo con esto! Era muy pedante todo y me empecé a alejar. No había espontaneidad, la pintura era mirada en menos y yo me daba cuenta que adoraba la pintura y no me atrevía a decirlo. Era todo muy represivo. Además que la Nelly Richard instaló esta dictadura de los estructuralistas y eso no lo pude resistir. La Escena de Avanzada fue algo muy dictatorial con relaciones humanas de mierda. También empezó a ocurrir que comencé a refugiarme en la lectura de los clásicos. Yo no quería leer a Gilles Deleuze sino a Jane Austen y así comenzó las ganas muy fuertes de comenzar a escribir.
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El manto
, de Marcela Serrano editado por Alfaguara.[/caption]
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