A la mesa con Gabriel Boric
Amante del Barros Luco y la piscola, pero a su manera. Ferviente defensor del Kiosko Roca y con alma de parroquiano solitario de los boliches cercanos a su hogar. Así es el presidente electo -hasta ahora- en su relación con lo culinario. ¿Cómo seguirá esta historia a partir del 11 de marzo? Eso está por verse.
Para el público en general todo partió el sábado 23 de enero, cuando algunos clientes de la fuente de soda La Terraza -ubicada a pocas cuadras de Plaza Italia- grabaron y luego mostraron en redes sociales al presidente electo, acompañado de su escolta de seguridad, saliendo de este local con una bolsa que -luego se sabría- llevaba un particular Barros Luco con los agregados de palta, tomate y extra porción de mayonesa; el que a estas alturas ya es reconocido por todos como el Barros Boric. Tanto así, que ahora mucha gente llega a La Terraza a pedir “el sándwich del presidente” y dejó sin tomates al local un día de la semana pasada al almuerzo. Días después de su visita a esta céntrica fuente de soda, el presidente electo tomó desayuno en Eggy, un pequeño café de la calle Almirante Pastene, en Providencia, especializado en preparaciones a base de huevos. Esa mañana, Boric acompañó su café con un croissant palta-queso-tocino. Una vez más, las redes sociales se activaron con el presidente electo, esta vez desayunando en un lugar que sorprendió a todos. Sin embargo, estas salidas culinarias del magallánico están lejos de ser una novedad o algo que partió una vez que resultó electo presidente. Es que si hay algo que Gabriel Boric disfruta es justamente el poder comer o beber algo en sus boliches favoritos, robándole unos minutos para el descanso -o relajo- a cada jornada. Muchas veces lo hace solo y leyendo un libro, tal como se puede ver en una foto a estas alturas famosa en la que aparece justamente en La Terraza, disfrutando de un completo, un schop y un grueso libro. Postal similar que se podía ver con cierta frecuencia hasta el año pasado en un restaurante peruano y una cervecería de calle Esmeralda (donde le facilitaban una suerte de privado para mayor comodidad), muy cerca de donde vivía.
El Barros Luco y algo más
El presidente electo es un hombre que gusta de la comida contundente, con una clara predilección por un sándwich, el Barros Luco, según lo que comentan cercanos y gente que se ha topado con él en distintas etapas de su vida. Aunque tal como ocurrió en su reciente visita a La Terraza, suele agregarle algún ingrediente extra. Justamente para la elaboración de una crónica del mes de mayo de 2018 sobre el Barros Luco, en este mismo diario, Gabriel Boric entregó algunas luces sobre sus preferencias culinarias: “Es imposible comerse un Barros Luco sin agregarle palta, tomate y tocino”, aseguró en esa ocasión. Así las cosas, queda claro que a Boric la tradicional combinación carne-queso fundido le queda corta, por lo que siempre le agrega algo más. Y sobre el sitio elegido para darse este lujito fue enfático: “El mejor lugar para eso es, sin dudas, el Dinos Pizza de Punta Arenas”. Aunque como ya llevaba un tiempo viviendo en la capital, también se animó a indicar dos lugares -pero bajo el rótulo de “menciones honrosas”- para darle el bajo a un Barros Luco. “La Fuente Alemana a la hora de almuerzo sigue siendo imbatible. Ahora bien, a las cuatro de la mañana el Big Pan de calle Suecia es necesario”, señaló. Pero aunque no lo mencionó en ese momento, probablemente por esos días el presidente electo ya se encontraba en plena etapa de transformación en parroquiano de La Terraza, lugar que frecuenta -junto a varios otros personeros del ahora Frente Amplio- desde las movilizaciones estudiantiles de 2010. Por otro lado, y como buen puntarenense, es fanático del Kiosko Roca en esa ciudad, donde obviamente degusta la curiosa combinación de choripanes y leche con plátano y hasta donde ha llevado personalmente a Giorgio Jackson y a otros personeros políticos a conocer sus bondades. “Como buen puntarenense es muy fiel al Kiosko Roca, siendo incluso capaz de enfrascarse en largas conversaciones con amigos santiaguinos para explicarles las bondades y particularidades de lo que se ofrece en ese lugar”, cuenta alguien que fue testigo de estas defensas del local por parte de Boric en la capital. También es fan de los asados, los que en su tierra natal suelen ser de cordero. “Es bien sureño para comer”, comenta alguien de su entorno de trabajo. Ahora bien, cuando visita Punta Arenas por su semana distrital o para alguna festividad, suele ir junto a sus padres -además del ya mencionado Kiosko Roca- al restaurante Damiana Elena, en la calle Hernando de Magallanes, y que se caracteriza por ofrecer delicias de la zona como centolla, cordero y carne de guanaco. Consultados en el restaurante por las preferencias del presidente electo, solo se limitaron a confirmar su condición de cliente habitual, pero no quisieron entrar en detalles. También se sabe que en el caso de la comida peruana -un gusto adquirido durante sus años en Santiago- se mueve entre los ceviches y el lomo saltado. Más ahora, que muchas veces aprovecha de cruzar con algunos de sus colaboradores al restaurante peruano Olán para almorzar, que está justo en frente de la llamada “Moneda Chica”, en calle Condell. Otros sabores foráneos que el presidente electo disfruta de tanto en tanto es la comida cubana, sobre todo con platos como la ropa vieja o el arroz con porotos negros. Todo esto, por influencia de un profesor de origen cubano del colegio de Boric, José Ramón González, quien solía -y suele- invitarlo a comer este tipo de recetas a su casa.
Los líquidos
En julio del año pasado, cuando Boric aún era candidato solo de su coalición, fue consultado en el programa radial Un País Generoso, de Rock&Pop, si conservaba todavía algún hábito de joven siendo ya -a los 35 años- político, diputado y más encima estar aspirando a ser presidente. “Sigo disfrutando de una buena piscola con los amigos íntimos y queridos”, fue la respuesta de Gabriel Boric. Y sí, hay consenso en que el presidente electo -como buena parte de los chilenos- prefiere la piscola por sobre otras preparaciones alcohólicas. “Soy piscolero”, le dijo al periodista Eduardo Ortega, de La Cuarta, en junio del año pasado, aunque aclaró que la forma en que prepara sus combinados es algo particular: “Yo no tomo bebida en mi vida cotidiana, entonces la piscola me la hago con agua. Mi pisco de cabecera es el Alto (del Carmen) de 40 grados, doble destilado, es perfecto. Un toque de Coca Cola, que quede teñida nomás, y el resto agua mineral con gas más dos hielos grandes”. Esa es, podríamos decir, la piscola al estilo Boric y que no pasa desapercibida. “No tenía en la mente el detalle del agua, pero recordaba que hacía algo especial cada vez que se preparaba una piscola”, comenta entre risas una persona que ha compartido con él en algunas reuniones sociales. Siguiendo con los líquidos de preferencia del presidente electo, suponemos que está la ya mencionada leche con plátano del Kiosko Roca, aunque se sabe que también disfruta del pisco sour de tanto en tanto, principalmente cuando visita algún restaurante peruano. Sin embargo, para el día a día es más de cerveza, la que pide generalmente en formato schop. Y justamente eso era lo que estaba compartiendo con un amigo en marzo de 2016 en la terraza del Bar Liguria de Providencia -lugar que frecuentaba cuando vivía en esa comuna- cuando una parroquiana del bar le mandó de regalo una nueva ronda de schops a su mesa a modo de felicitación por un discurso que días antes había dado en la Cámara de Diputados -citando la canción Corazones, de Los Prisioneros- en defensa de la igualdad de género y haciendo un llamado a “incorporar el feminismo como una forma de vida”.
A cuidarse
En una entrevista que dio a BBC Mundo, una de las primeras siendo presidente electo, la periodista Andrea Vial le preguntó a Gabriel Boric cómo controla la ansiedad, a lo que este contestó muy sinceramente, reconociendo que lo hace “a veces comiendo, que no es el mejor método”. Boric es un tipo grande, maceteado dirán algunos, pero tras su primera campaña a diputado fue evidente que subió de peso. “Mucho cordero”, fue la broma usual. Tras resultar electo, comenzó a preocuparse del tema, sobre todo por el lado del deporte. De esta forma, a sus tradicionales partidos de fútbol en una liga agregó algo más de ejercicio. “Después de los partidos se quedaba un rato más haciendo flexiones y otras cosas, estaba bien motivado”, comenta alguien que jugó con él algunos partidos. Por otra parte, durante algunos meses del año pasado, antes de que la campaña presidencial entrara en tierra derecha, Boric entrenó boxeo varias veces por semana con un profesor que lo visitaba en su departamento. La idea era estar a tono y en forma para todo lo que se venía. En su entorno afirman que el presidente electo se está cuidando actualmente. “Aunque le regalan pan amasado, chocolates, tortas y varias cosas más, él siempre se modera”, comenta alguien que lo ve en el día a día, y agrega que además de tomar mucha agua durante el día, últimamente come bastantes ensaladas y le gusta mucho el Gohan, una preparación fría muy popular de algunos restaurantes japoneses, en base a arroz combinado con diversos ingredientes, como camarones, palta, pescado crudo, tofu o algunos vegetales.
¿Pero a qué viene todo esto? A que tal vez Gabriel Boric no lo sepa, pero sus dos antecesores -Michelle Bachelet y Sebastián Piñera pasaron varios momentos de sus distintos mandatos sometidos a algún tipo de dieta. Es que dicen que la tensión te puede hacer comer en demasía y, por ende, engordar. Y, en general, la alimentación de los presidentes en todo el mundo es un tema y en algunos casos hasta tienen cocinero particular. Acá en Chile no se llega a tanto, pero sí está el detalle que para adquirir los alimentos del primer mandatario no hay licitación y se hace todo de manera directa. Esto, porque se considera parte de la seguridad del país cualquier problema o restricción que la alimentación del presidente pudiese tener. Como sea, lo más probable es que Gabriel Boric tenga que vivir los próximos cuatro años equilibrándose entre lo que quiere y puede comer y entre los lugares a los que puede ir a hacerlo y los que sus encargados de seguridad visen. Bueno, son parte de la pega de presidente todos estos inconvenientes. Como último apunte y siguiendo algunos comentarios en relación a que el presidente electo no tiene gran relación con el vino, se me ocurre que tomando en cuenta que asumirá con 36 años -una edad en que los expertos sostienen que los jóvenes comienzan a acercarse al mundo del vino-, tal vez no sería mala idea que comenzara a relacionarse con nuestra gran variedad de cepas y estilos que ofrece la producción local. Sería bueno para él, sin duda alguna, pero en una de esas también para la industria del vino.
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