“Boricmanía”: el desafío de las expectativas para el nuevo gobierno
"Soy una persona de carne y hueso", dijo el presidente electo tras ser proclamado por el Tricel. Luego de sus llamados a "no idealizar" a nadie, en la última semana también ha remarcado que su plan de reformas se ceñirá a criterios de gradualidad, responsabilidad, diálogo y respeto institucional. En el equipo del mandatario electo están conscientes que después de los 4,6 millones de votos que obtuvo en el balotaje -lo que le dio una explosiva aura de popularidad-, las expectativas podrían convertirse en un “boomberang”.
No quiso aceptar el ofrecimiento del concejo de Punta Arenas que lo quería declarar hijo ilustre y después de su triunfo, en la segunda vuelta presidencial del 19 de diciembre, ha remarcado en varias ocasiones su preocupación ante las eventuales sobreexpectativas de su gobierno.
“Es un tremendo honor ser considerado para una distinción así (hijo ilustre de Punta Arenas), pero le he pedido al concejal que lo propuso (el DC Germán Flores) y al alcalde (el RN Claudio Radonich), que se evalúe al final del mandato en atención a nuestro desempeño, no antes”, confidenció Boric el pasado 4 de enero.
El 24 de diciembre, una semana después de haber ganado la elección, el mandatario electo ya había dado otra señal en ese sentido. Al ser consultado por la creciente fama de su perro Brownie, él mismo llevó su respuesta a ese tema. “Ahora, quiero ser muy cuidadoso también: siento que hay un viento de cola muy positivo y una muy buena recepción de la gente, pero tengamos mucho cuidado también en no idealizar a nadie, partiendo por mí”, planteó.
El domingo pasado, Boric dio otra señal en redes sociales al postear una página del libro “Con todo. De los años veloces al futuro”, escrito por el diputado español Íñigo Errejón. “Los revolucionarios se prueban cuando son capaces de generar orden”, dice una línea subrayada por el presidente electo.
“(...) un orden nuevo, nuevo pero orden, que dé certezas y que incluya también a la mayor parte de quienes estaban en contra de él. Seguramente la prueba fundamental, lo más radical, no es asaltar el palacio, es garantizar que al día siguiente se recogen las basuras”, añade la obra de Errejón divulgada por Boric, quien solo agregó: “Reflexión clave para los tiempos que vienen: la capacidad de construir un orden común”.
El jueves, al participar en la Enade, reforzó ese mensaje. “Tengo absolutamente claro que soluciones tan estructurales no se logran de la noche a la mañana (...) Los cambios a los que estamos apuntando deben ser llevados a cabo con un diálogo amplio y sin exclusiones así como, reitero, con gradualidad y responsabilidad fiscal”, remarcó Boric, quien dentro de los problemas para desarrollar su agenda deberá construir acuerdos transversales, incluso con la derecha, ya que solo tiene una base de apoyo de 37 de 155 diputados y de cinco de 50 senadores.
El efecto boomerang
En el equipo del mandatario electo están conscientes que después de los 4,6 millones de votos que obtuvo en el balotaje -lo que le dio una explosiva aura de popularidad a Boric-, las expectativas podrían convertirse en un “boomberang”.
Si bien ello puede ayudar a la gestión política en un principio, puede volverse rápidamente en contra si las expectativas por el proceso de reformas no se maneja con gradualidad y prudencia.
Un ejemplo reciente es el mismo caso de Sebastián Piñera. Los errores del primer gobierno del actual Presidente -quien recurría a frases como a los “delincuentes se le acabó la fiesta” o “en 20 días hemos avanzado más que otros en 20 años”-, derivó en lecciones que no fueron completamente implementadas en su segundo mandato, según creen incluso algunos dirigentes de derecha.
En esta nueva etapa, los temas de crecimiento económico y de orden público, fueron las principales promesas incumplidas que dañaron la imagen de Piñera, independiente de que hubiera factores que escapasen de su responsabilidad directa.
El tema de las expectativas también ha sido abordado por el propio Piñera, quien en una entrevista a Meganoticias, el martes pasado, le dio públicamente un consejo al magallánico. “Las expectativas son mayores a las posibilidades, por eso es muy importante como candidato no prometer lo que uno no sabe que puede cumplir, y cumplir lo que uno promete”.
Al menos en sus declaraciones y actos públicos, el presidente electo al parecer ha tomado nota de estos recados. “Como todos los aquí presentes, soy una persona de carne y hueso que daré lo mejor de mí para estar a la altura de las expectativas que hemos despertado en miles de chilenos y chilenas. Sepan que tomamos como equipo, con la mayor responsabilidad, el desafío que nos han entregado”, agregó el próximo jefe de Estado en la ceremonia del lunes pasado donde fue proclamado por el Tribunal Calificador de Elecciones.
En línea con esas ideas, el manual comunicacional que preparó el equipo de Boric recomienda mantener un “perfil lo más bajo posible” y dejarle la agenda a la actual administración. “La comparación nos favorece”, sostienen.
Vuelo inicial
Las encuestas, además, parecen confirmar el buen momento. Según Activa Research, un 51,6% aprobó el desempeño de Boric como presidente electo. Cadem, por su parte, le dio un 63% de imagen positiva, aunque este lunes bajó en nueve puntos el porcentaje de personas que cree que a Chile le irá muy bien o bien con el nuevo gobierno (46%) respecto de la semana pasada. Mientras que Criteria informó que la percepción positiva hacia el futuro Mandatario llegó a un 43%.
Si bien las cifras no son completamente comparables, los datos de la CEP muestran que por lo general los presidentes electos partían su mandato con números en torno al 50% de adhesión.
Eduardo Frei y Ricardo Lagos ingresaron al gobierno con un 49%. Michelle Bachelet, al inicio de su primer mandato tenía un 46% y, en su segundo período, un 50%. Piñera, en tanto, llegó a La Moneda con 45% en su primera gestión, y un 37%, en su segunda apuesta presidencial.
A juicio del diputado y analista político Pepe Auth la situación de Boric es inédita. Explica que “nunca había gobernado una coalición tan minoritaria” del punto de vista de su representación en el Congreso, con menos de un cuarto en la Cámara y solo una décima parte del Senado. “Además por su edad, él tiene un espacio gigantesco para reinventarse para ser visto de otra manera por la ciudadanía”, explica Auth, quien cree que mucha gente, si bien lo conocía superficialmente, se hizo un juicio del presidente electo entre la primera y segunda vuelta, precisamente cuando él moderó su discurso. Sin embargo, sostiene que eso implica “un riesgo grande, ya que cuando se construyen liderazgos rápidos, pueden deconstruirse también rápidamente. Lo que crece rápido, corre el riesgo de caer rápido”.
Andrés Scherman, académico de la UAI e investigador del Núcleo Milenio, dice que por lo general “el momento previo al que asumen, sobre todo si tienen victorias relativamente holgadas, se traduce en un momento con muchas expectativas. Creo que lo que le conviene a este gobierno y al presidente electo es moderar esas expectativas. Sabemos que la situación económica, al menos por dos o tres años, va a estar muy deprimida, pero además como su fuerza de apoyo parlamentaria es bastante frágil, bastante reducida, el nivel de acuerdo para sacar adelante los proyectos más emblemáticos va a ser muy difícil”.
El decano de la Facultad de Gobierno de la UDD, Eugenio Guzmán, cree que el “gran problema’' es que las crisis se originan en el exceso de expectativas. “Hay que tener mucho cuidado, en el mundo moderno es muy frágil la destrucción de imagen y de expectativas. El riesgo de eso es la frustración. El electorado contemporáneo es muy inmediatista, quiere soluciones ahora y rápido”.
Eduardo Arriagada, investigador del Social Listening Lab y académico de la UC, sostiene que después de un período en que había una “una supuesta polarización muy fuerte”, la gente suele entusiasmarse buscando una suerte de “superhombre” y agrega que la figura de Boric en el exterior está creciendo. “Yo creo que la boricmanía existe fuera de Chile y contagia hacia el interior”, dice.
Según el consultor en comunicación corporativa y académico de la UDP, Carlos Correa, “hoy existe una boricmanía, porque el presidente electo tiene una manera de ser que lo hace atractivo a la opinión pública, en lo mediático. Es cercano, distinto, es llamativo, no usa corbata, recibe los dibujos de los niños, escucha a las personas. Tiene una afectividad humana que lo ha convertido en un personaje querido incluso por gente que no votó por él. Pero un presidente popular no necesariamente es un presidente poderoso y eso efectivamente es un riesgo de crisis de expectativas”.
Cristián Valdivieso, director y fundador de Criteria, cree que “hay mucha gente cercana a Boric que es bien fan de él, por lo que él representa, es un ícono del cambio, de las nuevas generaciones, de una nueva forma de hacer política, pero no es toda la población”. En esa línea cree que su desafío es manejar esas “expectativas” para que “la ciudadanía sienta que hay un proyecto de mediano y largo plazo, orientado a transformaciones, un trabajo en progreso y que los cambios no van a ser de un día para otro, pero que van a ir gradual, pero sistemáticamente avanzando”.
Los precedentes de Aylwin y Bachelet
En el pasado, los gobiernos de Patricio Aylwin y de Michelle Bachelet, también fueron precedidos por un alza de expectativas ciudadanas.
En el caso de Aylwin, el fin de la dictadura generaba muchas esperanzas de una apertura democrática y de búsqueda de verdad y justicia frente a las violaciones de los derechos humanos. Su frase de “verdad y justicia en la medida de lo posible” fue el símbolo de ese manejo de expectativas y de gradualidad, lo que en su momento fue valorado, pero que con el tiempo terminó siendo recordada con desprecio por la izquierda, específicamente por el Frente Amplio, coalición de Boric. Pese a ello la primera administración concertacionista, sentó la bases del entendimiento democrático, realizó hitos como el Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, que encabezó el jurista Raúl Rettig y heredó el mando a presidente de su misma coalición (Eduardo Frei Ruiz-Tagle),
El caso de Bachelet fue más complejo, pues al término de sus dos mandatos entregó el poder al conglomerado opositor, liderado por Piñera. En su segunda administración, incluso, ella terminó golpeada personalmente en su popularidad, dejando a su coalición dividida (la desaparecida Nueva Mayoría) y sin un heredero(a). El manejo de expectativas habría sido uno de los factores que jugó en contra. De hecho, a pesar de contar con mayoría en el Congreso, la nueva Constitución que prometía su programa derivó en un proceso de cabildos donde participaron cerca de 218.689 personas (según informe OCDE de 2017) y en el envío tardío de una reforma a la Carta Fundamental, el 6 de marzo de 2018. Es decir, a cinco días de que Bachelet dejara el mando.
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